Rebelión de los encomenderos

Por Sergio Guerra Vilaboy

La conquista de América propició el surgimiento de una privilegiada casta de encomenderos, enriquecidos con el sometimiento de los pueblos originarios. Ante la política de la monarquía española de limitar sus insaciables ambiciones y creciente poderío, muchos de ellos se rebelaron e incluso algunos llegaron a acariciar la idea de fundar reinos independientes, como intentaron en México los hijos de Hernán Cortés.

El origen de este episodio está en la implantación de la autoridad de Carlos V en todas sus posesiones americanas, después de someter a los comuneros y a los señoríos feudales en la propia metrópoli, para impedir la desobediencia de los conquistadores y sus descendientes. La propia Corona concedía con mucho cuidado los títulos nobiliarios y las tierras, que se entregaban desvinculadas de las encomiendas.

Para limitar las prerrogativas de los encomenderos, el monarca aprovechó las protestas de algunos sacerdotes, entre ellos el dominico Bartolomé de Las Casas, que denunciaban la terrible situación de los indígenas y los excesos de la conquista. El propio Las Casas fue protagonista en Valladolid (España) de una controversia doctrinal con Ginés de Sepúlveda, quien legitimaba la explotación aborigen siguiendo una vieja tesis aristotélica. En esa oportunidad, Las Casas no sólo ofreció una visión idílica del mundo indígena, sino que también, sin proponérselo, inauguró la leyenda negra de la conquista española de América en su conocido alegato Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552). 

Para reafirmar su autoridad, Carlos V promulgó en 1542 las llamadas Leyes Nuevas, un conjunto de 40 normas que, prohibían la esclavitud y los trabajos forzados de los aborígenes y limitaban las encomiendas, suprimiendo su herencia. Las comunidades indígenas quedaban protegidas en resguardos, con la obligación de pagar tributos. La imposición de esta legislación por los funcionarios reales produjo levantamientos armados de los encomenderos. Gonzalo Pizarro, hermano del conquistador del Perú, se sublevó contra el virrey Blasco Núñez de Vela. Los dos ejércitos se enfrentaron en una llanura al norte de Quito, donde el representante real fue vencido y ejecutado (1546). Su sucesor, el clérigo Pedro de la Gasca, hizo concesiones a los rebeldes hasta acumular importantes efectivos, con los que derrotó a los pizarristas en Jaquijaguana, cerca del Cuzco, a inicios de 1548. Los principales implicados fueron ajusticiados, entre ellos Gonzalo Pizarro.

En el propio territorio peruano hubo otro levantamiento en 1553 liderado por Francisco Hernández Girón que también terminó con la ejecución del caudillo. El enviado de la Corona, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, llegado a Paraguay en 1544, fue expulsado por los conquistadores españoles al intentar frenar las encomiendas y poner fin a la poligamia. Algo parecido sucedió en Nicaragua, donde los hermanos Hernando y Pedro Contreras, nietos del famoso conquistador Pedrarias Dávila, se alzaron en 1550, alentados por su madre y encomenderos rebeldes que huían de Perú. Tras ejecutar al obispo, los sublevados se trasladaron a Panamá, donde fueron finalmente derrotados, empresa que costó la vida a los propios Contreras.

Por último, en el Virreinato de Nueva España, el cumplimiento de las Leyes Nuevas provocó una conspiración liderada por el marqués del Valle, Martín Cortés Zúñiga, hijo del conquistador de Tenochtitlan, nombrado capitán general después de su regreso de España, pues el segundo virrey de México, Luís de Velasco, había muerto. Enfrentado a los oidores de la capital, cobró fuerza la idea de coronarlo como rey de Nueva España, movimiento reprimido en ciernes por el visitador Alonso Muñoz. Martín Cortes fue detenido en 1566–su medio hermano mestizo, hijo de su padre con la Malintzin, incluso fue torturado- y decapitados Alonso y Gil González de Ávila. La llegada del nuevo virrey, Gastón de Peralta, tranquilizó la situación y evitó se les aplicara la pena de muerte. Al año siguiente, el marqués del Valle fue enviado a España, sancionado al destierro en Orán y confiscados sus bienes.

Las extendidas protestas de los conquistadores y sus descendientes obligaron a la Corona a una aplicación parcial de las Leyes Nuevas, aunque no impidió que las encomiendas de “servicios” fueran desapareciendo ante las de tributos. De este modo, la explotación de los indígenas mediante el sistema de encomiendas fue perdiendo su importancia en la sociedad colonial, a pesar de que muchos beneficiarios pudieron conservarlas por más de una generación.

Fuente: www.informefracto.com – 19 de enero de 2021

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