La inmolación del presidente Vargas en Brasil

Por Sergio Guerra Vilaboy

El 31 de enero de 1951 el ex dictador brasileño Getulio Vargas, quien en los años treinta había llegado a imponer un régimen autoritario en Brasil, denominado Estado Novo, y que fuera derrocado al término de la Segunda Guerra Mundial, volvió al poder. Ahora reapareció con un programa que pretendía dar continuidad al desarrollo industrial del país y propiciar una serie de demandas populares, entre ellas la reforma agraria.

Durante este nuevo gobierno, Vargas amplió la siderurgia de Volta Redonda, creó una nueva hidroeléctrica, culminó varios proyectos desarrollistas y fundó, en octubre de 1953, una empresa estatal monopolista para los hidrocarburos: la hoy famosa Petrobrás. En 1952 también dictó las primeras disposiciones para contener la hemorragia de capitales provocada por las empresas extranjeras. La coyuntura favorable a las exportaciones, permitieron a la industria llegar a representar casi un cuarto de toda la producción nacional.

Pero hacia 1953 la situación se complicó, al caer en crisis la producción fabril, agotadas las posibilidades de la “sustitución de importaciones”. Al mismo tiempo, se producía el desplome de los precios de los tradicionales artículos de exportación –terminaba el efímero boom de la Guerra de Corea-, lo que repercutía en una aguda disminución del ingreso en divisas. Por añadidura, las empresas extranjeras continuaban la descapitalización del país con las constantes remesas a sus casas matrices, provocando endémicos déficits en la balanza de pagos. En estas condiciones, la oligarquía agrario-exportadora y la burguesía aliada al capital extranjero incrementó su hostilidad a Vargas, lo que se expresó en protestas en el parlamento, la prensa y las asociaciones profesionales.

Acosado por la derecha y la izquierda, Vargas realizó entonces una restructuración ministerial. Sacó de su gabinete a los elementos más conservadores e incorporó a personalidades progresistas como JoaoGoulart. En ese contexto, se adoptaron medidas de austeridad sin devaluar el cruzeiro, se sustituyó el sistema de las licencias de importación por uno de cambios múltiples, mientras se sostenía el crédito a la industria con nuevas emisiones y se fijaba un tope a la remisión de utilidades. El endurecimiento de la política nacionalista de Vargas también se manifestó en su acercamiento a la Argentina de Perón, la elaboración de un plan de reforma agraria y de una empresa estatal, semejante a la del petróleo, para el control de la electricidad (Electrobras).

La desestabilización económica propiciada por Estados Unidos, unido a la ineficacia de las medidas gubernamentales, produjeron una apreciable disminución del crecimiento industrial. La incontenible alza de los precios continuó, mientras el costo de la vida se elevó en un 40%, el doble de dos años antes. Los más afectados eran los trabajadores. En marzo de 1953 cerca de trescientos mil obreros de Sao Paulo pararon durante un mes, y exigieron aumento de salarios y el control de la inflación. El ascenso de la lucha popular fue facilitado por el Ministro de Trabajo Joao Goulart, quien no impedía las huelgas y promulgó un aumento del 100% en el salario mínimo.

Desde ese instante, la casi totalidad de la burguesía se volvió contra Vargas. La gran prensa acusó al mandatario de implantar una república sindicalista al estilo peronista, con Goulart a la cabeza, y sacaron a la luz pública los negocios sucios de algunas figuras del gobierno. La oposición también se hizo eco en las fuerzas armadas: el 8 de febrero de 1954 un grupo de altos oficiales envió un documento al Ministro de Guerra preocupados por lo que llamaban la pérdida de autoridad del ejército y reclamaban la suspensión de la ley del salario mínimo. La presión obligó a Vargas a dejar sin efecto esta medida y a sacar a Goulart de su gabinete.

La tormenta finalmente se precipitó el 5 de agosto, cuando un pistolero, al servicio de la guardia personal de Vargas, Gregorio Fortunato, el Ángel negro del Catete, como le puso la prensa-envuelto en la corrupción denunciada por la prensa opositora-, asesinó a un mayor de la aeronáutica al intentar eliminar al periodista Carlos Lacerda. El escándalo dio a la oposición los argumentos para acusar a Vargas y exigir su dimisión. Después de la última reunión del gabinete, en la madrugada del 25 de agosto, el anciano mandatario se suicidó en su dormitorio del Palacio del Catete, dejando un patético testamento político en el cual responsabilizaba por su muerte a la reacción interna y a los “grupos internacionales económicos y financieros”, vaticinando la inexorable liberación nacional y social del pueblo brasileño.

Fuente: www.informefracto.com – 8 de abril de 2020

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