Por Salvador E. Morales Pérez
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Morelia, Mich., mayo, 2012
Arturo Roig (derecha). Foto: Carolina Crisorio
Las malas noticias vuelan a muy alta velocidad. Y la del fallecimiento del entrañable maestro de vida e ideas, Arturo Andrés Roig, me llegó cuando su cuerpo apenas era envuelto por el velo de la muerte. Una mano amiga, discípula cercana al maestro, me envió de inmediato el triste mensaje. Sabía de mi admiración y afecto por Arturo, como le decían sus alumnos con igual grado de confianza y devoción. Sabía cuanta tristeza me iba a causar. Lo comuniqué a los amigos comunes cercanos y del estupor pasamos a planear cómo le podríamos rendir los honores y el reconocimiento póstumo que merece. De ahí la nota, para Archipiélago, y de la nota este homenaje más extenso, que de seguro será ampliamente superada por quienes fueron discípulos y colegas mucha más cercanos y enterados.
Digamos de entrada, para quienes no tuvieron la dicha de conocerlo y de accfeder a sus numerosas y sabias aportaciones que Arturo Andrés Roig Simon no fue solo un destacado filósofo de nuestra América, un pensador original e innovador, ha sido un notabilísimo historiador del pensamiento americano. Su obra reveladora – que de seguro se recopilará y difundirá por las cuatro esquinas de nuestro continente – está inscrita en esa gran corriente intelectual que ha dedicado sus esfuerzos intelectuales a poner de relieve las contribuciones de nuestros intelectuales al conocimiento y destino del ser americano. Contribuciones que comenzó en su tierra natal, pero que con las peripecias de una vida comprometida con las mejores causas, fue regando por cuanta latitud puso bajo sus plantas y bajo su mirada escudriñadora.
Roig nació en parto doble con su hermano mellizo Fidel, quien fuera célebre botánico, en la ciudad de Mendoza, en el occidente de la República Argentina, más cercana a Santiago de Chile que a Buenos Aires. Vino al mundo en los significativos años veinte, cuando nuestro mundo americano se estremecía de agitaciones sociales y estudiantiles de nuevo cuño, el 16 de julio (en otras referencias se dice que en septiembre porque fue registrado dos meses después) de 1922, para mayor precisión. Su padre, Fidel Roig Matóns, era uno de los tantos inmigrantes procedentes de la península ibérica, de Girona, para más precisión, obviamente catalán, que llegaban a la América en busca de un mejor destino. Don Fidel, echó firmes raíces. Como fue corriente en aquellos transterrados fijó sus ojos en una criolla, María Isabel Petazzi, nativa de Mendoza de origen franco- italiano y profesora de primaria de la escuela nueva.
Fidel Roig Matóns, no fue un inmigrante sin estudios como era la mayoría de quienes venían a hacer la América, había sido primer violín en el teatro municipal de su ciudad natal. Ofreció conciertos en Buenos Aires, pero fue en Mendoza el lugar en el cual terminó radicándose hacia 1909. En esa ciudad había tomado parte de un cuarteto de cuerdas. También formó familia. En ese ambiente de música y de magisterio nació y fue formándose Arturo Andrés Roig. Ambiente artístico e intelectual que impregnaría su niñez y que se diversificó aun más cuando su padre, se dedicó a la pintura de paisajes, hechos históricos y personalidades extraordinarias como José de San Martín y su famoso cruce de los Andes. Intensamente impresionado por lo americano – le llamaron “pintor de los Andes” y “pintor de altas cumbres” – plasmó en imágenes de relevante sensibilidad humanística, los prototipos de un pueblo autóctono al borde de la extinción, el de los huarpes o warpes de la Laguna de Huanacache, aunque también abordó otros temas americanistas, reveladores de su profunda inserción en su segunda patria, en donde falleció en el año de 1977.
De modo que Arturo Andrés tuvo la suerte de nacer y crecer en un ambiente propicio a las inquietudes intelectuales, un hogar muy ilustrado para los parámetros usuales de la época. Estas condiciones le orientaron hacia estudios universitarios que aun no eran bien apreciados como las carreras corrientes de medicina, abogacía e ingeniería. El joven Roig se inclinó inicialmente por el magisterio. Hacia los años de la segunda guerra mundial, en pleno ascenso del peronismo hizo su carrera universitaria. Fueron años de gran efervescencia política a la cual no pudo estar ajeno ningún estudiante de ese nivel. Tiempos de reacción contra los fascismos que irrumpían bárbaramente en Europa, África y Asia. Imposible desconocer las anexiones de Austria y los Sudetes checoslovacos, esta última por la increíble victoria diplomática en Munich de la Alemania hitleriana; las invasiones de Etiopíay Libia por la Italia del Duce Mussolinni, o la ocupación de Manchuria por Japón. Durante aquellos convulsos años juveniles Arturo Andrés simpatizó con la España republicana, desde luego a partir de entonces repudió cuanto tuvo que ver con las potencias aliadas de Francisco Franco concertadas en el Eje nazifascista, que tuvo fuertes simpatizantes en Argentina.
La Argentina en la cual creció Roig, vivió una notable transformación modernizante sin perder su condición de país de la periferia del sistema capitalista mundial, con más vínculos con Europa que con Estados Unidos. Un fuerte movimiento nacionalista sacudió a la sociedad. En los momentos en que se decidía el rumbo de la guerra en Europa, comenzó la llamada revolución de 1943 – golpe de Estado del 4 de junio de 1943 – encabezada por una mezcolanza de militares nacionalistas-democráticos, liberales y hasta pro-nazis, quienes tomaron diversas medidas de significación: precios máximos, rebaja de alquileres, eliminación de aranceles en los hospitales, castigo a la usura, intervención de empresas, disolvieron los partidos políticos e impusieron el credo católico en todas las escuelas, sostuvieron independencia y neutralidad en el conflicto internacional. Otras nada populares como: disolución del Congreso Nacional, clausura de la CGT Nº2 donde anidaban los sindicatos comunistas, intervención de la Universidad Nacional del Litoral, disolución de los grupos partidarios de entrar a la guerra, que animaron la confrontación con sectores políticos, sociales y estudiantiles.
El sector universitario argentino de aquellos días estuvo envuelto activamente en los antagonismos políticos que saturaron el ambiente nacional. Las universidades fueron intervenidas. El gobierno de facto ilegalizó a la Federación Universitaria Argentina. Se pronunció contra las maestras normalistas y la escuela laica. El predominio de la derecha duró poco. La política rebasó los límites nacionales. La confrontación de Estados Unidos contra el gobierno se irradió a los más diversos sectores sociales. En una peculiar confrontación interna y externa se fue germinando el controvertido populismo peronista que planteó tantas interrogantes entonces como ahora. Fue en aquellos días cuando Arturo Andrés ingresó a las aulas normalistas y universitarias.
Graduado de maestro normal ingresó en la educación superior y en 1949 salió de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cuyo, en Mendoza, titulado de Profesor de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial en Filosofía. Sin embargo, no se contentó con esa categoría y se animó a proseguir su formación en otras tierras. Tuvo la fortuna de recibir en 1953 una beca nada menos que en la Sorbona, que era entonces la meca de todo universitario con ambiciones de alto nivel. Allí trabajó bajo la tutoría de Pierre – Maxime Schuhl, destacado estudioso de las filosofías antiguas. Este profesor, alsaciano de progenie hebrea había vivido interesantes experiencias. Capitán de la reserva motorizada, entró en ejercicio al comenzar la guerra entre Alemania y Francia. Al ser prisionero fue recluido en el campo de concentración de Codlitz, vivencias que dieron motivo a un libro titulado, Jeux des images cautives. Schuhl produjo una considerable cantidad de trabajos científicos, particularmente acerca de la filosofía griega y los legados intelectuales de Sócrates y Platón, que influyeron notablemente en las curiosidades filosóficas del joven argentino. Desde su estadía en Francia el joven mendocino como resulta obvio, se interesó por el pensamiento de Platón, devoción que sostuvo por muchos años de su quehacer intelectual.
En Francia estuvo cerca de – y compartió con – los sectores políticos y sociales anticolonialistas y contestatarios, quienes organizaron en la propia Universidad de la Sorbona un acto en honor al General Von Giap, que había propinado una apabullante derrota al ejército francés y la legión Extranjera en la espectacular batalla de Diem Bien Phou.
Al volver a su patria no sólo continuó el estudio de Platón, al cual le dedicó diez años de estudio, — en 1972 apareció su libro Platón y la Filosofía como libertad y expectativa, publicado por la Universidad de Cuyo, Mendoza — pues enseña Pensamiento Argentino en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, pero como puede observarse en su extensa bibliografía, comienza la investigación de personajes que se habían considerado menores en la historia intelectual. Es un enfoque casi regional. Entre 1957 y 1968 aparecen variados trabajos sobre figuras poco conocidas, fuera de ámbitos reducidos: Manuel Sáenz, Julio Leonidas Aguirre, Agustín Álvarez, Juan Llerena, Juan Gualberto Godoy, y tantos otros, los krausistas y espiritualistas argentinos. Casi pudiera decirse que el desplazamiento de su interés recorre un camino original: de los clásicos griegos, a los pensadores mal llamados “menores”, de ambiente argentino muy local y de ellos a las grandes figuras de la historia continental. Aunque en cada región en donde vivió y estudió no ignoró a la producción de ideas de los menos relevantes. Por supuesto. Un lugar relevante ocuparon los trabajos sobre el terruño mendocino, particularmente, aquellos dirigidos a reformar la educación universitaria. Todo ello revelaba una decisión de centrarse en nuestro mundo intelectual más que en el europeo. Las condiciones coyunturales eran alentadoras.
Los tiempos americanos de fines de los años 50, fueron conmovedoras para la generación de intelectuales emergentes en la América Latina ahogada en los siniestros días de la Guerra Fría: entonces el panorama sombrío se revirtió: derrocamiento de la dictaduras de Rojas Pinilla, Pérez Jiménez y de Batista, la irrupción de la Revolución Cubana, catalizadora de fermentos e inquietudes latentes de tiempo atrás, aceleraron las búsquedas desesperadas de un camino de desarrollo para la América nuestra. Para Roig fueron alentadores también los contactos con Leopoldo Zea, Francisco Miró Quesada y Augusto Salazar Bondy, Esos nuevos climas e intercambios alentaron en Roig un impulso convergente a favor de una perspectiva de gran calado y amplitud. En el año de 1974 participó en el primer Congreso mexicano de Filosofía reunido en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, México.
De nuevo el neoperonismo al poder y Roig comprendió como tantos, que debía apoyar lo que excedía al peronismo mismo, por ser un movimiento social que venía desde el pueblo. «Entendimos que debíamos reestructurar la universidad argentina, adecuándola para dar paso hacia aquella democracia de sentido social y participativo y lo hicimos con fervor. Sabíamos, sin embargo, de la ambigüedad del peronismo, que como todos los populismos hispanoamericanos, fue una caja de sorpresas y en ese juego perdimos, porque avanzó el militarismo, la dictadura, la represión implacable, sangrienta, irracional, sobre todo, profundamente sucia y antihumana».
En el año de 1975 expulsado de su cargo universitario en Mendoza.Sobre la Argentina se había abatido una ola represiva que asfixió cuanto se había avanzado de progreso y democracia. La muerte de Perón trajo una crisis interna de su movimiento y la consiguiente derrota de lo más sano del mismo. El paramilitarismo entronizado por la Triple A, Alianza Anticomunista Argentina, abrió paso a un nuevo y brutal golpe militar en 1976.
Cuando avanzó el militarismo –sucio, implacable, inhumano y sangriento- dejó sentir sobre él, que ya gozaba de fama internacional y era uno de los más conocidos maestros de Latinoamérica y otros colegas cercanos su cercanía amenazadora. «Lógicamente entramos en la lista de expulsados y perseguidos, tuvimos que escondernos y luego huir del país. Nos esperaban colegas y amigos universitarios en Europa, en particular en Francia y en países latinoamericanos. Optamos por no salir de nuestro continente.”
El nuevo golpe militar inició otra era de dictaduras reaccionarias en Argentina. Los intelectuales de ideas progresistas, como se decía entonces, fueron destituidos, perseguidos, encerrados, encarcelados o enterrados. Cesanteado de su cátedra universitaria, Roig, con mujer e hijas a cuestas, emprende el camino espinoso del exilio. Venezuela le abre sus puertas por un tiempo, en el Centro Rómulo Gallegos. Estuvo presente en los pasos fundadores de la Biblioteca Ayacucho. Tras un breve paso por la Universidad Autónoma de México, echa ancla en Ecuador en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en Quito. Ocho años pasó allí. Ocho años viviendo el drama de los exiliados, desde luego, pero fueron invertidos en mucho y útil trabajo y con abundante cosecha de notables frutos: alumnos aprovechados, aportes valiosos para el país de refugio y toda la América. Años aleccionadores, de enriquecedor compromiso intelectual y de notables logros que aquí citamos:
– Esquemas para una historia de la filosofía ecuatoriana, Quito, Ediciones de la Universidad Católica, 1977.
– Andrés Bello y los orígenes de la semiótica en América Latina. Quito: Ed. Universidad Católica, 1982.
– El pensamiento social de Juan Montalvo (Quito, Tercer Mundo, 1984),
– El Humanismo ecuatoriano en la segunda mitad del siglo XVIII (Quito, Banco Central),
– Bolivarismo y Filosofía Latinoamericana (Quito, Flacso), Narrativa y cotidianidad (Cuadernos de Chasqui, Nº 4).
No es de extrañar que en 1983 el Gobierno de la República del Ecuador concediera al destacado pensador argentino la condecoración al mérito cultural de Primera Clase. Al año siguiente del otorgamiento de esta distinción, instancias de Justicia Federal en Argentina dictaron su reincorporación a la Universidad de Cuyo. Empezaba un largo y tortuoso camino en la nación austral por hacer justicia a tantos crímenes y atropellos cometidos por la “gorilada” bajo los pretextos de la guerra fría y la obediencia debida.
El Arturo Andrés Roig que regresó del exilio, fue un hombre, un maestro, un estudioso robustecido en su compromiso humanista y político. Sus exilios por tierras americanas habían ensanchado sus experiencias y conocimientos. Con ese saber y vivir reemprendió sus tareas con el Seminario de Estudios Latinoamericanos como eje primordial, desde la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Cuyo y luego desde el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de Mendoza (CRYCYT). Con el correr de los cursos y de los estudios asesorados pronto incubó un extraordinario grupo de trabajo de proyección internacional: Clara Jalif, Estela Fernández, Adriana Arpini, Liliana Giorgis, Oscar Zalazar, Alejandra Ciriza, Ana Luisa Dufour, Dante Ramaglia, Marisa Muñoz y otros jóvenes que le siguen los pasos y siento no seguir enumerando aquí.
Las dos últimas décadas fueron de abundante producción, de la cual hemos seleccionado algunos textos mayores que han tenido bastante difusión en los más diversos ámbitos:
– Filosofía, Universidad y filósofos en América Latina. México: UNAM Centro Coordinador y Difusor de Estudios Latinoamericanos. 1981.
– Teoría y Crítica del pensamiento latinoamericano. México: Fondo de Cultura Económica, 1981.
– El pensamiento latinoamericano del siglo XIX. Compilación de Arturo Andrés Roig, México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1986.
– La utopía en el Ecuador. Quito: Banco Central del Ecuador y Corporación Editora Nacional. Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano, vol. 26, 1987.
– Hernán Malo González. Escritos filosóficos. Selección de textos y estudio introductorio por Arturo Andrés Roig. Quito: Corporación Editora Nacional y Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1988.
– Rostro y filosofía de América Latina. Mendoza: Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo (EDIUNC), 1993.
– Argentina del 80 al 80. Balance social y cultural de un siglo. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.
– El pensamiento latinoamericano y su aventura. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 2 tomos, 1994.
– Proceso civilizatorio y ejercicio utópico en nuestra América. Arturo Andrés Roig (Compilador). San Juan: Editorial Fundación Universidad Nacional de San Juan., 1995.
– Mendoza en sus letras y sus ideas. Mendoza: Ediciones Culturales de Mendoza, 1996.
-. La sociedad patriótica de Amigos del País de Quito. Quito, Universidad Estatal Bolívar y Centro de Desarrollo Social. (Colección «Todo es Historia», nº 6), 1996.
– La universidad hacia la democracia. Bases doctrinarias e históricas para la constitución de una pedagogía participativa. Mendoza: Editorial de la Universidad Nacional de Cuyo (EDIUNC), 1998.
– Ética del poder y moralidad de la protesta. La moral latinoamericana de la emergencia. Edición de José Luis Gómez-Martínez. Athens: Proyecto Ensayo Hispánico, 2000, edición electrónica http://www.ensayistas.org/filosofos/argentina/roig/etica/.
Por supuesto, esta es la muestra mayor y más representativa de un gran maestro que destaca por su impresionante bagaje cultural, expresado siempre con una sencillez que seduce y persuade sin alardes de gran gurú. Hay mucho más que ha recogido con singular minuciosidad Marisa Alejandra Muñoz y que recoge José Luis Gómez-Martínez y puede consultarse mediante Internet. http://www.ensayistas.org/filosofos/argentina/roig/biblio-de.htm
La obra de Roig abarca un número temas, problemas y figuras impresionantes, pero lo que más nos interesa a los latinoamericanos que buscamos afanosamente un camino conveniente a nuestros intereses como región, como comunidad emparentada por innúmeros lazo y concitadas para un destino común más feliz, es esa historia de ideas a la que ha hecho tantas contribuciones positivas. La historia que examina y valora tantos y disímiles vertientes y afluentes sin perder de vista los acondicionamientos y articulaciones. Precisamente la historia que nos debemos saber al dedillo como pedía Martí. La historia de la dramática y contradictoria formación de nuestras conciencias de latinoamericanos que desean construir un mundo mejor y afincados en nuestras propias realidades.
Los aportes de Arturo Andrés Roig como investigador y como maestro de varias generaciones de latinoamericanos, han sido reconocidos por varias instituciones y gobiernos de América Latina. La Universidad de Guadalajara, México en 1989, rindió cálido Homenaje a su labor magistral. La presidencia de la República del Ecuador le otorgó, en 1992 una nueva distinción, la Orden Nacional «Honorato Vázquez». En 1993 fue declarado «Visitante ilustre de la Universidad de las Villas», en Cuba. El año siguiente n Nicaragua, 1994, la Universidad Autónoma de Managua le otorgó el grado de Doctor Honoris Causa. En septiembre de ese mismo año la Universidad Nacional del Comahue, Argentina, lo declaró Profesor Honorario. En 1996, casa universitaria, Universidad Nacional de Río Cuarto, Argentina, le otorgó el título de Doctor Honoris Causa.
Este es en breve y pálida semblanza el maestro admirado, amigo de grata recordación, que recordamos y honramos con deseos de que sirva de provocación a más provechosas lecturas. Lecturas para meditar, para tomar más claridad de la significación de aportes como estos para dar el mejor y más claro impulso a la hora americanista que estamos viviendo en los amaneceres de un nuevo siglo cargado de nuevas esperanzas.
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