Braceros antillanos en Cuba

Por Sergio Guerra Vilaboy

En las primeras tres décadas del siglo XX ingresaron a Cuba 337 mil braceros antillanos para trabajar en la cosecha azucarera, mientras otra cantidad imprecisa lo hizo en forma ilegal. Los inmigrantes buscaban aliviar la difícil situación económica en sus lugares de residencia, atraídos por las oportunidades de trabajo creadas en la mayor isla del Caribe por la expansión de la industria azucarera.

Dominada por grandes compañías norteamericanas, el vertiginoso crecimiento de la producción de azúcar cubana requería braceros extranjeros, cuya entrada era limitada por la Orden Militar de 1902 dictada durante la primera ocupación de Estados Unidos. La presión desarrollada por las grandes empresas sobre los primeros gobiernos cubanos, permitió que desde 1906 se otorgaran permisos especiales para el ingreso de trabajadores de Jamaica y Haití.

El alza de los precios del azúcar durante la Primera Guerra Mundial agudizó la escasez de brazos para las largas cosechas y obligó a las poderosas compañías foráneas a gestionar nuevas autorizaciones. En 1917, el gobierno cubano aceptó la entrada de braceros hasta dos años después que concluyera la contienda mundial, con la condición de que fueran reembarcados después de la cosecha. La concesión disparó la entrada de antillanos, permitiendo a los plantadores aumentar sus producciones sin incrementar los salarios. Ya en 1918 lo hicieron 18 mil, cifra que llegó a 60 mil dos años después, cuando comenzó a descender compulsado por la caída del precio del azúcar. En 1931, de la población de extranjeros en Cuba, cerca de medio millón de personas, el 17,7% eran haitianos -la segunda comunidad de inmigrantes después de los españoles- y los jamaicanos significaban el 6,5%.

La mayor parte de los braceros que entraban a Cuba por la vía legal se marchaba al terminar la cosecha, aunque muchos repetían varias veces. Para sus traslados, el administrador de la United Fruit Company en Cuba, una de las empresas norteamericanas que más inmigrantes necesitaba en sus plantaciones, recomendaba a sus contratistas que cargaran “tantos trabajadores como el barco pueda alojar de acuerdo a las leyes de Haití, y que nosotros estimamos en proporción de un hombre por cada tonelada neta”. De ahí que los braceros no hubieran mejorado mucho en comparación con el hacinamiento de sus antecesores africanos, pues según los datos del almirantazgo de Nantes –el primer puerto de la trata de Francia durante el siglo XVIII-, el buque negrero típico transportaba dos hombres por tonelada.

Desde fines de los años veinte aumentaron los cuestionamientos a la inmigración de braceros ante las restricciones a las cosechas por la continua caída del precio del azúcar, como un periódico provinciano cubano que en 1928 se quejaba de que “anualmente mil cubanos abren los cortes y hacen la tarea de 3000 haitianos. Cuando éstos llegan y unos jornales irrisorios son pagados, entonces la mayoría de aquellos abandonan los cortes[… pues] se alimentan de frijoles y boniatos sembrados en las carreteras por las empresas y por tanto apenas gastan[… o]  se ven obligados a comprar en el barracón del latifundio azucarero.”

Como resultado de la crisis económica mundial el masivo desempleo de los trabajadores cubanos puso fin en 1931 a la entrada de braceros y dos años después se ordenó la repatriación de los que todavía estaban en la isla, por lo que fueron expulsados en los años siguientes unos 40 mil jamaicanos y 18 mil haitianos, aunque muchos se quedaron para siempre en la isla, a pesar del mal trato y la discriminación.

Los braceros antillanos en Cuba jugaron un papel importante en el desarrollo de la nación cubana y su huella sigue presente en la identidad nacional. En reconocimiento al extraordinario sacrifico de estos trabajadores caribeños, los que todavía vivían en la isla al triunfo de la Revolución, fueron considerados en 1967 como cubanos a todos los efectos de la seguridad social, lo que benefició a 28 mil personas. Al fundamentar esta honrosa decisión, la propia resolución señalaba que esos hombres “fueron esquilmados inmisericordemente y vejados y discriminados por su triple condición de peones agrícolas, negros y extranjeros […] devengando salarios misérrimos aún más bajos que los que percibían los trabajadores cubanos, viviendo en condiciones infrahumanas, privados de todo derecho y de todo amparo, merced a la arbitrariedad del mayoral, la estafa del tendero, el plan de machete de la guardia rural y la amenaza constante de ser totalmente despojados y reembarcados a su país de origen.”

Fuente: www.informefracto.com – 22 de junio de 2021

Publicado por ADHILAC Internacional © www.adhilac.com.ar

Si Ud. desea asociarse de acuerdo a los Estatutos de ADHILAC (ver) complete el siguiente formulario (ver)

E-mail: info@adhilac.com.ar

Twitter: @AdhilacInfo

Ver Presentación de ADHILAC