Mi encuentro con Juan Bosch

Por Sergio Guerra Vilaboy

El domingo 30 de junio se cumplieron 110 años del natalicio del destacadísimo escritor y político dominicano Juan Bosch. Pude conversar con esta prominente personalidad de Nuestra América una sola vez, durante los primeros días del mes de agosto de 1980. Según un mensaje telefónico de Roberto Fernández Retamar, el ex presidente de la República Dominicana estaba en Cuba, y quería hablar conmigo sobre su obra De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial.

Entonces recordé que hacía varios meses, a petición del novelista Antonio Benítez Rojo, había hecho una valoración de ese libro para una posible edición por Casa de las Américas. Si bien no guarde copia de aquella crítica, creo proponía cambios en ciertos pasajes, en los que discrepaba de algunas interpretaciones históricas, y sugería la modificación de varias frases que consideraba infelices, en particular una que parangonaba a Fidel Castro con Mao Zedong.

Casa de las Américas tenía mucho interés en publicar esa obra, por lo que Fernández Retamar me pidió que discutiera mis observaciones con el propio autor y viera que cambios se harían al texto. ¡Que clase de tarea!, pensé, pedirle al ex presidente dominicano, un consagrado y prestigioso escritor, a quien no conocía personalmente, que enmendara un libro ya impreso -su primera edición se había hecho en Barcelona (1970)- a petición de un desconocido historiador cubano que apenas comenzaba su carrera académica.

Al día siguiente, en horas de la mañana de aquel caluroso verano, tras concertar la cita, me trasladé al reparto habanero donde se hospedaba el ex mandatario dominicano, en una de las elegantes casas de protocolo del Consejo de Estado de Cuba. Bosch se presentó vestido con una elegante guayabera blanca de mangas largas. Lo había visto muchas veces en fotos y reportajes: un hombre flaco y alto, de abundante cabellera blanca, muy lúcido, ágil y erguido, con poco más de setenta años. Nos sentamos frente a frente en una mesa de hierro y cristal situada en el portal, y me brindó un café.

Me impresionó la facilidad con que condujo la conversación, extendida por dos ó tres horas. Desde el principio me llamó por mi nombre, y así lo hizo todo el tiempo, como entre amigos de toda la vida. Le pregunté por sus vínculos con Cuba, mucho más antiguos y profundos de los que yo suponía y, sobre todo, de su amistad con Fidel Castro. Me contó que lo había conocido a fines de los cuarenta cuando muy joven se enroló en la expedición de Cayo Confites, que se entrenaba en Cuba para derrocar al dictador Trujillo, planes que se malograrían en 1947. Después me habló de su vida en tierra cubana, donde había pasado buena parte de su largo exilio –más de veinte años-, formando una familia y escrito varios de sus libros, entre ellos: Cuba la isla fascinante (1955).

Tras conversar sobre sobre variados temas, debí entrar al motivo del encuentro. Comencé con mucho tacto, haciéndole mis comentarios sobre la significación de su libro para la historiografía latinoamericana, el interés que teníamos de su publicación en Cuba, dejando para el final los aspectos que consideraba más escabrosos, aquellos en los que difería de su enfoque, mientras el ex presidente, con una humildad verdaderamente sorprendente, escuchaba con atención mis apreciaciones, las que a veces rebatía con una larga explicación. Al final aceptó alguna de mis sugerencias y yo me replegué en casi todas las demás. Sólo me quedaba el espinoso asunto de la comparación del líder cubano con el dirigente chino, lo que Bosch resolvió sin chistar, tachando con mi propia pluma aquella alusión de su texto. Luego nos despedimos con un cordial abrazo. Al año siguiente Casa de las Américas publicó el libro en su colección Nuestros Países.

Fuente: www.informefracto.com – 1 de julio de 2019.

Nota: Juan Emilio Bosch Gaviño 1909 – 2001 República Dominicana.

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