La teoría de la dependencia

Por Sergio Guerra Vilaboy

El triunfo de la Revolución Cubana, seguido de la proclamación del socialismo en la Mayor de las Antillas y el auge de un movimiento revolucionario en todo el continente, abrió las ciencias sociales a la crítica de las tesis tradicionales sobre la existencia en América Latina de rezagos feudales, que debían liquidarse para impulsar el capitalismo, mediante una fase imprescindible de transformaciones democrático burguesas, como proclamaban entonces los partidos comunistas.

Una concepción diferente, que sirviera de sustento a la lucha por el socialismo en este continente, fue el caldo de cultivo para el surgimiento de la llamada teoría de la dependencia, a la que ya se ha referido en Informe Fracto Juan Paz y Miño, en su sugerente texto Dependencia e Industrialización. Desde los primeros momentos, sus seguidores se interesaron en los orígenes del subdesarrollo y las características de los regímenes socio-económicos americanos desde las grandes culturas originarias hasta la contemporaneidad. Con esa finalidad, se pusieron de moda textos relegados de Carlos Marx, Antonio Gramsci y José Carlos Mariátegui.

Los antecedentes inmediatos de la teoría de la dependencia estaban en la producción de dos autores de la primera generación de historiadores marxistas, surgida en los años cuarenta del siglo XX: el brasileño Caio Prado Junior y el argentino Sergio Bagú. Nos referimos a sus obrasFormación del Brasil contemporáneo (1942) e Historia económica del Brasil (1945), del primero, así como en Economía de la sociedad colonial (1949) y Estructura social de la colonia (1952), ambos subtitulados: Ensayo de historia comparada en América Latina, del segundo.

Lo más relevante de las obras de estos dos autores era su tesis sobre la implantación del capitalismo desde los albores de la conquista europea, opuesta a la visión de un régimen colonial marcado por el feudalismo hispano-portugués y a la consagrada interpretación evolucionista del positivismo, que reducía la historia a una sucesión progresiva de etapas, compartida a pie juntillas por la historiografía marxista. Al cuestionar la armónica articulación de las tesis liberal-positivista con el dogma stalinista del escalonamiento de modos de producción, Caio Prado y Bagú no sólo enriquecieron la historiografía marxista latinoamericana, sino que aportaron los nutrientes a la sociología dependentista que haría eclosión en los años sesenta.

Para agitar el debate académico aparecieron ensayos como América Latina, ¿feudal o capitalista? (1966) del historiador chileno Luis Vitale o el conocido libro del canadiense André Gunder Frank: Capitalismo y Subdesarrollo en América Latina (1967), vinculado al marxismo circulacionista de Leo Huberman y Paul Sweezy, divulgado por Monthly Review de Estados Unidos. Después de dos décadas de predominio de la concepción que entendía al subdesarrollo como una rémora precapitalista, se presentaba una novedosa interpretación que lo consideraba consecuencia del sistema capitalista mundial.

De la acalorada polémica de los años sesenta y setenta del siglo XX salieron una serie de textos que rechazaban ciertas conclusiones sociológicas-dualismo estructural, todas las variantes del funcionalismo y el desarrollismo-sobre el proceso histórico latinoamericano, así como las que procedían del marxismo de impronta stalinista. Entre los más conocidos exponentes de la llamada teoría de la dependencia estuvieron los brasileños Fernando Henrique Cardoso, Theotonio dos Santos, Rui Mauro Marini y el afamado periodista uruguayo Eduardo Galeano, quien en su best seller Las venas abiertas de América Latina (1971) llevó estas ideas al extremo. Una de las más fundamentadas críticas a sus presupuestos, que diagnosticaban capitalismo sólo por la existencia de moneda y comercio, exaltando el nacionalismo y menospreciando las luchas clasista autóctonas, provino del sociólogo ecuatoriano Agustín Cueva en su libro El desarrollo del capitalismo en América Latina (1978).

El debate abierto a escala internacional puso de relieve la necesidad de estudios de caso e investigaciones de campo que permitieran la comprobación en la pasada realidad de estas tesis abstractas y permitieran una más fundamentada comprensión de las relaciones de producción, el carácter de la economía, la acumulación del capital, la estructura de clases y otros temas de la historia social y económica de América Latina. De este modo, se abrieron nuevas indagaciones, basadas en los aportes de la moderna historiografía marxista inglesa y francesa, la escuela de los Annales y la New Economic History norteamericana, sobre haciendas, plantaciones, esclavitud, entre otros muchos tópicos, que conllevaron la diversificación de las fuentes utilizadas y abrieron la transición de la historia tradicional a una nueva historia.

Fuente: www.informefracto.com – 20 de noviembre de 2020

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