Dedicatoria de Luis Cardoza y Aragón a Manuel Galich

Por Sergio Guerra Vilaboy

Luis Cardoza y Aragón (1901-1992), es una figura mítica de la intelectualidad latinoamericana. Entre sus primeras obras destacan los poemarios Luna Park (1923), Maelstrom (1929), La torre de Babel (1930), Catálogo de pinturas (1934) y El sonámbulo (1937), así como Apolo y Coatlicue, ensayos mexicanos de espina y flor (1944). Dos de sus libros en prosa, Guatemala, las líneas de su mano y La Revolución Guatemalteca (1955), dedicados a la atribulada historia de su tierra natal –consideró a México su segunda patria, país que le otorgó la Orden del Águila Azteca–, lo hicieron mucho más conocido.

En una de esas obras acuñó la frase de los diez años de primavera en el país de la eterna tiranía, en alusión al paréntesis democrático de 1944 a 1954, proceso que defendió y representó en los más diversos escenarios y foros. Desde su juventud, Cardoza y Aragón se vinculó a la vanguardia literaria y artística de América Latina y Europa y fue amigo de Picasso, Vallejo, Alfonso Reyes, García Lorca, Neruda, los muralistas mexicanos (Rivera, Orozco, Siqueiros) y muchas otras grandes personalidades.

Lo conocí octogenario en La Habana, en julio de 1985. Asistía a un encuentro de intelectuales, convocado por Fidel Castro, para debatir sobre la deuda externa de América Latina, integrando la delegación guatemalteca junto a los sociólogos José Luis Balcárcel y Edelberto Torres Rivas y el dramaturgo Manuel José Arce. En esa ocasión recibí la encomienda de acompañarlo, lo que me brindó la inolvidable oportunidad de compartir con un intelectual sencillo pero fuera de serie, a quien sólo conocía por sus textos. No olvido que en la recepción ofrecida en el Palacio de la Revolución lo dejé “abandonado” con otros delegados, atraído por las ofertas del brindis y los amigos que encontré en aquel inmenso salón. Al filo de la madrugada Roberto Fernández Retamar me avisó que Cardoza indagaba por mí. Lo encontré sentado, casi a horcajadas, como un chico travieso, sobre una de las voluminosas rocas que intenta recrear, en el interior del majestuoso edificio, el paisaje de la Sierra Maestra. Sin reproche ni síntomas de cansancio me preguntó: “¿Nos vamos?

Una noche nos refugiamos, en compañía de varios amigos, en el agradable bar del Hotel Comodoro. Allí don Luis se robó la conversación, haciendo gala de su prodigiosa memoria y fino humor, contando un sinnúmero de historias de su larga y fructífera vida, muchas de las cuales publicaría después en su libro de memorias: El Río. Novelas de Caballería (1986). Una de ellas tenía que ver con mi maestro en la Universidad de La Habana, Manuel Galich (1913-1984), entonces recién fallecido, quien había sido un exitoso dramaturgo y brillante orador, no en balde fue conocido como el Verbo de la Revolución Guatemalteca.

Cardoza nos contó que lo conoció poco después de la caída de la dictadura de Ubico y nos hizo paladear esta sabrosa anécdota que comparto con los lectores: “Una mañana me dice, cuando nos acabábamos de conocer: No he leído nunca un libro tuyo. Íbamos en automóvil con varios amigos de su edad, diputados a la Asamblea Nacional Legislativa que él presidía, y como pasaríamos frente a mi habitación nos detuvimos con el fin de recoger un libro para él. Eran suyas no pocas de las pequeñas farsas violentísimas que se representaban en la velada del Viernes de Dolores, festejo tradicional de los estudiantes universitarios, en el que podían desfogar las furias contenidas. Algunos dictadores permitieron raras veces estas veladas. El precoz renombre de Galich se debía a los discursos del agitador y a las obras del comediógrafo. Por esos días somete a la Asamblea Legislativa la Ley Galich que aspiraba a considerar el servilismo como delito, con la alegre idea de que a tal práctica debíanse las dictaduras. Al ejemplar de Apolo y Coatlicue, le puse esta dedicatoria: A Manuel Galich, autor de la ley de su nombre y otras comedias. Abrió el libro, soltó la carcajada y lo hizo circular entre sus acompañantes.”

Fuente: www.informefracto.com – 11 de junio de 2019.

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