Pedro Albizu Campos y la independencia de Puerto Rico

Por Sergio Guerra Vilaboy

Ahora que Puerto Rico enfrenta ciclones y terremotos, rematado con un extraño meteorito que surcó su cielo, es bueno traer a colación otra calamidad también de larga data: la dominación colonial de Estados Unidos, iniciada desde que esta potencia se apoderó de la isla del encanto como botín de guerra en 1898. Para luchar contra la despiadada ocupación estadounidense surgió desde principios del siglo XX el movimiento independentista, que tuvo su mejor expresión en el Parido Nacionalista (1922), pronto liderado por uno de sus propios fundadores: don Pedro Albizu Campos. Desde su misma aparición pública, el Partido Nacionalista fue víctima de las represalias del gobierno colonial norteamericano

Después de peregrinar durante cinco años por América Latina, abogando por la liberación de su patria, Albizu Campos pasó a presidir en 1930 el Partido Nacionalista, al que imprimió una línea revolucionaria, de resistencia al colonialismo estadounidense y de rechazo al régimen político impuesto a su país. El 16 de abril de 1932, más de veinte mil personas enarbolaron en las calles de San Juan la bandera de Puerto Rico, en protesta por la ofensa de quererla convertir en enseña colonial. Ante la imposibilidad de alcanzar la independencia en forma pacífica, Albizu Campos proclamó la alternativa de la lucha armada para alcanzar la emancipación y organizó, desde el 1 de enero de 1936, al Ejército Libertador de la República de Puerto Rico. 

Unas semanas después, el 24 de febrero, una manifestación cívica que conmemoraba el aniversario del inicio de la guerra de independencia de Cuba y Puerto Rico por José Martí, fue bárbaramente atacada por la policía en las inmediaciones de la ciudad universitaria. Ese día, las fuerzas represivas del régimen colonial, encabezadas por el coronel norteamericano Elisha Francis Riggs, perpetraron una sangrienta matanza en la localidad de Río Piedras que dejó un saldo de cuatro nacionalistas muertos y más de cuarenta heridos. Al año siguiente, en el primer aniversario de estos hechos luctuosos, dos jóvenes del Partido Nacionalista ejecutaron en las calles de San Juan al asesino coronel Riggs, en represalia por la masacre de Río Piedras. Capturados, estos militantes fueron fusilados, sin juicio previo, en un cuartel policiaco de la capital, y unas semanas después arrestados varios dirigentes nacionalistas, entre ellos el propio Albizu Campos, acusado de conspirar para derrocar por la fuerza al gobierno colonial de Estados Unidos en Puerto Rico. El líder independentista fue finalmente condenado a catorce años de cárcel y destierro, con trabajos forzados, en la prisión federal de Atlanta (Georgia).   

La ola represiva de las autoridades estadounidenses en la isla no se detuvo y el 21 de marzo de 1937, por orden del gobernador colonial Blanton D. Winship, fue brutalmente reprimida en Ponce otra manifestación pacífica de los independentistas, que reportó más de veinte muertos y dos centenares de heridos. La respuesta de los patriotas a estas bárbaras agresiones no se hizo esperar: en 1938 los nacionalistas realizaron un fracasado atentado contra el odiado gobernador colonial, preludio de nuevas acciones armadas por la independencia.

En medio de los cambios cosméticos en el status colonial de Puerto Rico, que llevaría entre 1950 y 1952 a la adopción del llamado Estado Libre Asociado, estalló un verdadero levantamiento popular, favorecido por la presencia de Albizu Campos en el país, liberado después de diez años de encierro.  Organizado por el propio Partido Nacionalista, la independencia fue proclamada en Jayuya, mientras la bandera nacional era enarbolada por Blanca Canales al grito de ¡Viva la República de Puerto Rico! Como parte de la brutal represión, trece nacionalistas fueron masacrados.

La insurrección independentista de 1950 terminó con el violento asalto, el 2 de noviembre de ese año, de la casa de don Pedro Albizu Campos, quien fue arrestado. El colofón de esta etapa de la lucha armada independentista, el 1 de marzo de 1954, fue el ataque a la Casa Blair, y al propio congreso norteamericano en Washington, por tres patriotas puertorriqueños encabezados por Lolita Lebrón. Encerrado otra vez en una prisión de Estados Unidos desde esta última fecha, el apóstol puertorriqueño fue sometido a vejámenes, torturas e incluso a experimentos de radiación –lo que se revelo en 1994- que acabaron con su vida el 21 de abril de 1965. El entierro del líder legendario de la independencia de Puerto Rico estremeció al país, cuyo ideario sigue vivo en las nuevas generaciones boricuas.

Fuente: informefracto.com 14 de febrero de 2020

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