Juan J. Paz y Miño Cepeda
* Especial para ADHILAC
Presidente de Ecuador Rafael Vicente Correa Delgado. Primera Re-elección (2009). Foto: Carolina Crisorio (Archivo)
De acuerdo con los primeros resultados del conteo rápido del Consejo Nacional Electoral (CNE), ha sido contundente el triunfo electoral de Rafael Correa (56.7%) para la presidencia del Ecuador y es previsible que también se imponga el triunfo mayoritario de los candidatos de Alianza País para la Asamblea Nacional (parecen seguros 90 de los 137 asambleístas).
Apenas se conocieron los resultados de las encuestas a boca de urna (domingo 17 de febrero), se extendió la emoción y la alegría en todo el país por el triunfo electoral de Correa, reflejado también en las redes sociales. Incluso los medios de comunicación comerciales privados y las grandes cadenas internacionales, debieron resignarse a reconocer esa victoria y a difundir al mundo las informaciones del suceso.
Es que lo que ha ocurrido en Ecuador resulta inédito en toda su historia republicana: ascenso a la presidencia de un nuevo gobierno presidido por Rafael Correa; un proceso constituyente que culminó en la aprobación, por referéndum, de la Constitución de 2008; la reversión de la antigua hegemonía del modelo empresarial de desarrollo; la reinstitucionalización del Estado; el mejoramiento sustancial de las condiciones de vida y trabajo de los ecuatorianos; la conducción de políticas internacionales basadas en la soberanía y la dignidad nacionales, en un marco de identidad latinoamericanista; y, sobre todo, la ratificación ciudadana, con la reciente elección, de la continuidad, para un nuevo período presidencial de cuatro años, a favor de Correa.
Ha triunfado, así, la democracia ecuatoriana, en respaldo del proyecto político iniciado en 2007. Pero también ha triunfado la democracia en América Latina y, además, el proceso latinoamericano por consolidar gobiernos que, identificados con la Nueva Izquierda, han marcado el inicio de una nueva era para la historia de la región.
La votación mayoritaria de la ciudadanía constituye un pronunciamiento positivo a favor del modelo de economía social y solidaria ordenado por la Constitución, contra el retorno al modelo empresarial que postuló, con tonos modernizantes, el candidato y banquero Guillermo Lasso, quien ha quedado en segundo lugar en las votaciones (23.3%) y a sustancial distancia del presidente Rafael Correa, con lo cual tampoco es necesario acudir a la segunda vuelta.
El tema económico era, por sobre los discursos de campaña, el eje central de las posiciones en torno a Correa y a Lasso. De manera que Ecuador ha decidido consolidar una economía que dejó atrás los principios “neoliberales” de la empresa privada absoluta y del mercado libre, otrora considerados como reguladores naturales de la economía.
Tras el triunfo de Correa, por tanto, han sido derrotados los sectores políticos y del alto empresariado oligárquico, que apostaron a desmontar las conquistas estatales y sociales logradas durante los últimos seis años. Ecuador se libró de semejante peligro.
En consecuencia, se afirma el nuevo ciclo histórico que inició Ecuador en 2007 y que sucedió al ciclo 1979-2006, que se caracterizó por la construcción de un modelo económico empresarial, la hegemonía de la “clase política” en el Estado de Partidos, la desinstitucionalización del Estado Nacional y el deterioro sistemático de las condiciones de vida y de trabajo de la población.
En el nuevo ciclo, la ratificación de la tendencia democrática y de avanzada al “socialismo del siglo XXI” a través del reciente pronunciamiento ciudadano en las urnas, también refleja la renovación de la conciencia política mayoritaria en el país y, ante todo, que se han generado nuevas bases de poder, que desplazaron el que tenían las antiguas capas dominantes. El asunto de fondo radica, por tanto, en la configuración del poder del Estado como expresión de los intereses más amplios de la población, dejando atrás el poder al servicio de intereses minoritarios privados.
También han sido derrotados los candidatos y partidos que provenían de la vieja “partidocracia”: Lucio Gutiérrez (PSP, con apenas el 6.6%), Álvaro Noboa (PRIAN, con 3.7%), Nelson Zabala (PRE, con 1.2%); pero, además, socialcristianos y maderas-de-guerrero, que fueron la base política de CREO, el partido que apoyó a Lasso. En cambio, llama la atención el cuarto lugar que alcanza Mauricio Rodas (SUMA, con 4.0%), quien se perfila como una figura de las nuevas derechas.
Además, perdieron los candidatos Alberto Acosta (3.2%) y más aún Norman Wray (1.3%), quien ha quedado penúltimo. Ambos se reconocieron como integrantes del espectro de la izquierda ecuatoriana.
Pero tras la candidatura de Acosta se concentraron sectores de la izquierda ortodoxa (incluidos el MPD y una fracción del Socialismo, otrora unidos a la vieja “partidocracia”), cuestionables dirigentes del movimiento indígena y de otros movimientos sociales, y una serie de académicos aislados, que conformaron, entre todos, una variada fuerza, que privilegió el “anticorreísmo” (a menudo cayendo en los mismos argumentos utilizados por las derechas), bajo una visión y un discurso de supuesta radicalidad alternativa frente al proyecto político encabezado por el presidente Correa, al que no han dudado en atacarlo como totalmente ajeno a la izquierda.
Sin embargo, estos sectores han alcanzado tan pobre votación, que lo único que puede decirse es que sus consignas y discursos, que los han asumido como provenientes de la “verdadera” o “auténtica” izquierda, han perdido credibilidad y legitimidad sociales; y que sus análisis teóricos, revestidos a veces de academicismo y hasta de “marxismo”, han resultado equivocados, al no saber comprender las realidades que ahora vive el Ecuador.
Finalmente, han sufrido un duro golpe aquellos medios de comunicación mercantiles y privados, que jugaron a convertirse en actores políticos del “anticorreísmo”, utilizando la libertad de prensa y opinión, como instrumentos funcionales a sus intereses empresariales particulares, a costa de los intereses nacionales, que son los que, al menos en teoría, debían servir con la información veraz, oportuna, transparente y responsable.
Al mismo tiempo, el pronunciamiento ciudadano en las recientes elecciones, también es un llamado no solo a continuar la “Revolución Ciudadana”, sino a profundizarla, a fin de crear bases que vuelvan irreversibles los logros institucionales, económicos y sociales, en un marco de afirmación de las libertades y de la democracia participativa.
El triunfo debe entenderse como una nueva oportunidad histórica, que implica garantizar la construcción definitiva de un nuevo país, en el que se vuelva imposible revertir los procesos y logros, porque la oposición, como lo ha demostrado sistemáticamente durante los últimos seis años de gobierno, no está dispuesta a reconocer su derrota tan “fácilmente” y en ella hay sectores que no dudarán en conspirar y confabular (como lo hicieron en el intento de golpe de Estado del 30 de septiembre de 2010) para evitar precisamente la construcción de ese nuevo futuro histórico. Para ellos, simplemente, la democracia es cuestionable.
Quito, 18 de febrero de 2013
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