La mayor batalla en la historia de América Latina

Por Sergio Guerra Vilaboy

La batalla de Tuyutí, ocurrida durante la Guerra de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay) contra Paraguay (1864-1870), es considera la más descomunal y mortífera de toda la historia latinoamericana. Se produjo después de las derrotas militares sufridas por el ejército paraguayo fuera de sus fronteras, en la primera etapa de la contienda fratricida.

Obligado a adoptar una política de guerra defensiva, el presidente Francisco Solano López ordenó en octubre de 1865 la evacuación de las regiones ocupadas en Entre Ríos, Corrientes y Río Grande do Sul. Fueron retirados básicamente los efectivos del coronel Isidoro Resquín, que se hallaban inactivos desde agosto en Bella Vista. Para esperar al enemigo, el mariscal López estableció su cuartel general en la fortaleza de Paso de la Patria, pocos kilómetros al norte del fortín Itapirú, en la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay. A su espalda tenía los nada desdeñables bastiones de Curuzú, Curupayty, y Humaitá, que vigilaban el acceso al río que da nombre a la acosada república sudamericana.

Durante varios meses los dos contendientes se conformaron con estudiarse, aguas fluviales de por medio. Reunidos en Corrales, en la orilla izquierda del Paraná, se habían concentrado no menos de 45 mil soldados aliados: 30 mil brasileños, 12 mil argentinos y 3 mil orientales. Sólo se esperaba que los acorazados imperiales asegurasen el dominio del río, para iniciar el avance del ejército más poderoso reunido hasta entonces en América Latina. Los paraguayos, a pesar de la superioridad aliada, realizaron audaces incursiones al mando del coronel José Eduvigis Díaz. Atacaban a las avanzadas enemigas y obligaban a huir tierra adentro a sus unidades de caballería.

Los aliados, comandados por el general argentino Bartolomé Mitre, desembarcaron en el litoral paraguayo el 16 de abril de 1866, cerca de Laguna Vera, casi en la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay, tras observar la zona con sus globos aerostáticos. Hasta allí los condujo una enorme flota brasileña, compuesta por 30 vapores de transporte y 22 buques de guerra dotados de hélice. De ellos, cuatro eran acorazados y uno poseía incluso torretas artilladas giratorias. Los bombardeos de la escuadra no tardaron en demoler los fuertes de Itapirú y Paso de la Patria, para obligar a los defensores a replegarse al interior.

Dos semanas después, el 2 de mayo de 1866, Estero Bellaco servía de preámbulo a la batalla monumental que se avecinaba. En ese sitio, ambos bandos se enfrentaron con un saldo de dos mil bajas cada uno, aunque los paraguayos consiguieron arrebatar a los invasores cuatro piezas de artillería y varios carros con armamento moderno. El día 24, los 25 mil hombres del ejército paraguayo atacaron, al grito de ¡Viva la República del Paraguay! ¡Independencia o muerte!, a los 40 mil aliados, protegidos por fosas y 150 cañones, asentados en la única parte seca de Tuyutí, rodeada de pantanos.

En esta terrible batalla las tropas de Mitre sufrieron 13 mil bajas, incluido el general brasileño Antonio de Sampaio, muerto en combate. Por su parte, los paraguayos, guiados por los altos oficiales Vicente Barrios, Díaz y Resquín, perdieron cerca de 14 mil hombres, más de la mitad de ellos muertos. En cuestión de horas habían perecido más de 15 mil personas en la batalla más sangrienta en la historia de América. Al caer la tarde, en los cañadones y esteros de Tuyutí quedaban los restos del mejor ejército del Paraguay y la elite de su oficialidad, lo que dio a los aliados desde entonces una superioridad numérica que sería decisiva en el curso ulterior de la contienda. En esa batalla los vencedores capturaron 350 prisioneros, 4 cañones, 5 mil rifles y 5 banderas.

Una de estas enseñas se la arrebataron a un soldado herido, que había dedicado los últimos instantes de su vida a desgarrarla, para evitar cayera en manos del enemigo. Los episodios heroicos se repetían a diario en las trincheras paraguayas. El propio mariscal brasileño Luis Alves de Lima e Silva, marqués de Caxias, se vio obligado a admitir en despacho privado al emperador Pedro II: “Todos los encuentros, todos los asaltos, todos los combates habidos desde Coímbra a Tuiutí, muestran y sostienen de una manera incontestable que los soldados paraguayos son caracterizados de una bravura, de un arrojo, de una intrepidez, y de una valentía que raya a ferocidad sin ejemplo en la historia del mundo.

Fuente: www.informefracto.com – 6 de noviembre de 2020

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