El último general del Paraguay

Por Sergio Guerra Vilaboy

El general Bernardino Caballero Melgarejo, fue un héroe de la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza (1864-1870), agresiva coalición formada por Argentina, Brasil y Uruguay, con el auspicio de Inglaterra. El Centauro de Ibicuy, como se le conoció por su arrojo al frente de la caballería paraguaya, fue el último general en rendirse a los invasores, tras la muerte en combate en Cerro Corá del presidente de la república mariscal Francisco Solano López, el 1 de marzo de 1870.

Incorporado seis años antes al ejército, Caballero combatió en las principales batallas y combates de la Guerra Guasú (Grande) con los países vecinos, lo que le valió sucesivas promociones y reconocimientos. Como soldado, tuvo su bautismo de fuego, en diciembre de ese mismo año, en la campaña de Mato Grosso, que permitió la ocupación de este territorio brasileño, y ya alférez fue ayudante del propio mariscal López en la fortaleza de Humaitá. Por su activa participación en las descomunales batallas de Estero Bellaco y Tuyutí (mayo de 1866), entre las más mortíferas de la historia latinoamericana, fue ascendido y condecorado.

Capitán de caballería sobresalió por su bravura en Boquerón y Sauce (julio de 1866), y en la victoriosa batalla de Curupayty (septiembre), que paralizó durante un año la ofensiva enemiga, por lo que recibió la estrella de oficial de la Orden del Mérito. Impresionantes fueron sus cargas contra la caballería brasileña en Tyí y Tatayibá (octubre de 1867), que le significaron el grado de teniente coronel y otra Orden al Mérito. Al frente de toda una división, estuvo en la sangrienta segunda batalla de Tuyutí, y fue elevado al grado de coronel con nueva condecoración. Un año después, ya era general de brigada, apenas con 29 años, cuando la resistencia paraguaya adquiría rango de epopeya.

Tras luchar en Acayuazá (julio de 1868), se distinguió en la campaña de Piquisiry, en los combates de YtororóAbay y la batalla de Lomas Valentinas, en diciembre de ese  año, por lo que le fue conferida la Medalla de Amambay, último galardón conmemorativo de la contienda. En febrero de 1869 se impuso en Picada Diarte, aunque en la batalla de Acosta Ñú (agosto), protegiendo la retirada del gobierno a lugares más intrincados, no pudo impedir la masacre de cientos de niños que, con barbas postizas para parecer mayores peleaban a sus órdenes. Ascendido a general de división, fue enviado por el mariscal López, quizás para preservarlo, en busca de provisiones para los restos del ejército, acorralado en Cerro Corá.

Rodeado, junto con sus pocos hombres, por una división brasileña junto al río Apa, se rindió el 8 de abril al conocer de la muerte del presidente y sus principales allegados. Llevado como trofeo de guerra a Brasil, como el oficial sobreviviente de mayor graduación, estuvo prisionero hasta diciembre de 1870, representando con dignidad a un país derrotado, pero no vencido. Su regreso produjo una conmoción en su devastada patria, que tenía ahora menos de la mitad de sus habitantes y estaba ocupada por los invasores.

Levantado en armas en 1873 y 1874 contra el gobierno, formado por exiliados y los integrantes de la Legión paraguaya, que había combatido al lado de los extranjeros, el Centauro de Ibicuy logró despejar el camino a la primera magistratura de ex lopistas, incluyendo la suya propia entre 1880 y 1886. Pero su labor gubernamental no estuvo a la altura esperada, pues terminó plegado a los intereses de la recompuesta elite criolla y el capital foráneo, en una evolución parecida a la de otros héroes nacionales latinoamericanos de su generación como Porfirio Díaz en México o José Miguel Gómez en Cuba. Con el argumento de modernizar y reconstruir el país, enajenó a precios irrisorios el patrimonio nacional, que distinguía al Paraguay desde la época del doctor Francia, y en cuya defensa se habían inmolado centenares de miles de paraguayos en la Guerra Guasú.

Hasta su muerte, ocurrida en 1912, el general Caballero dirigió la Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado, fundado por él en 1887, que sigue siendo fuerza política principal en la antigua tierra guaraní. Una esclarecedora biografía de esta poco conocida figura histórica de Nuestra América, qué recomiendo a los lectores, es de la autoría del actual embajador de Paraguay en Cuba, doctor Bernardino Cano Radil y se titula Bernardino Caballero. Coraje y templanza al servició de la nación (2020).

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