Homenaje a Sergio Guerra Vilaboy de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Julio de 2018

Palabras de Elogio al Dr. Sergio Guerra Vilaboy, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2017, en el Acto de Homenaje de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba

19 de Julio de 2018

Por René Villaboy Zaldivar.

Foto izquierda fuente cubasi.cu

Si siguiéramos todavía aplicando de manera rígida y dogmática las leyes y categorías de la dialéctica; en especial aquellas que hablan de pares de contrarios u opuestos, de negación de la negación o de sustitución de lo viejo por lo nuevo, sin considerar las subjetividades y emociones innatas del ser humano, no pudiera hoy un simple alumno elogiar a su maestro. Sólo tendría que cuestionarlo, criticarlo y sobre todo jactarse de lo imposible: haberlo superado. Pero como afortunadamente estamos en un cambio de época o en una época de cambios, en las dos o en nadie sabe dónde, decidió este eterno discípulo fundamentar con breves palabras los enormes porqués de que Sergio Guerra Vilaboy haya sido y siga siendo mi maestro y el maestro de muchos latinoamericanistas de Cuba y del mundo. Me toca entonces esta tarde resumir las inmensas razones para que Cuba lo honrara con el Premio Nacional de Ciencias Sociales 2017.

La docencia y la investigación sobre la Historia de América Latina y el Caribe en nuestro país y de seguro en todo el continente no puede historiografiarse sin mencionar el nombre y la obra de Sergio Guerra Vilaboy. Nacido en algún año de algún siglo, todavía por precisarse, pero si aceptado que, en La Habana, pretendió ser arquitecto. Afortunadamente para las construcciones y para la ciencia histórica de nuestro país se decidió por matricularse, graduarse y sobre todo sentar cátedra en la Escuela de Historia y en lo que luego sería la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana.

Allí legó y sigue legando a sus ya miles o quizás millones de estudiantes-los cuales según su visión siempre lo superamos en edad o en el mejor de los casos nos convertimos en sus contemporáneos- un especial fruto; que recibió de tres de sus grandes maestros. El singular guatemalteco Manuel Galich, el recio pero imprescindible alemán Manfred Kossov y el académico y revolucionario cubano Francisco Pividal. De ellos Sergio tomó lo mejor e incorporó su estilo de pertinaz y eterno interrogador del pasado y del presente de Nuestra América.

Desde 1971, y le pido disculpas ahora por dar la primera pista de tiempos, Guerra Vilaboy comenzó a enseñar Historia de América, pero aquellas clases en los edificios de la Colina y en otras muchas instalaciones aledañas tenían la singularidad de que no eran solo resultado de las lecturas o las preparaciones metodológicas impuestas en Planes de Estudio y Programas de Disciplinas. Sus lecciones eran el corolario de los conocimientos emanados de sus propias lecturas e investigaciones, que, precozmente fueron publicándose en Cuba, en diversos países de Latinoamérica y en otras regiones del mundo. Así, muchas generaciones de historiadores han tenido el privilegio de oír en clases al autor de las obras principales de la materia que recibían. Mientras escuchábamos y sentíamos en las aulas aquella pasión acompañada de un evidente academicismo que brotaba por los poros del profe de América II al hablar sobre la gesta de Bolívar, de Sucre o San Martín, nos debatíamos en las profundas problemáticas de una de las obras cimeras de Sergio: El Dilema de la Independencia. Ese libro imprescindible que miró desde una óptica marxista abierta, renovadora y comparada el proceso de emancipación continental. Y el que luego coronó con su ensayo Jugar con Fuego: Guerra Social y Utopía en la Independencia de América Latina, merecedor del Premio Extraordinario por el Bicentenario de la Emancipación Hispanoamericana de la Casa de las Américas en 2010.

Esta visión de historia comparada que hizo leer e interpretar la unidad en la diversidad, los puntos de convergencia entre los más señalados regionalismos y localismos, las analogías entre hechos singulares que formaban parte de procesos históricos semejantes, es sin dudas el principal sustento teórico, metodológico y científico de la concepción de Sergio sobre la historia de los pueblos que nos ubicamos a este lado del Atlántico. Tal noción también lo llevó a reincorpar a Cuba a los análisis históricos comparativos con sus hermanas repúblicas latinoamericanas, y a delimitar los puntos de continuidad y ruptura en la historia del continente.

Los más diversos temas del devenir latinoamericano han pasado por la aguda mirada de Sergio Guerra, analizados con una letra bien diáfana pero rigurosa: La independencia, las luchas sociales, la formación del estado, las reformas liberales, las revoluciones, las dictaduras, los partidos políticos, la historia de la integración, el pensamiento nuestro americano, la historiografía de la región y muchos otros temas y problemas han llenado miles de cuartillas que componen su vasta y enjundiosa obra, que incluye más de una veintena de libros, cientos de ensayos y artículos, y un número similar o mayor de ponencias y presentaciones en eventos académicos de Cuba y el mundo.

De esta labor descomunal como profesor y científico social no pudieran separarse sus dotes de líder académico. Estas últimas avaladas en su matrimonio casi eterno con el Departamento de Historia de la Universidad de la Habana. En 1974 con apenas pocos años, y sigo con mi promesa de no develar su edad actual, asumió la dirección del Departamento de Historia de América. Para entonces, esa unidad docente contaba con los más experimentados catedráticos sobre el tema, pero desde esa fecha y hasta hoy la muy particular ciencia social y de vida de Guerra Vilaboy combinó gentileza, rigor, control, indiferencia, exigencia, mando y ejecutividad durante  más 44 de años de ejercicio del cargo. Al mismo tiempo alternó con otras responsabilidades como Vicedecano de la Facultad, Vicepresidente del Tribunal de Grados Científicos de la especialidad de Historia, Presidente de la Cátedra Eloy Alfaro,  Vocal de la Junta Directiva de la Academia de la Historia de Cuba entre muchas otras. Y dejo aparte de esa lista interminable su trabajo y entrega a la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (Adhilac). En esta organización imprescindible Sergio ha sido no sólo parte de su directiva internacional y de su sección cubana, como Secretario Ejecutivo y Presidente, sino el gestor principal de un sinnúmero de congresos, coloquios y talleres internacionales de alto nivel científico; que han tenido por sede varias capitales de nuestro continente y Europa. La Adhilac es sin dudas otra de sus obras más trascendentes.

Docencia, Ciencia y Permanencia puede ser la triada que resume más de 40 años de vida intelectual de Sergio. Una carrera luminosa que no lo ha alejado nunca de su tiempo y de las realidades de su época. Así el doctor en Filosofía por la Universidad de Leipzig, que ha dictado conferencias magistrales en prestigiosas universidades del planeta y que recibió el mayor reconocimiento de las Ciencias Sociales y humanísticas del país tuvo que cambiar su longevo moskovich por una bicicleta en los años más duros del período especial.  Y con ella pedalear hasta la colina-llevando muchas veces a su hija en la parte trasera de su transporte especial de tiempo de paz- para con la misma pasión hablar de los mantuanos, de los llaneros de Boves, reunir a su departamento o leer y trabajar en su ensayo más reciente. Comprometido con un proyecto de país que critica constructivamente, pero al que siempre le ha sido fiel e incondicional.

Termino mis breves palabras de un elogio a un intelectual cuya obra definitivamente no cabe en esta sala, en una tarde calurosa y mucho menos que no puede sintetizarse en unas apretadas líneas, felicitando a Sergio Guerra Vilaboy, mi maestro,  agradeciendo a la Uneac por este merecido homenaje que se le tributa y sobre ratificando que con la extensa e intensa labor científica de Guerra Vilaboy se ha cumplido  aquella exigencia martiana de conocer la historia de Nuestra  América mucho más que la de los arcontes de Grecia.

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