Carta de Miranda al Conde de Floridablanca

Conde de Floridablanca izquierda

Londres, 15 de julio de 1789

Exmo. Señor

Muy Señor mío:

Sírvase V.E. dispensarme el que, al cabo de la jornada, le recuerde mi carta de 1º de agosto de 1785 por donde tuve el honor de informarle, captando su beneplácito, mi resolución de pasar a Prusia con el fin de asistir a las Revistas generales que el difunto Rey Federico II pasó a sus ejércitos, que conseguí efectivamente mediante el permiso y benigna acogida que merecí de S.M.

De aquí seguí a Sajonia, Bohemia, Austria, Hungría, etc., con el propio objeto y, mediante la asistencia de los ministros de España en estos parajes, logré satisfacer igualmente mis deseos por lo que mira a tropas, campamentos y asuntos militares. Después bajé a Italia, donde la historia, antigüedades, las bellas artes y literatura me detuvieron cerca de un año que viajé en ella incógnito.

Pasé luego al continente de la antigua Grecia, sus islas, archipiélago, Egipto, Asia Menor y hasta Constantinopla, cuyos países no son menos interesantes por todos términos que los antecedentes. Atravesando el Mar Negro, fui a desembarcar a Otchakov y después a Kherson; di vuelta a la Táurida en compañía de S.A. el Príncipe de Potemkin que me hizo ver además el ejército ruso, que allí estaba a la sazón, y con amistosa instancia me obligó a ir a Kiev, donde fui por él presentado a S.M. la Emperatriz de las Rusias, que me acogió con suma benevolencia honrándome de mil distinciones. A su Majestad el Rey de Polonia, que vino a Kaniev, visité igualmente, y siguiendo mis viajes hacia el Norte, fui a Moscú, San Petersburgo, Finlandia y Laponia.

Pasé el Báltico y desembarqué en Estocolmo, donde tuve también el honor de tratar al Soberano [Gustavo III] y ver cuánto el país encierra de interesante en minas, arsenales, marina, milicia, etc., mediante las recomendaciones con que la magnanimidad de S.M. la Emperatriz Catalina II quiso favorecerme a la despedida.

Luego estuve en Noruega, pasé el Sund y vine a Copenhague donde me detuve lo crudo del invierno y recibí igual distinción y acogida de la Corte, sin embargo de un infame párrafo que a este tiempo se publicó contra mí en las Gacetas de Europa, atribuido generalmente al ministro de España en Estocolmo, que tuve a bien despreciar. Después he estado en otras partes de Alemania, Holanda, Zelandia, Flandes, Cantones Suizos y finalmente por toda Francia que he examinado con despacio por más de ocho meses, hasta fines del pasado que dejé Versalles en bastante confusión y me vine a esta capital.

Inmediatamente pasé casa del Exmo. Señor Embajador don Bernardo del Campo, creyendo seguramente encontrar en su poder la pronta determinación del Rey, que V.E. me prometió por dos cartas suyas de 26 de mayo y 18 de julio de 1785; mas la respuesta ha sido que nada ha recibido ni nada se le ha avisado relativo a mis asuntos en todo este pasado intervalo de cuatro años cumplidos. Y así, permítame V.E. le importune de nuevo con mis letras, pues siendo indispensable para el arreglo puntual de mis negocios, y para tomar un partido decisivo, saber la resolución que a mi Representación ha dado o tiene a bien dar Su Majestad, le he de merecer a V.E. se sirva comunicármela cuanto antes fuese posible.

Excuse V.E. igualmente la narración tediosa de mi giro, que sólo he expuesto para que vea en qué se ha empleado el pasado tiempo y los parajes en que vienen los episodios de Constantinopla y Petersburgo, que con escándalo, poco más o menos, y tal vez exageración, se remitieron a V.E. y que no he querido referir aquí porque, siendo el primero asunto puramente personal (esto es, una grosería de la parte del señor de Bouligny [Embajador de España] y repulsa indiferente de la mía) nada tiene que hacer con V.E., y el segundo, se encierra todo en una concisa carta de doce líneas que respondía a otra grosera que escribió el Encargado de Negocios don P. Macanaz, que sin duda la habrá remitido original a V.E., que juzgaría mejor dejando comentarios aparte.

Es cierto que se me han ofrecido muy ventajosos partidos en Europa y aun en la América Septentrional cuando pasé por ella; mas también es positivo, por más que se haya dicho, que ninguna resolución he tomado aún… contando siempre dejar la decisión de este importante asunto para el fin de mis viajes que concibo ya terminados, y por ello repito a V.E. me haga el favor de comunicarme una respuesta o resolución cualquiera sobre mis consabidos asuntos, con la brevedad posible.

Nuestro Señor guarde la apreciable vida de V.E. muchos años. Exmo. Señor, B.L.M de V.E., su más atento y obediente servidor.

Francisco de Miranda

T. XVIII, f. 38 Viajes.

Transcripción de Gloria Heriquez Uzcategui y Miren J. Basterra. Academia Nacional del Historia. Venezuela

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