Resistencia campesina en Canudos

Por Sergio Guerra Vilaboy

La caída del imperio y el establecimiento de la república en Brasil (1889) no trajeron ninguna mejoría a la situación de opresión y miseria del campesinado, que representaba entonces más del 70% de la población.

La extrema pobreza rural y los abusos de los coroneles, como se les llama a los terratenientes por su antiguo grado en la Guardia Nacional, era el caldo de cultivo de la explosión social en el sertao, esto es, la zona más árida y pobre del Nordeste brasileño.

En esta región la situación era mucho más grave que en el resto del Brasil, debido a la profunda crisis que afectaba a la industria azucarera y a los efectos de la sequía, que asolaba sin tregua desde fines del siglo XIX. Para escapar a las hambrunas, miles de campesinos desesperados huían hacia otras partes del país, en donde nutrían la enorme masa desempleados, o buscaban consuelo en los viejos mitos y supersticiones del sertao, lo que explica la proliferación de sectas religiosas a las que seguían millares de fanáticos sertanejos. Algunos de los que se quedaban en el devastado sertao se unían a las bandas de cangaçeiros –como las de Corisco, Volta Seca y Lampeao, el más famoso de todos-que asaltaban las fazendas y robaban en los caminos, cuando no actuaban de guardia de corps al servicio de los coroneles.

Una de las luchas campesinas más significativa fue la que se dio en Canudos (1896-1897), en el estado de Bahía. El líder del movimiento era un antiguo seminarista católico nombrado Antonio Vicente Maciel o sencillamente Antonio Conselheiro. Las dificultades económicas lo habían obligado a dejar los estudios para sacerdote y a deambular por el sertao, divulgando sus propias concepciones religiosas, derivadas del sincretismo del catolicismo con creencias de origen africano e indígena. Decidido partidario de la derrocada monarquía, Conselheiro carecía de un programa concreto como no fuera la lucha contra las medidas anticlericales del gobierno y los abusos que se cometían con los campesinos. Por esa razón se opuso a que los sertanejos pagaran impuestos a las autoridades de Massate, incidente que lo hizo refugiarse en el interior de Bahía.

La incesante persecución oficial propició que Conselheiro y cientos de sus seguidores se asentaran en Belo Monte (1893), en una vieja hacienda de Canudos arruinada desde la liberación de los esclavos. Allí pronto se congregaron varios miles de personas, procedentes de todos los rincones del sertao, atraídos por la prédica de Conselheiro. El sistema de vida comunitario igualitarista implantado en Canudos recordaba al establecido por los cimarrones en el Quilombo de Los Palmares. Como sus predecesores del siglo XVII, los seguidores de Conselheiro cultivaban la tierra y comerciaban con los poblados cercanos, protegidos por un cuerpo armado que dirigía Joao Abade, en defensa de sus derechos a la tierra y a una existencia independiente.

Para someter a Canudos, el gobierno envió una primera expedición militar de más de cien hombres, que partió de Juazeiro (Bahía) en noviembre de 1896, que fue obligada a retirarse, con más de 25 bajas, por los sertanejos armados al grito de ¡Viva Nosso Bom Jesús!  La segunda columna que marchó sobre Canudos ya fue de seis centenares de soldados y policías. En enero de 1897 estos efectivos se presentaron ante el poblado rebelde, pero rodeados por más de cuatro mil enfurecidos campesinos tuvieron que replegarse con el doble de muertos y heridos que en la intentona anterior. Dos meses después apareció en el sertao una tercera expedición punitiva de más de mil soldados y oficiales. Los éxitos militares obtenidos por los campesinos acrecentaban su confianza en los poderes sobrenaturales de Conselheiro, a quien creían inmortal. La aplastante derrota de los efectivos estaduales fue sellada con la muerte del propio comandante del contingente Moreira César.

La gravedad de la situación motivó la intervención del propio presidente de Brasil Prudente de Morais. Un verdadero ejército, integrado por más de cinco mil efectivos con apoyo artillero, bajo las órdenes de tres generales, fue despachado contra los insumisos sertanejos. Según relata el periodista Euclides da Cunha en su vivida crónica sobre la campaña, titulada Los sertones, entre junio y octubre de 1897 se produjo el despiadado asalto gubernamental contra Canudos, en el que fueron masacrados todos sus habitantes, sin respetar sexo ni edad, entre ellos el propio Conselheiro y sus principales lugartenientesEste cruel episodio de las luchas del campesinado brasileño por la tierra, es precisamente el tema que recrea la conocida novela de Mario Vargas Llosa La guerra del fin del mundo (1981).

Fuente: www.informefracto.com – 17 de noviembre de 2020.

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