El “Bautismo de sangre“, noviembre de 1922

Por Germán Rodas Chaves1

LAS ÓRDENES SANGRIENTAS

Arriba: Trabajadores movilizados el 15 de noviembre de 1922

El 14 de noviembre de 1922, el Presidente de la República, José Luis Tamayo envió un telegrama al general Enrique Barriga, Jefe Militar de la Zona de Guayaquil, en el que le decía “Espero que mañana a las 6 de la tarde me informará que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado. Pdte. Tamayo”.2 Las órdenes fueron explícitas, a pesar de lo mal redactado del texto, pero ni siquiera quien las dio pudo imaginarse que iban a ser causa directa de la mayor matanza de la historia ecuatoriana. Bajo orden expresa de Tamayo, el general Barriga dispuso una represión brutal sobre la manifestación del miércoles 15 de noviembre de 1922, con un saldo de centenares de muertos.

Cuando habían sido cumplidas sus órdenes, el 17 de noviembre, Tamayo volvió a escribir al General Barriga diciéndole: “…la disciplina y bravura de sus tropas salvaron a Guayaquil expuesta a desaparecer en medio de espantoso huracán de pasiones y de crímenes; con su cultura y magnanimidad escatimaron la sangre, limitándose a repeler solo a sus criminales agresores…”.3

De esta manera se construyó la versión oficial de los sucesos, que la prensa divulgó. El diario El Telégrafo, por ejemplo, el 16 de noviembre dijo: “la Policía de Guayaquil fue atacada por los obreros y se vio obligada a repeler el ataque apoyada por el ejército”.4 Esa fue la tónica informativa para esconder las circunstancias que condujeron, en el contexto de problemas estructurales de la sociedad, a que la población guayaquileña se movilizara y fuera brutalmente reprimida. Pero el ocultamiento no prosperó y ahora conocemos las incidencias de esa huelga que devino en movilización popular y matanza generalizada.

ANTECEDENTES Y ACTORES

Los trabajadores organizados fueron el núcleo central de las protestas y la lucha de 1922. Sus organizaciones habían surgido en Guayaquil en el marco de las modificaciones en una estructura económica regional diferenciada. Allí se consolidó una economía centrada en el comercio y la banca, con el aparecimiento de sectores obreros, mientras en la sierra se mantuvo el latifundio tradicional y la explotación de los trabajadores rurales, sobre todo indígenas. Esta diferenciación se expresó en la conducta política de quienes apoyaron la modernización y el avance capitalista, y los que defendieron el orden conservador y clerical. Las organizaciones gremiales, incluso, tuvieron comportamientos e intereses diversos según las regiones.

Arriba: Haciendas cacaoteras a principios de siglo XX

El proceso de organización gremial de Guayaquil fue distinto al de Quito, donde en 1892 se fundó la Sociedad Artística e Industrial de Pichincha (SAIP) que se estructuró con diversos gremios artesanales. Luego del triunfo alfarista, la SAIP permaneció cercana a la Iglesia y a los conservadores, al punto que fue clausurada en 1896.

En Guayaquil los primeros núcleos obreros y las organizaciones mutuales empujaron el proyecto liberal y la lucha alfarista.5 En 1905, varias organizaciones gremiales formaron la “Confederación Obrera Provincial del Guayas”, COG, que fue asumiendo posturas definidas frente a los problemas sociales que, por la crisis, se volvieron cada vez más evidentes. Entonces algunos sectores demandaron que la dirección de la COG debería estar en manos de los proletarios.6

Los compromisos de la COG, propios a su procedencia de clase, fueron madurando en la segunda década del siglo XX, cuando se incorporaron importantes sectores obreros y artesanales como la Sociedad Hijos del Trabajo, Sociedad Unión de Panaderos, Sociedad Cosmopolita de Cacahueros “Tomás Briones”, Sociedad de Carpinteros, entre otras. La exigencia a la COG para que asumiera un mayor compromiso de clase se constató en la celebración del centenario de la independencia de Guayaquil, cuando se efectuó el Segundo Congreso Obrero Nacional, convocado por la Municipalidad de Guayaquil conjuntamente con la COG.7

Arriba: El Telegrafo (1924) evoca el 15 de noviembre de 1922.

Los organizadores del Congreso y las delegaciones que concurrieron fueron impugnados por el sector clasista de la COG. Esto provocó que a fines de 1920 se difundiera una circular por medio de la cual se convocó al pueblo obrero “a concurrir a la Sociedad de Carpinteros a la magna reorganización de las masas obreras de acuerdo con las tendencias del sindicalismo”.8 Surgió, pues, un sector clasista radical que pugnaba para que la organización recogiera las aspiraciones de los trabajadores. Se convirtió en antecedente de la Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana (FTRE), constituida el 15 de octubre de 1922.9 El acto se produjo en el local de Cacahueros de Guayaquil, con la adhesión de gremios, sociedades y asociaciones obreras.10

LA CRISIS CACAOTERA

El incremento de la organización de los trabajadores se suscitó en medio de la crisis económica que se venía gestando en la segunda década del siglo. Los  bancos, en especial el Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil, que había logrado la autorización del gobierno para emitir billetes sin respaldo, se consolidó como el principal acreedor del Estado, como consecuencia de las deudas del gobierno por los gastos de movilización de tropas contra los montoneros alfaristas en Esmeraldas. Desde 1920 la recesión se agravó y los precios del cacao se derrumbaron.11 En 1922 la situación fue crítica por la inestabilidad bancaria, la crisis fiscal y el empobrecimiento de las mayorías. Enrique Ayala Mora dice:

El gobierno de José Luis Tamayo, alto representante de la plutocracia guayaquileña, coincidió con el agudizamiento de una crisis de exportación  cacaotera. Como secuela de la depresión de posguerra registrada en los países capitalistas centrales, los precios del producto cayeron abruptamente en el mercado mundial y se dio una sobreproducción de fruta. Por añadidura, las plagas destruyeron las plantaciones. Entre 1918 y 1923 el auge de exportación se vino abajo. Los comerciantes y banqueros usaron su control político para imponer medidas económico-monetarias que trasladaban el peso de la crisis a los trabajadores.12

La especulación, la inflación, el deterioro de la economía popular, el desempleo y la pauperización de amplios sectores sociales, rurales y urbanos, constituyeron el denominador común de esos años. Frente a estas circunstancias, las clases dominantes optaron por trasladar los efectos de la crisis a las clases populares, sobre todo a través de mecanismos financieros y monetarios como la devaluación. Ante esta realidad el pueblo comenzó a protestar y a movilizarse. En ese ambiente, sobre todo en ciertos sectores organizados, se difundió la idea de que solo con su lucha se podría revertir la situación prevaleciente.

Arriba: ciudad y puerto de Guayaquil a principios del siglo XX.

LA HUELGA GENERAL

En los meses finales de 1922, la situación se había vuelto muy agitada. Dos días después de la constitución de la FTRE se precipitó la huelga de los ferrocarrileros, por mejora de sus haberes. 13 La recientemente creada FTRE apoyó a los huelguistas. Luis Maldonado Estrada fue uno de los orientadores de esta lucha, que concluyó el 26 de octubre con resultados positivos para los huelguistas y, en general, para la clase obrera, pues sus demandas fueron atendidas casi en su totalidad.

El fin de la huelga fue el inicio de una agitación mayor y generalizada entre los trabajadores del puerto, alentados por los resultados de los ferrocarrileros. El 8 de noviembre de 1922 una “Gran Asamblea de Trabajadores” (GAT), de Luz y Fuerza Eléctrica, y de los Carros Urbanos, dirigieron peticiones a los gerentes de dichas empresas. Entre las exigencias estuvieron el planteamiento de mejoras salariales y el cumplimiento de la jornada laboral de 8 horas.

Ante los reclamos de los trabajadores eléctricos y del transporte, otros grupos expresaron su apoyo, como la FTRE, la Sociedad de Tipógrafos, la Asociación Gremial del Astillero. 14 Fue organizándose un respaldo creciente que paralizó a la ciudad de Guayaquil. “Ha sido suspendido el servicio eléctrico para los tranvías, en las casas y en las fábricas” informó el El Universo del 10 de noviembre de 1922.15

El 12 de noviembre la COG circuló una hoja volante que decía: “…hemos comprendido que si bien es menester un aumento prudencial de los jornales y los sueldos, nada conseguiremos sólo con eso porque mañana el mal reaparece agravado con el nuevo abuso del cambio. Por consiguiente allí hay que atacar el mal”.16 Se introdujo sutilmente la argumentación referente al valor del dólar, que gravitará en los acontecimientos de los siguientes días.17 Esto demuestra como un factor de disputa de las élites, que afectaba a la banca guayaquileña y sus intereses, fue insertándose oportunistamente junto a los reclamos del pueblo trabajador.

Una vez que la Gran Asamblea de Trabajadores articuló el respaldo de los trabajadores, artesanos y pueblo en general, esto es, cuando se habían creado las condiciones objetivas para radicalizar la lucha, desde el 13 de noviembre, se lanzó a la huelga general indefinida. El mismo día, cuando el movimiento popular había tomado impulso, el síndico de los motoristas y conductores, Dr. José Vicente Trujillo, y el síndico de los trabajadores de la empresa de carros, Dr. Carlos Puig, propusieron en la Asamblea de Trabajadores que se incorporara en la plataforma de lucha la baja del cambio del dólar.18 Se decía: “con lo cual remediaríamos la situación del país”.19

Para el 14 de noviembre la GAT convocó a una marcha de trabajadores, artesanos, desempleados y sectores populares. Allí estuvieron representantes de los grupos empresariales y bancarios de oposición al régimen que, hábilmente, habían planteado un día antes el control de las divisas. Antes de la marcha, el Dr. Trujillo  dio a conocer a los manifestantes las ideas centrales del pre-proyecto de decreto presidencial que se remitiría a Tamayo para la creación de un “Comité Ejecutivo Económico” con amplias atribuciones para solucionar la crisis con medidas como la fijación del máximo de venta de los giros incautados, y en el cual, supuestamente, habría una importante representación popular. Trujillo dejó claro que de aceptarse la propuesta, los trabajadores deberían dejar insubsistente la huelga indefinida.

La marcha del 14 de noviembre llegó hasta la Gobernación, donde Trujillo entregó al gobernador las resoluciones de la Gran Asamblea, “anticipándole que al siguiente día le presentaría un proyecto de decreto para la incautación de giros y la creación del Comité Ejecutivo Económico.”20 La FTRE, al margen de lo programado, entregó una petición suscrita por su secretario general Abel González, planteando:

  1. El decreto de incautación total de giros para la baja del cambio, uniéndose el de una moratoria regulada.
  2. Abolición de los Estancos de Tabacos, el de Sal y el Monopolio Azucarero.
  3. Promulgar una ley que grave las tierras incultas.
  4. Como complemento de los puntos anteriores, el estímulo y protección de la Agricultura, Industria y el Comercio. 21

Fue un intento de propiciar que la FTRE recuperara la iniciativa y la conducción política de las movilizaciones, con planteamientos más amplios, que llevaran la reforma económica más allá de solo la incautación de giros. La petición fue redactada por Maldonado Estrada, como él lo dio a conocer años más tarde.

La movilización del 14 de noviembre fue masiva. El diario El día del 15 de noviembre dijo: “Triste y sombrío aspecto de la población. El comercio se halla paralizado, mientras se realiza una gran manifestación obrera en medio de iniciales choques entre trabajadores y agentes de policía”. 22 El corresponsal de Los Andes de Riobamba, Girardin, envió un despacho a las tres y media de la tarde del 14 de noviembre, que decía:

La ciudad permaneció a oscuras anoche. De cuando en cuando se veían pulular por las calles patrullas de la policía y el ejército, así como también los guardianes de la casaca roja…ante la situación que se ha llegado, sin excepción los gremios y empleados, se han declarado en paro general…grupos de huelguistas recorren las calles dando vivas a la huelga y obligando a cerrar todos los establecimientos y las oficinas públicas y comerciales…a las tres de la tarde se organizó un imponente desfile obrero compuesto por millares de personas. El desfile ocupaba muchísimas cuadras. Sobresalían a la cabeza del desfile, más de trescientas mujeres.23

Para el 15 de Noviembre, la Junta de la FTRE convocó a una reunión de los dirigentes de la huelga, mientras los síndicos Trujillo y Puig hacían esfuerzos para que la propuesta entregada a la Gobernación fuera acogida por el Presidente Tamayo, quien a su vez, como quedó evidenciado, había definido la necesidad de silenciar la voz de los trabajadores y del pueblo. En la madrugada del 15 de noviembre llegaron a Guayaquil nuevos contingentes armados y se apostaron para cumplir la orden expresa de que ese día debía “volver la tranquilidad a Guayaquil”.

NEGOCIACIONES Y MANIOBRAS

Mientras en la mañana del 15 de noviembre en la Gobernación, y luego en la casa del gobernador, se buscaba un arreglo, en la calle había malestar creciente por la falta de respuesta pública del régimen. Tras bastidores, se discutía el proyecto de “incautación de giros”, que, de ser aprobado conforme a los intereses de algunos sectores bancarios, contribuiría, supuestamente, a que terminara la huelga. Sin pronunciamiento público, Tamayo respondió vía la Gobernación al pedido de incautación de giros y sobre la conformación del Comité Ejecutivo Económico, haciendo observaciones al pre-proyecto y señalando que para la redacción final del texto, antes de que llegara nuevamente a su conocimiento, debían involucrarse Eduardo Game, José Rodríguez y Víctor Emilio Estrada. 24

Estaba claro que, a criterio del presidente, debían formar parte del arreglo todos los sectores de la banca. Pero no tenía intención de que se involucraran los dirigentes populares. En suma, mientras se buscaba un arreglo en las esferas del poder político y económico, los objetivos de la lucha popular fueron desestimados por el régimen y los representantes de la banca, que intentaban imponer sus intereses y hasta negociar a nombre del pueblo trabajador, que había impulsado las jornadas de protesta y el paro.

El presidente Tamayo había hecho conocer que no estaba de acuerdo con la composición del Comité Ejecutivo Económico. Planteó que sería el Ejecutivo el que  lo designaría. Esta última circunstancia trascendió a la ciudadanía y particularmente a las esferas obreras, pues el Dr. Puig se había reunido con una representación de la COG para explicarle el estado de las conversaciones con Tamayo sobre el decreto de incautación de giros y la composición del Comité Ejecutivo Económico.

Lo que se trató en esta reunión, efectuada en la Sociedad de Carpinteros temprano el 15 de noviembre, fue conocido casi de inmediato por otros dirigentes gremiales, particularmente de la Gran Asamblea de Trabajadores. La información se regó rápidamente entre los sectores que la víspera habían concurrido a la Gobernación para acompañar a la propuesta de los síndicos Trujillo y Puig.

LA MASACRE

La indignación fue creciendo a lo largo del día, porque era evidente que el gobierno ponía de lado cualquier propuesta que proviniera de la representación del pueblo y prefería un acuerdo con ciertos sectores empresariales y de la banca, a quienes demostró su voluntad de imponer verticalmente su determinación, aunque esos grupos pretendieran hablar a nombre de los obreros movilizados, señalando que la huelga general podría concluir si el régimen aceptaba sus demandas.

Frente a la realidad, hubo frustración en los dirigentes de la Gran Asamblea. Para fortalecer su postura, temprano en la tarde, organizó comisiones de control del

paro, como demostración de la voluntad de de mantener la medida de hecho para presionar la atención de sus demandas. Una comisión descubrió que una panadería de la calle Coronel estaba trabajando. La comisión pidió al propietario, de apellido Chambers, que cerrara, frente a lo cual, Chambers llamó a la policía para impedirlo. Llegó la policía y arremetió contra la comisión y varios trabajadores de la panadería. La confrontación dejó un muerto, el obrero Alfredo Baldeón, quizá la primera víctima del 15 de noviembre. 25

Los grupos populares que estaban próximos a la Gobernación, hasta donde llegaron los testigos del asesinato de Baldeón, se enteraron del hecho y los ánimos se caldearon. Avanzaron, entonces, hacia la Clínica Guayaquil, en donde había otra concentración popular y luego, todos juntos se dirigieron hacia la Avenida Olmedo, lugar en el cual se sumaron los cacahueros a esta movilización –constituyéndose de esta manera una formidable marcha popular- que condenaba la represión del régimen y la ninguna atención a sus planteamientos.26

La manifestación que había iniciado en forma pacífica, enfrentó una fuerte represión. Los soldados apostados en las calles comenzaron a disparar a los grupos. Cuando la reacción de los manifestantes adquirió fuerza, la actitud fue más violenta. Apuntaban y disparaban a matar.

La situación se salió de control. En tales circunstancias, ninguna acción de los síndicos Puig o Trujillo, que hacían esfuerzos por calmar a la gente y proponer nuevos plazos de respuesta desde Quito o adicionales compromisos del Gobernador, tuvieron éxito. Por el contrario, las protestas fueron subiendo de tono. Desde diversos lados de la ciudad grupos de obreros se movilizaron hacia la Gobernación, sabiendo que allí debía confluir con la marcha que para entonces recorría la Avenida 9 de Octubre. En el trayecto se dieron confrontaciones y la represión continuó. Los dirigentes de la huelga no pudieron controlar la reacción. Habían suspendido su reunión y no pudieron estar al frente de la marcha, que recibía bala. Un peluquero guayaquileño que iba en medio de la manifestación contó años después:

…nos reciben a bala. La soldadesca tal vez creyeron que nosotros íbamos a atacar el cuartel, entonces se adelantaron y dispararon a la masa a mansalva. ¿Qué pasó? Nosotros, gente desarmada, retrocedimos por la avenida Olm edo y ya era más fuerte la cosa, el ataque contra nosotros. Yo avancé con mi familia y más a Villamil, por Mejía, cuando vimos los soldados que como en una guerra, maniobraban para fusilarnos. Pero no se si era la furia mismo o el arranque de la juventud o la venganza que se nos penetró, que no hacíamos caso, seguíamos. Allí cayeron dos hermanas mías y fui herido. 27

La masacre se había iniciado persiguiendo a los grupos de ciudadanos y obreros que estaban en la manifestación. Luego se extendió, incluso a los se retiraban de los sectores donde había conflictos. Ante la agresión a mansalva, en algún caso, algunos pretendieron hacerse de armas enfrentando a un piquete de policías o asaltando las tiendas que las vendían. 28 Esto se vio como intento de lanzarse al saqueo masivo y provocó el aumento de la agresión indiscriminada de  las tropas que dispararon a quemarropa. Pero los propios defensores de la acción del gobierno tuvieron que reconocer los alcances de la matanza:

El resto de la gran manifestación, una masa e tres o cuatro mil infelices, regresa por la calle 9 de Octubre y al llegar a Escobedo empiezan a caer los  muertos.- Los huelguista bolcheviques no se explican quien los tira. Miran las casas cercanas en busca de agresores. Los desgraciados no se han dado cuenta que, cinco cuadras más adelante, la Plaza del Centenario está sembrada de soldados echados  de vientre en el suelo, enemigos invisibles a distancia, que disparan sobre la manifestación desbordada. En la calle Chanduy, en la casa que ocupa la Jefatura de Zona, hay un cuerpo de guardia que, parapetado tras las ventanas de las casas coopera a la sangrienta dispersión.- Las mujeres bolcheviques caen echando maldiciones y excitando a los que las rodean. Parece que el centro “Rosa Luxemburgo” no se reunirá más en Guayaquil. 29

Los hechos dejaron en claro que hubo intención del gobierno de impedir la movilización por la fuerza, y de desmantelar a las organizaciones de trabajadores. La idea de que Guayaquil “estaba en manos” de los trabajadores en huelga agudizó el temor del régimen en Quito y de los notables de Guayaquil. Al inicio, las fuerzas militares intentaron dispersar a bala a los manifestantes o impedir los saqueos, pero luego se lanzaron a disparar a todo grupo que hallaban. Incluso persiguieron y abalearon a personas que estaban fuera del anillo de defensa de la gobernación.

Quizá no hubo un plan detallado para la represión y se dieron acciones improvisadas. Pero es evidente que predominaba la idea de que la huelga debía enfrentarse a bala y que era necesario proteger la propiedad privada amenazada  por los saqueos. La masacre fue ejecutada sin importar su extensión. Tanto es así que luego de la barbarie, para esconder los hechos, las tropas optaron por retirar los cadáveres, en algunos casos los heridos, esparcidos en la ciudad y lanzarlos a la ría de Guayaquil, abriéndoles con bayonetas el abdomen, esperando que las aguas escondieran el asesinato. Decía un testigo: “en el rio hubo muchos muertos y para que no rebalsen pasaban la bayoneta por el estómago y les botaban al agua.” 30

Siempre se ha discutido sobre el número de muertos en la tragedia. Un adicto al gobierno escribía: “Las tropa ha disparado como con medida: los tiros justos para hacer el efecto necesario para desmoralizar a las turbas bolcheviques. 1.500 soldados disparando solo han hecho 200 bajas a las masas compactas.” 31 Pero, en realidad fueron muchos más.

Alejo Capelo, uno de los actores de la lucha obrera, consignó que no podían ser menos de 1.000 los asesinados. Floresmilo Romero Paredes, sobreviviente de la masacre, señaló que fácilmente el número de víctima bordearía los 2.000. 32 Elías Muñoz Vicuña refiere que los miembros de la policía, así como el batallón “Vencedores” y el “Marañón” estuvieron preparados desde la víspera para actuar sin mesura en contra del pueblo, de allí que su conducta en contra de los manifestantes fue la de disparar al cuerpo de aquellos, lo cual lo hicieron a manera de una cacería humana, escondidos detrás de los portales y en los altos de varias casas.33

El general Marcos Gándara Enríquez, en un libro que intenta justificar la acción militar en esa dolorosa jornada, dice que fueron 37 los que perdieron la vida.34 Esta cifra es francamente increíble, puesto que, según los observadores de entonces, la movilización había logrado convocar a no menos de 25. 000 personas, y los soldados tiraban a matar. La cifra de manifestantes viene de los datos ponderados de los medios de comunicación, particularmente provenientes de las provincias pequeñas, que tuvieron corresponsales en Guayaquil y fueron testigos de los acontecimientos. Por otra parte, la matanza masiva fue admitida por los propios voceros del gobierno.

CONSECUENCIAS DEL CRIMEN

Pese a que la prensa silenció muchos hechos, hubo solidaridad en el resto del país ante la masacre. En Riobamba, el mismo 15 de noviembre, se realizó un gran meeting con 1.000 obreros que decretaron paro. La FTRE decretó la continuación del paro general como protesta y duelo. En Quito la SAIP hizo una manifestación condenatoria, reprimida por la policía y la caballería. En Ambato, una asamblea obrera declaró paro general con la presencia de los ferroviarios, pero el ejército les impidió cumplir la decisión. El 20 de noviembre la Confederación Obrera llamó a una huelga nacional; la COG no acató la decisión, diciendo: “no consentiremos jamás que la verdadera causa del pueblo vaya a confundirse con la advenediza política de los politiqueros de siempre”.35 En medio de la tensión imperante, los obreros eléctricos y los de los carros urbanos suscribieron con sus patronos actas transaccionales en las cuales se reconocieron varias de sus aspiraciones.

Los siguientes días la versión del gobierno fue la única que conoció la opinión pública. Se dijo que el 15 de noviembre, Guayaquil fue presa de delincuentes que saqueaban la ciudad, y el ejército actuó para salvar a las personas y a las propiedades. El autor de una publicación que justificaba la masacre dijo semanas después:

El Gobernador, el Intendente y el Jefe de la Tercera Zona merecen el reconocimiento público por sus importantísimos servicios en obsequio de Guayaquil; pues si no hubieran contenido el desmán a tiempo ¡horror lo que hubiésemos presenciado la noche del 15! Si el saqueo se consumó en pleno día, a las tres de la tarde, ¿qué no habríase hecho por la noche, noche sin luz? 36

El gobierno y sus voceros, trataron de explicar el hecho indicando que había una conspiración bolchevique para derrocar al gobierno, con ramificaciones en  otras ciudades del país, que la manifestación se desbordó y comenzaron saqueos masivos, que debieron ser detenidos. No había otro camino que la acción violenta. Los periódicos sostenían que el hecho había sido inevitable y alentaban que “todos vuelvan, con la amarga experiencia grabada en el alma, a sus labores habituales, a recuperar pérdidas y fortalecer las energías que desperdiciaron”. 37 Por su parte, la derecha y la Iglesia Católica, apoyaron en este punto al gobierno y arremetieron contra el socialismo, acusándolo de instigador ideológico de los sucesos del 15 de noviembre. Así lo hizo el entonces obispo de Riobamba, Carlos María de la Torre, quien años más tarde llegó a ser el primer cardenal ecuatoriano.38

Pese a la versión oficial, el hecho quedó grabado en la memoria del pueblo, que mantuvo terribles recuerdos de la masacre y que también impactó en la reorganización de las fuerzas políticas.39 Sin embargo, sería un error pensar que la matanza fue solo un hecho político. En la clase trabajadora y el conjunto del pueblo, la imagen del “bautismo de sangre” no se vio como un episodio histórico aislado. Fue un hito fundamental en su toma de conciencia en un proceso en el que los trabajadores y los sectores populares en general, comenzaron a tener protagonismo en el contexto de las nuevas características estructurales del Ecuador.

En los años siguientes, cobijadas por el sacrificio de noviembre de 1922, las organizaciones levantaron nuevas jornadas de protesta. En el escenario social y político no se dio solamente un duro enfrentamiento entre sectores oligárquicos, que intentaban precipitar un nuevo reparto del poder, sino una lucha “desde abajo”, que provocó remezones en el esquema político por más de dos décadas (1922- 1947) y que se tradujo en una “etapa de crisis e irrupción de las masas”. 40

La alianza oligárquica consolidada por la burguesía comercial y bancaria de Guayaquil comenzó a desmoronarse. Los terratenientes costeños se enfrentaron a los exportadores e importadores, mientras los latifundistas serranos se lanzaron a luchar por arrebatarle a la burguesía una mayor cuota de poder.41 Esta pugna oligárquica fue el telón de fondo a los sucesos del 15 de noviembre, lo cual a su vez evidenció la presencia de una crisis estructural, definida por el derrumbe cacaotero. La crisis de los años veinte alteró el modelo agro-exportador, en el que se había basado la economía del país hasta entonces.

La imagen dejada por el 15 de noviembre aceleró el deterioro del régimen. Tamayo logró culminar su período, incluso imponer mediante el fraude electoral a su sucesor, Gonzalo S. Córdova, pero la plutocracia cayó el 9 de julio de 1925. La oficialidad joven del Ejército, se levantó contra la plutocracia en la “Revolución Juliana”, iniciada precisamente en julio de 1925. 42 Entre sus argumentaciones se dijo que estaban presentes en la conciencia de los insurrectos, los sucesos del 15 de noviembre de 1922, y su lucha por implantar la justicia social. La rebelión de julio de 1925 se dio en el marco de la búsqueda de un nuevo orden social. Los protagonistas del movimiento militar tuvieron como uno de sus referentes a la todavía incipiente clase obrera y a su historia reciente de lucha.

Un año más tarde, en mayo de 1926, se produjo el hecho político de mayor relevancia aquellos años, y de gran proyección en la historia nacional, la fundación del Partido Socialista Ecuatoriano, para cuya estructuración concurrieron muchos de los dirigentes de la acción de noviembre de 1922.43

La sangre de los caídos ha nutrido desde entonces la conciencia nacional ecuatoriana. Su ejemplo ha contribuido, a lo largo del tiempo, al fortalecimiento de la lucha social y política. La masacre de noviembre que regó de sangre al Río Guayas, es recordada con Las cruces sobre el agua.44 Es un referente para la clase trabajadora y a los sectores populares; para alentar la lucha de la izquierda que se inició en esos años. Su memoria permite comprender que la unidad del pueblo es vital para impedir otros crímenes similares, que se producen cuando las clases dominantes están acorraladas por efecto de sus propias contradicciones y la lucha popular.

El 15 de noviembre de 1922 es un hito de la Historia del Ecuador. No solo es la fecha de una matanza y de un horroroso crimen político, sino un referente de la lucha por los derechos del pueblo y por la justicia social.

NOTAS

1 Publicado en el libro El Poder y la Muerte: Crímenes políticos en el Ecuador 1830-1959, Quito, Dinediciones, 2018, p. 173-181.

2 Texto publicado en: Alexei Páez, El Anarquismo en el Ecuador, Quito, Corporación Editora Nacional, 1986, p. 66.

3 Texto publicado en: Patricio Martínez, Guayaquil Noviembre de 1922, Política Oligárquica e Insurrección Popular, Quito, CEDIS, 1988, p. 127

4 El Telégrafo, Guayaquil, 16 de noviembre de 1922.

5 El apoyo de Eloy Alfaro al sastre cubano Miguel de Alburqueque, responsable del Partido Revolucionario Cubano en el Ecuador y recomendado del propio José Martí, es muy significativo. Su trabajo contribuyó a la fundación de la Confederación Obrera Provincial del Guayas, institución cercana al liberalismo.

6 La Bandera Roja, 21 de marzo de 1920.

7 Durán Barba, Jaime “Estudio introductorio”, Pensamiento popular ecuatoriano, Quito, Banco Central del Ecuador, Corporación Editora Nacional, 1981, p. 74.

8 Martínez, Patricio. Guayaquil Noviembre de 1922. Obra citada, p.28.

9 En abril de 1922 se constituyó un comité para la organización de la FTRE. Lo integraban, el tipógrafo Alejo Capelo, de orientación anarquista, y Luis Maldonado Estrada, de la Asociación Sindicalista Regional, fundador del Partido Socialista en 1926. (Rodas, Germán, Socialismo, Casa Adentro, Quito, Ediciones La Tierra, 2006, p. 21)

10 La Sociedad de Cacahueros se desafilió de la COG el 14 de julio de 1922, para impulsar los intereses de los trabajadores que habían soportado directamente los efectos de la crisis provocada por la primera guerra mundial, que destrozó la exportación del cacao provocando niveles de desempleo exorbitantes. Así se trazaron el objetivo de luchar directamente por sus intereses y los de los trabajadores en general.

11 Para tener una idea del problema es preciso señalar que en 1921 la cotización del caco descendió a $ 5, 75, por libra, cuando en 1920 el precio fue de $26, 75.

12 Ayala Mora, Enrique Resumen de Historia del Ecuador, Quito, Universidad Andina Simón Bolívar, Corporación Editora Nacional, 2012, pp. 97-98.

13 Los ferrocarrileros pertenecían a la compañía norteamericana “ G & Q Railway Company” cuyo gerente contó con el apoyo oficial de las autoridades, y quien pretendió, inicialmente, ignorar los reclamos de los trabajadores. (Rodas, Germán, Socialismo, Casa Adentro. Obra citada, p. 21)

14 La Asociación Gremial del Astillero fue una asociación sindical en cuyo interior se hallaban organizados artesanos y pequeños comerciantes del barrio del Astillero de la ciudad de Guayaquil.

15 El Universo, 10 de noviembre de 1922.

16 Este texto fue recogido por el Diario El Universo en su edición del 13 de noviembre.

17 P. Martínez, Guayaquil Noviembre de 1922, p. 74.

18 Los dos síndicos estuvieron vinculados ideológicamente a Víctor Emilio Estrada, gerente de otro banco de la ciudad de Guayaquil llamado La Previsora. Estrada había actuado como asesor de la COG y su postura referente a la baja del cambio del dólar expresaba los intereses de un sector de la banca.

19 Las intervenciones de Trujillo y de Puig formaron parte fundamental de la noticia publicada por El Universo, el 14 de noviembre, en referencia a las posturas de la Gran Asamblea de Trabajadores.

20 P. Martínez, Guayaquil Noviembre de 1922, p. 86.

21 Los puntos de la solicitud fueron citados en el manifiesto “A la nación”, que lanzaron las autoridades de Guayas y el jefe militar para justificar el hecho, pocas días después del 15 de noviembre. Se lo reprodujo en el folleto Para la historia, El 15 de noviembre de 1922, Guayaquil, Imprenta Ideal, 1922, p. 16.

22 El Día, Guayaquil, 15 de noviembre de 1922.

23 Los Andes, 16 de noviembre de 1922.

24 P. Martínez, Guayaquil Noviembre de 1922, p. 97.

25 La relación de este hecho se publicó en el Diario El Guante del 17 de noviembre de 1922.

26 P. Martínez, Guayaquil Noviembre de 1922, p. 102.

27 Floresmilo Romero Paredes, testimonio, El 15 de noviembre de 1922 y la fundación del socialismo relatados por sus protagonistas, segunda parte, Quito, INFOC, Corporación Editora Nacional, p.45.

28 Andrés Avelino Mora contaba: “Precisamente en la Quinta Pareja decían: ‘¡No corran hermanos, vamos encima de esa gente!’. Pero ¿qué, cómo, y las armas? Y eso que había almacenes que vendían armas: que rompieron las puertas para conseguirlas, decían que habíamos ido a robar… Claro que había gente que robaría, pero fundamentalmente, era para armarse y salir a pelear contra el ejército.” (Ibid., p. 44).

29 Artículo “De Guayaquil” suscrito por “Un cronista imparcial”, que se incluyó en Para la historia, Guayaquil Imprenta el Ideal, 1922, p. 23

30 Testimonio de Romero, Ibid., p. 44.

31 “De Guayaquil”, Para la historia, pp. 44, 45.

32 Ycaza Cortez, Patricio, Historia del Movimiento Obrero Ecuatoriano, Quito, Ediciones La Tierra, 2007, p. 100.

33 Muñoz Vicuña, Elías, El 15 de Noviembre de 1922, Su importancia Histórica y Sus Proyecciones,

Guayaquil, Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Guayaquil, 1978, p. 79.

34 Gándara Enríquez, Marcos, La semana trágica de Guayaquil, Noviembre de 1922, Aproximación a la Verdad, Quito, Talleres Gráficos del Instituto Geográfico Militar, 1991, p. 218.

35 Citado por P. Ycaza, Historia del Movimiento Obrero Ecuatoriano, pp. 103.104.

36 Para la historia, suscrito por “Un historiador”, p. 20.

37 “Dura experiencia”, El Comercio, Quito, 3 de diciembre de 1922.

38 El 18 de abril de 1923 circuló una Carta Pastoral bajo el título de “El Socialismo” firmada por Carlos María de la Torre, en la que decía que ideología socialista era una forma de pensamiento y de acción “contrarias a la fe católica del pueblo ecuatoriano” que promovía la violencia y la confrontación como la ocurrida el 15 de noviembre en la ciudad de Guayaquil.

39 Un año más tarde, por ejemplo, una asamblea del Partido Liberal declaró que el socialismo era una corriente inscrita en esa organización partidaria. (Jaime Durán, “Orígenes del Movimiento Obrero Artesanal”, Enrique Ayala Mora, editor, Nueva Historia del Ecuador, volumen 9, Época Republicana III, Quito, Corporación Editora Nacional, 1991, p. 195).

40 E. Ayala Mora, Resumen de Historia del Ecuador, p. 101.

41 Ibid., p. 99.

42 Paz y Miño, Juan, Revolución Juliana, Nación, Ejército y bancocracia, Quito, Abya-Yala, 2000, p. 74.

43 Rodas Chaves, Germán, La Izquierda Ecuatoriana, Aproximación Histórica, Quito, La Tierra-Abya- Yala, 2000, p.26

44 Joaquín Gallegos Lara (1911-1947) en el año de 1946 publicó la novela Las Cruces sobre el agua, cuyo personaje central es Alfredo Baldeón, asesinado el 15 de Noviembre de 1922. Es una novela que desde su título nos da el entorno de los acontecimientos dramáticos del 15 de noviembre y que además por haber tratado un tema de la historia nacional se ha convertido en un referente no solamente de la literatura sino, precisamente, de la historia.

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