La Rebelión de Túpac Amaru

Selección de documentos

Izquierda: «Bolivia candente». Victoria Crisorio.

1. Copia de capítulo de un diario de Arequipa de 4 de enero de 1781

Algunos que últimamente han llegado fugitivos de la provincia de Azángaro, aseguran que, cuando entró el rebelde [Túpac Amaru] en dicha provincia, traía a su lado cuatro hombres enmascarados, los que no trataban con ninguno, y esta noticia se ha repetido, y conviene con la que dio Zavala, y es como sigue:

 

«El ejército era muy considerable, y fuera de la infantería, llevaba sobre mil hombres de caballería, españoles y mestizos, con fusiles, y al lado izquierdo y derecho de Tupac Amaru iban dos hombres rubios y de buen aspecto que le parecieron ingleses. Tupac Amaru iba en un caballo blanco, con aderezo bordado de realce, su par de trabucos naranjeros, pistolas y espada, vestido azul de terciopelo, galoneado de oro, su cabriolé en la misma forma, de grana, y un galón de oro ceñido en la frente, su sombrero de tres vientos, y encima del vestido su camiseta o unco, figura de roquete de obispo, sin mangas, ricamente bordado, y en el cuello una cadena de oro, y en ella pendiente un sol del mismo metal, insignias de los príncipes, sus antepasados.»

 

2. Oficio de José Gabriel Tupac Amaru al ilustrísimo señor obispo del Cuzco


Ilustrísimo señor:

El católico celo de un hijo de la iglesia, como profeso cristiano en el sacrosanto bautismo, no puede en ninguna época profanar los sagrados tabernáculos del Dios a quien adora , ni ofender a sus sacerdotes, a menos que fuese necseario la detestación de la fe y abrazar los extremados y torpes vicios del libertinaje, con el abuso de reformar las cargas gravosas de unos fenómenos, titulados corregidores, y las mayores pensiones que se han ido introduciendo cn la creación de una casa general de aduanas, y más gabelas que se inspeccionan a las miserables puertas de los fieles vasallos de mi nación, propagándolas con inexorabilidad un segundo Pizarro en la tiranía, que no sólo grava la nación, sino aun a las demás naciones.

 

Y esperando que otro u otros sacudiesen el yugo de este faraón, salí a la voz y defensa de todo el reino, para excusar los mayores inconvenientes, hurtos, hominidios cn otros ultrajes y acciones inusitadas, que, aunque hoy se me note de traidor y rebelde, infiel y tirano a nuestro monarca Carlos, dará a conocer el tiempo que soy su vasallo y que no he desmentido un punto intencionalmente a mi Santa Iglesia y católico monarca, pues sólo pretendo quitar tiranías del reino y que se observe la santa y católica ley, viviendo en paz y quietud. Para lo que envío mis embajadores a ese cabildo, para que en mutua quietud me entreguen esa ciudad y no me den lugar a tomarla por fuerza, porque entonces le entraré a sangre y fuego.

 

V.S. Ilma. no se incomode con esta novedad, ni perturbe su cristiano fervor, ni la paz de los monasterios, cuyas sagradas vírgenes e inmunidades no se profanarán en ningún modo, ni sus sacerdotes serán invadidos con la menor ofensa de los que me siguieren. Los designios de mi saneada intención son que, consiguiendo la libertad absoluta de todo género de pensiones a mi nación, el perdón general de mi aparentada deserción del vasallaje qeu debo, y el total abolimiento de las aduanas, de la extensión de los resortes de la visita del reino, luego me retiraré a una Tebaida a donde pida misericordia, y V.S. Ilma. me imparta todos los senderos documentos para mi glorioso fin, que mediante la divina misericordia espero, a cuyo fin aspiro, a quien clamo con los mayores ahíncos de mi alma por la importante vida V.S. Ilma. Tungasuca, 12 de diciembre de 1780. José Gabriel Tupac Amaru, Inca

 

 

3. Providencia del Exmo. señor virrey D. Juan José de Vértiz

Cuzco, 15 de enero de 1871

Con presencia de lo que expone el abogado fiscal, de lo que informan los corregidores de Azángaro, Lampa y Chucuito y documentos con que se hacen constar los horrendos y escandalosos delitos en que ha incurrido el indio José,  que se apellida Tupac Amaru, que abusando del real nombre y afectando falsamente tener comisión del soberano, dio muerte públicamente a su corregidor D. Antonio de Arriaga, se manifiesta la rebelión contra la majestad y se hacen constar las hostilidades con que ha invadido los estados, proivncias y vasallos fieles y de mi mando, y emisarios y espías que ha dirigido para revolverlos y pervertirlos, turbar la paz de los pueblos e introducir en ellos el fuego de la guerra; con reflexión a loq ue el derecho de gentes en semejantes casos previene, y el real y munipal de estos reinos ordena, y a la inminencia del peligro y la necesidad de acudir  a los gravísimos daños y sumos males que amenaza el Estado, y de cortar en el tiempo preciso el rápido curso con que la malicia introudce en los corazones sencillos el contagio pernicioso de dicha revolución; he resuelto declarar, como por las presentes letras declaro, al enunciado José por rebelde a la majestad y enemigo del Estado, y mandar, como mando, se le haga a él y a todos los que su partido siguen, la guerra y cuantas hostilidades y daños puedan los fieles vasallos del rey, en sus personas y bienes. Apruebo las providencias a este fin tomadas por los corregidores de Azángaro, Lampa y Chucuito, D. Lorenzo Zata y Zuviría, D. Vicente Hore Dávila y D. Ramón de Moya y Villareal, a quienes se les corresponda y prevenga lo conveniente, y recomiende la fidelidad y buen servicio del caicque gobernador del pueblod e Azángaro, coronel  D. Diego Chuquiguanca; y, porque el más importante de la salud pública y más eficaz medio para reponer en tiempo y de un solo golpe de mano diestra, el buen orden y estado pacífico, consistirá en exteripar el ambicioso origen y estado pacífico, consistirá en extirpar el ambicioso origen de todos los males que padecen los pueblos, segando la cabeza del rebelde José, he ordenado se sitúen y tengan a disposición de cualesquiera de los fieles vasallos u otra persona que este servicio haga, 10.000 pesos corrientes de plata, acuñada en cualesquiera de las cajas de este virreinato, en que haga constar haberlo ejecutado, y 20.000 de la misma moneda, al que lo entregase prisionero; de manera que se pueda hacer justicia en su persona para el escarmiento y ejemplo de los demás rebeldes sus secuaces. Y si cualquiera de éstos, arrepentido de sus errores y descamino, ejecutase el mismo servicio, a más de la retribución pecuniaria, se le concederá el perdón de su culpa y pena por ella merecida. Lo que mando se publique y haga notorio en la manera conveniente.

Vértiz

El marqués de Sobremonte

 

4. Castigos ejecutados en la ciudad de Cuzco con Tupac Amaru, su mujer, hijos y confidentes

 

El viernes 18 de mayo de 1781, después de haber carcado la plaza con las milicias de esta ciudad del Cuzco, que tenían sus rejones y algunas bocas de fuego, y cercada la horca de cuatro carac con el cuerpo de mulatos, y humanguino, arreglados todos con fusiles y bayonetas caladas, salieron de la Compañía nueve sujetos que fueron los siguientes: José Berdejo, Andrés Castelo, un zambo, Antonio Oblitas (que fue el verdugo que ahorcó al general Arriaga), Antonio Bastidas, Francisco Tupac Amaru, Tomada Condemaita, caica de Acos, Hipólito Tupac Amaru, hijo del traidor, Micaela Bastidas, su mujer, y el insurgente José Gabriel. Todos salieron a un tiempo, y uno tras otro venían con sus grillos y esposas, metidos en unos zurrones, de estos en que se trae yerba del Paraguay, y arrastrados a la cola de un caballo aparejado. Acompañados de los sacerdotes que los auxiliaban, y custodiaban de la correspondiente guardia, llegaron todos a pie de la horca, y se les dieron por medio de dos verdugos las siguientes muertes. A Berdejo, Castelo, al zambo y a Bastidas, se les ahorcó llanamente; a Francisco Tupac Amaru, tío del insurgente, y a su hijo Hipólito se les cortó la lengua antes de arrojarlos de la escalera de la horca; y a la india Condemaita se le dio garrote en un tabladitllo, que estba dispuesto con un torno de fierro que a este fin se había hecho y que jamás habíamos visto por acá, habiendo el indio y su mujer visto con sus ojos ejecutar estos suplicios hasta en su hijo Hipólito, que fue el último que subió a la horca. Luego subió la india Micaela al tablado, donde asimismo, a presencia del marido, se le cortó la lengua, y se le dio garrote, en que padeció infinito, porque teniendo el pescuezo muy delgado, no podía el torno ahogarla, y fue menester qeu los verdugos, echándole lazos al pescuezo, tirando de una y otra parte, y dándole patadas en el estómago y pechos, la acabasen de matar. Cerró la función el rebelde José Gabriel, a quien se le sacó a media plaza; allí le cortó la lengua el verdugo y despojado de los grillos y esposas, lo pusieron en el suelo, atáronle las manos y pies cuatro lazos, y asidos éstos a la cincha de cuatro caballos, tiraban cuatro mestizos a cuatro distintas partes, espectáculo que jamás se había visto en esta ciudad. No sé si porque los caballos no fuesen muy fuertes, o porque el indio en realidad fuese de fierro, no pudieron absolutamente dividirlo, después que por un largo rato lo estuvieron tironeando, de modo que lo tenían en el aire, en un estado que parecía una araña. Tanto que el Visitador, movido de compasión, porque no pedeciese más aquel infeliz, despachó de la Compañía (1) una orden, mandando le cortase el verdugo la cabeza, como se ejecutó. Después se condujo el cuerpo debajo de las horca, donde se le sacaron los brazos y pies. Esto mismo se ejecutó con las mujeres, y a los demás se les sacaron las cabezas para dirigirlas a diversos pueblos. Los cuerpo del indio y de su mujer se llevaron a Picchu, donde estaba formada la hoguera, en la que fueron arrojados y reducidos a cenizas, las que se arrojaron al aire y al rieachuelo que por allí corre. De este modo acabaron José Gabriel Tupac Amaru y Micaela Bastidas, cuya soberbia y arrogancia llegó a tanto, que se nominaron reyes del Perú, Chile, Quito, Tucumán y otras partes, hasta incluir el Gran Paitití, con otras locuras a este tono.

 

Este día concurrió un crecido número de gente, pero nadie gritó, ni levantó una voz; muchos hicieron reparo y yo entre ellos, de que entre tanto concurso no se veían indios, a lo menos en el traje mismo que ellos usan, y, si hubo algunos, estarían disfrazados con capas o ponchos. Suceden algunas coas que parece que el diablo las trama y dispone, para confirmar a estos indios en sus abusos, agueros y supersticiones. Dígolo porque, habiendo hecho un tiempo muy seco y días muy serenos, aquél amaneció tan toldado, qeu no se le vio la cara al sol, amenazando por todas partes a llover; y a hora de las 12, en que estaban los caballos estirando al indio, se levantó un fuerte refregón de viento, y tras éste un aguacero, que hizo que toda la gente, y aun las guardias, se retirasen a toda prisa. Esto ha sido causa de que los indios se hayan puesto a decir que el cielo y los elementos sintieron la muerte del Inca, que los españoles inhumanos e impíos estabana matando con tanta crueldad.

 

Fuente: «La Rebelión de José G. Tupac Amaru», en Colección Pedro de Angelis, Tomo VII. Editorial Plus Ultra. 1971.

 

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