América Latina y la Independencia de Cuba II. Sergio Guerra Vilaboy

América Latina y la Independencia de Cuba

Sergio Guerra Vilaboy

Introducción

Marti O GarciaLa lucha por la independencia de Cuba. O. García.

La independencia de Cuba fue el resultado de un largo y complejo proceso histórico que, como en el resto de Hispanoamérica, en cierta forma se inició desde 1810 cuando se vertebraron los primeros movimientos anticolonialistas aprovechando la inesperada coyuntura creada por la ocupación napoleónica de la península ibérica.  Diversos factores, entre ellos la tenaz oposición de Estados Unidos –que aspiraba a heredar a España en su dominio de la Mayor de las Antillas– impidieron que Cuba se convirtiera también en un estado libre al término del ciclo revolucionario latinoamericano de 1810 a 1826.

La guerra de independencia de Cuba sólo estalló en octubre de 1868, encabezada por un hacendado de la preterida provincia oriental, Carlos Manuel de Céspedes, y luego de diez años de devastadora contienda y del receso impuesto por el Pacto del Zanjón (1878) con España, la lucha se reanudó en febrero de 1895 bajo la dirección de José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo.  Cuando la victoria de los patriotas era algo inevitable, a pesar de la caída en combate de sus principales figuras (Martí y Maceo), los Estados Unidos declararon la guerra a la debilitada España e intervinieron en el conflicto hispano-cubano (1898), lo que abrió un prolongado periodo de dominación norteamericana en Cuba que frustró el proyecto martiano para la verdadera independencia nacional.  En última instancia, el objetivo de Martí, como expusiera en su conocida carta inconclusa del 18 de mayo de 1895 a su amigo mexicano Manuel Mercado, consistía en

«impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.  Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.»

La estrategía martiana estaba íntimamente relacionada con la seguridad de las hermanas naciones de América Latina frente al expansionismo norteamericano y requería de éstas un amplio respaldo a la guerra de independencia cubana de 1895 que, lamentablemente, no se consiguió.

Con en este texto, cuya publicación ha sido posible por el apoyo brindado por nuestro extrañable amigo paraguayo Joel Atilio Cazal, director de la Revista y la Editorial Ko-Eyú, pretendemos hacer un recuento de las diversas posiciones asumidas por los países de América Latina con relación a la independencia de Cuba en sus tres principales momentos históricos: 1810-1826; 1868-1878 y 1895-1898.  Esta valoración se inicia con los primeros proyectos para emancipar a las Antillas españolas, concebidos en los albores del siglo XIX, con la entusiasta participación de la República de Colombia de Simón Bolívar y el México de Guadalupe Victoria; continúa con el caluroso respaldo que despertó la causa cubana en todo el hemisferio tras el inicio de la guerra de 1868; y concluye con la evaluación del adverso clima gubernamental existente a fines de la pasada centuria, que impidió levantar durante la revolución de 1895 el amplio frente continental de solidaridad con la independencia de Cuba, que como escribiera Martí en su artículo de Patria del 19 de agosto de 1893, era al mismo tiempo la de toda América Latina:

Cuba no anda de pedigüeña por el mundo; anda de hermana, y obra con la autoridad de tal.  Al salvarse, salva.  Nuestra Amèrica no le fallará, porque ella no falla a América.  Pero la sustancia no ha de sacrificarse a la forma, ni es buen modo de querer a los pueblos americanos crearles conflictos, aunque de pura apariencia y verba, con su vieja dueña España, que los anda adulando con literaturas y cintas y pidiéndoles, bajo la cubierta de academias felinas y antologías de pelucón, la limosna de que le dejen esclavas a las dos tierras de Cuba y Puerto Rico,que son precisamente, indispensables para la seguridad, independencia y carácter definitivo de la familia hispanoamericana en el continente, donde los vecinos de habla inglesa codician la clave de las Antillas para cerrar en ellas todo el norte por el istmo, y apretar luego con todo este peso por el sur.  Si quiere libertad nuestra América, ayude a hacer libres a Cuba y Puerto Rico.

La Habana, a cien años de la intervención del imperialismo norteamericano en la guerra de Independencia de Cuba.

Parte I

Desde el mismo inicio del ciclo independentista latinoamericano de 1810 a 1826, Cuba fue escenario y eje de reiterados intentos dirigidos a su emancipación de España.  El ejemplo de la independencia de las colonias españolas de la masa continental creó en Cuba un ambiente muy favorable para las conspiraciones separatistas.  El incremento de los complots anticolonialistas en Cuba era mucho más significativo que en otras partes de Hispanoamérica porque se realizaba a contrapelo de los plantadores esclavistas, que habían obtenido de España importantes reivindicaciones económicas ‑abolición del estanco (1817), libertad de comercio (1818), propiedad de las tierras mercedadas (1819), supresión del arancel restrictivo de 1821, creación de un puerto libre en La Habana y garantías para el mantenimiento de la esclavitud‑(1), y por constituir la isla el principal refugio de las tropas y familias españolas que se retiraban del resto del Continente. Eso explica que los protagonistas de los movimientos separatistas de estos años en Cuba procedieran, por lo general, de sectores ajenos a los ricos plantadores del occidente de la isla (20, y estuvieron vinculados a personalidades latinoamericanas y a los gobiernos de México, Colombia y Haití.

La primeras conspiraciones

El pionero de esos movimientos separatistas cubanos fue el que ocurrió en el mismo año de 1810, en el marco de los acontecimientos que estremecían Hispanoamérica a raíz de la ocupación napoleónica de la península ibérica, cuando abortó la primera conspiración de que se tienen noticias, encabezada por el rico criollo Román de la Luz, propietario de un ingenio azucarero.  De la Luz organizó un grupo que actuaba clandestinamente a través de una logia masónica –según algunos autores filial de la fundada en Londres por Francisco de Miranda (3)–, que al parecer tenía el propósito de sublevar la isla el 7 de octubre de 1810 para formar un gobierno propio como los que se establecían ese año en el resto del Continente en rechazo de la soberanía francesa.  Entre los participantes descollaban el joven abogado Joaquín Infante y el Capitán de milicias de caballería Luis Francisco Bassave, así como los sargentos negros Ramón Espinosa y Juan José González, junto a otros destacados conspiradores: Manuel García Coronado, Manuel Ramírez, Manuel Aguilar Justiz y José Peñaranda.  A principios de octubre una delación hizo abortar la conspiración y los involucrados fueron arrestados y condenados a prisión.  Infante, en cambio, logró escapar a Estados Unidos de donde pasó a Jamaica y Venezuela.  Aquí publicó un proyecto de Constitución para Cuba, de marcado acento americanista, que preservaba la esclavitud y la religión católica, aunque incluía la abolición de diezmos, estancos, alcabalas, capellanías y mayorazgos, junto al reparto de tierras incultas.(4)

Otra conspiración temprana fue la dirigida por un artesano negro, José Antonio Aponte, quien había estado involucrado en el movimiento anterior en su condición de cabo del Batallón de pardos y morenos.  En rigor este fue el primer complot del período que tuvo relaciones con América Latina, pues en su génesis estuvo involucrado el General dominicano Gil Narciso, de tránsito por la Habana (fines de 1811) con otros oficiales negros de origen haitiano que formaran parte de las tropas auxiliares, al servicio de España, que guiaran Jean Francois y Jorge Biassou.  Además en el plan subversivo –que incluía el envio desde Haití de unos trescientos fusiles– también estaba envuelto el dominicano radicado en Cuba Hilario Herrera.  Al parecer Narciso se comprometió con Aponte y dos de sus seguidores, Juan Babier y Salvador Ternero, para ponerse al frente de los rebeldes una vez que estallara la sublevación, dirigida a eliminar la esclavitud y establecer un estado independiente inspirado en el modelo de Haití.  Detectado en marzo de l812 el movimiento subversivo de negros y mulatos libres y esclavos, la rebelión estalló de todos modos, pero de manera desordenada, en sitios aislados de Puerto Príncipe (Camagüey), Oriente y en dotaciones de los ingenios de Guanabacoa y Jaruco (La Habana), por lo que fue fácilmente aplastada.  El día 19 Aponte fue apresado y ejecutado el 9 de abril, junto a otros implicados.  Decapitado, su cabeza fue exhibida dentro de una jaula de hierro colgada en la esquina de Carlos III y Belascoain. (5)

escalvitud cuba

Esclavos en Cuba

Por el origen social de estas primeras conspiraciones se evidencia como la inmensa mayoría de los grandes propietarios de ingenios, hatos de ganado y cafetales de la isla de Cuba se inclinaban por satisfacer sus demandas en acuerdo con la metrópoli, conscientes de la necesidad de preservar un fuerte aparato estatal que garantizara la tranquilidad de las dotaciones de esclavos que constituían un tercio del medio millón de habitantes de Cuba.(6)  A solidificar aquí la alianza de la aristocracia criolla con España contribuyó el auge económico provocado por las crecientes exportaciones de azúcar, estimulado por una tácita libertad comercial confirmada en 1810, así como el temor a una rebelión general de esclavos como la ocurrida en Haití o la preparada por el mulato Aponte.  Esto explica que las principales conspiraciones cubanas de principios del siglo XIX fueran, por lo general, protagonizadas por elementos ajenos a los plantadores esclavistas: representantes de las capas medias, intelectuales, campesinos, artesanos y esclavos.

Soles y Rayos de Bolívar sobre la isla de Cuba

Sin duda uno de los más importantes esfuerzos para lograr en estos años la independencia de Cuba estuvo relacionado con la actividad de Simón Bolívar, quien a lo largo de su agitada vida acarició diversos proyectos para liberar a las Antillas españolas.  Las ideas del Libertador en favor de la emancipación de las dos colonias caribeñas se remontan a su Carta de Jamaica, donde indicó que tanto los habitantes de Puerto Rico, como los de Cuba, eran americanos, no españoles, y en consecuencia debían ser libres.  En su concepto, no habría «solidez ni estabilidad mientras exista en cualquier parte de América un ejército real».(7)  Por eso en una misiva dirigida a Francisco de Paula Santander, del 8 de agosto de 1820, Bolívar escribió:

Pienso que Sucre con la caballería de la Guardia y 2 000 fusileros, por lo menos, cubra a Cundinamarca, donde se le reunirá Lara con una buena división, y yo con 7 u 8 000 hombres voy a buscar a Morillo para que hagamos la paz en Caracas, como Ud. se la hizo a Barreyro en Bogotá. Y después, ¡Dios nos asista!, adiós del Perú y México; adiós de La Habana y Puerto Rico. Yo no le pido a Dios más que una victoria, porque las demás yo las tengo seguras.(8)
Jose Antonio deSucre

Derecha -Mariscal José Antonio de Sucre


Estos audaces objetivos formaban parte de la estrategia político‑militar de Bolívar para la liberación hispanoamericana y eran también, en cierta forma, una respuesta a las solicitudes de patriotas antillanos para apoyar la liberación de Cuba y Puerto Rico.  Al parecer el primer proyecto concreto a favor de la liberación de Cuba en el cual Colombia estuvo involucrada se gestó en 1823, cuando en la isla ya actuaba la conspiración que ha sido denominada de los Soles y Rayos de Bolívar, por la logia del mismo nombre que existió en La Habana. (9)  Probablemente fue la más extendida y mejor organizada de todas las conspiraciones cubanas del período y estuvo al parecer lidereada desde mediados de 1821 por un acaudalado habanero de 32 años, José Francisco Lemus. (10)

El complot se había iniciado con anterioridad, quizás cuando Lemus estuvo en La Habana por poco tiempo en 1820 –había marchado en 1817 a Estados Unidos, donde contactó con los agentes venezolanos Pedro Gual y Lino Clemente, quienes le otorgaron el grado de Coronel en el ejército de Bolívar–, pues el 15 de agosto de ese año viajó a España y se entrevistó con José Rafael Revenga y José Tiburcio Echavarría, que allí se encontraban como representantes diplomáticos colombianos para obtener de Fernando VII el reconocimiento de la independencia.  El 25 de julio de 1822 Lemus regresó a Cuba donde encontró la conspiración mucho más extendida, realizando entonces una intensa actividad para preparar la insurrección que debería estar combinada con una acción externa procedente de Colombia.  Para esta época algunas fuentes mencionan la vista a Cuba de un oficial colombiano apedillado Barrientos, así como un Capitán de Granaderos de la guardia de Bolívar nombrado Antonio Jurado, quienes debieron actuar de enlaces con el gobierno de Bogotá. (11)

El movimiento revolucionario se había organizado en toda la isla en base a logias secretas -‑desde 1820 existían asociaciones masónicas del rito de York: Caballeros Racionales, Cadena Eléctrica y Cadena Triangular de Bolívar y la mencionada Soles y Rayos-‑, nutrida de las capas medias y el sector ilustrado de la juventud criolla, dirigidas a preparar un alzamiento armado para fundar la «República de Cubanacán» (12).  Según algunos autores sus verdaderos fundadores fueron el neogranadino José Fernández Madrid (13)–en cuya casa particular se realizaban muchas reuniones– y el argentino José Antonio Miralla, ambos radicados en Cuba con anterioridad a 1820, y entre sus participantes más renombrados se encontraban José María Heredia, Juan José Hernández Cano y José Teurbe Tolón, todos de la Caballeros Racionales de Matanzas, así como el peruano Manuel Lorenzo de Vidaurre, Alonso Betancourt y Frasquito Agüero Velasco de la Cadena Triangular de Camagüey.

JoseMaria Heredia

Derecha: José María Heredia

Otros involucrados eran el impresor Pedro Pascasio Julián Arias y Céspedes, Francisco Garay Agudo, Regidor del Ayuntamiento de La Habana, Martín de Mueces de Pinar del Río, Ignacio Félix del Junco, Manuel Acosta, Miguel Madruga, José María González, Francisco Melitón de Lamar, Miguel Machado y José Miguel de Oro.  En una de las proclamas, firmada por Lemus en el «Cuartel General de Guadalupe, sobre los muros de La Habana… 1823. Imprenta del Gobierno de Cubanacán»(14) se puede apreciar la influencia ejercida en los conspiradores por el movimiento revolucionario hispanoamericano:

Ya hemos empezado a marchar por el sendero de la libertad e independencia, único que nos puede guiar al templo de la prosperidad y de la gloria; el gobierno supremo residirá en el pueblo soberano de la feliz Cubanacán […]  Si los afortunados hijos de las nuevas repúblicas del Paraguay, Chile, Lima, Buenos Aires, Colombia y México, llenos de honor, valor y justicia, sacudieron el envejecido y pesado yugo de la servil dependencia, los valientes isleños de la fértil Cubanacán […] haremos que nuestra patria tome el rango que merece entre las naciones del mundo, aumentando el número de las naciones hermanas.(15)

Otra prueba de la participación colombiana en este complot la ofrece el General venezolano José Antonio Páez en sus Memorias:

El año 23, el ministro de la Guerra, Sr. Pedraza, había autorizado a Dn. Pedro de Rojas para las operaciones del corso y para entenderse con los habitantes de Cuba, á fin de fomentar la revolución, que en aquella isla se conoce con el nombre de «Soles de Bolívar […]  (16)

La conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar, preparada para sublevar la isla el 17 de agosto de 1823, se nutrió con elementos de las capas medias y trabajadoras humildes, así como de algunos emigrados latinoamericanos residentes en la isla, entre ellos los ya mencionados Miralla, Vidaurre, Fernández Madrid y el comerciante venezolano Juan Jorge Peoli –quien se dice financiaba la conspiración con letras giradas por Bolívar, con quien además se carteaba–, el guayaquileño Vicente Rocafuerte y el joven neogranadino Manuel Ancízar que actuó de Secretario.  Al parecer la participación de Rocafuerte (17) en la conspiración se produjo a partir de su segundo viaje a La Habana a principios de 1820, donde lo sorprendió el restablecimiento de la Constitución liberal española de 1812.  Como el mismo apuntara:

Restablecida así la libertad de imprenta empecé a escribir en favor de la Independencia, en unión de los señores Miralla y el Dr. J. Fernández Madrid.  Había entonces en La Habana una sociedad muy secreta que estaba en correspondencia muy activa con otra de Caracas y que presidía el mismo señor Fernández Madrid, muy conocido entre nosotros por sus virtudes, sus distinguidos talentos y sincero patriotismo: él me hizo el honor de iniciarme en los misterios de esta patriótica asociación; y desde entonces quedamos estrechamente unidos por los vínculos de la más franca y tierna amistad.(18)

Desde su regreso a Cuba en 1821 todo indica, como se ha dicho, que quedó al frente de la conspiración el habanero José Francisco Lemus, ya Coronel del ejército colombiano, que se proponía establecer la «República de Cubanacán», para la cual se diseñó una bandera que tenía al centro un sol con siete rayos de oro.  Los conspiradores estaban afiliados al rito yorkino.(19)  Los preparativos abortaron el 14 de agosto de 1823 por una delación que trajo aparejada la detención de cerca de 600 conjurados y la ocupación de un centenar de fusiles, polvora, portaestandartes, escarapelas y cintas de colores.  Varios patriotas lograron escapar y en el exterior continuaron sus planes para emancipar a Cuba, aunque cuando esto ocurrió ya Miralla, Rocafuerte y Vidaurre se encontraban en los Estados Unidos.

Preparativos de una expedición libertadora

Los planes para organizar la primera expedición para liberar a Cuba desde Colombia surgieron en los Estados Unidos, poco después del fracaso de la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar.  Se sabe que estando Vicente Rocafuerte en Filadelfia, en la segunda mitad de 1823, preocupado por la permanencia española en el Castillo de San Juan de Ulúa (México) y en las Antillas (Cuba y Puerto Rico), se reunió en su casa con los señores José María Salazar y el Coronel Leandro Palacios, el primero Ministro plenipotenciario de Colombia en Estados Unidos y el otro Cónsul general, quienes en compañía de los cubanos radicados allí concibieron proyectos para liberar a Cuba.  La noticia de los sensacionales triunfos militares del General Manuel Manrique, quien acababa de derrotar a los realistas en Maracaibo (agosto de 1823), los llenó de entusiasmo y les hizo acariciar la idea de asociarlo a una empresa para expulsar a los españoles de las Antillas.  Sobre este plan cuenta el propio Rocafuerte en sus Memorias:

Se me aparecieron en mi casa los señores Salazar y Palacios, el uno Ministro Plenipotenciario de Colombia en E.U. y el otro Cónsul General; ambos me suplicaron a nombre de Colombia, me prestase a la ejecución del plan que habían concebido de apoderarse de la Isla de Cuba: me hicieron las mayores instancias para que tomara parte en este negocio de tanta trascendencia.  El señor Salazar me dijo: -Acaba de llegar la noticia de que el joven General Manrique ha expedido de Maracaibo al Coronel Morales y a todas las tropas españolas.  El es un joven de aspiraciones y de gran mérito; es íntimo amigo nuestro y hará lo que convenga a la gloria de nuestro país.  Importa pues que antes que Ud. vaya a México, pase a Maracaibo, lleve a Manrique nuestra correspondencia e instrucciones y le manifieste la importancia de atacar a la Isla de Cuba, con los 3,OOO hombres disponibles que tiene en el Zulia y la escuadra de Padilla, que debe estar aún en el lago de Maracaibo.  La ocasión es muy oportuna, pues me consta que los españoles tienen poca tropa en la Isla, y ésta se halla reconcentrada en las cercanías de La Habana; también sabemos que por todas partes contamos con un gran partido a favor de la independencia.  Como esta invasión, hecha por el Gobierno de Colombia, inquietaría a la Inglaterra y a la Francia, que tienen esclavos en sus colonias, es preciso que este golpe de mano se dé sin la anuencia del Gobierno de Colombia, aprovechándose Manrique de las fuerzas que tiene en estos momentos.  Y para que el Gobierno de Bogotá no se alarme al saber tan inesperada e imprevista empresa y pueda francamente disculparse con la Francia y la Inglaterra, saldrán de aquí para Caracas, al mismo tiempo que usted para Maracaibo, los señores Miralla, Castillo e Iznaga, residentes en La Habana, y propietarios en la Isla de Cuba, con objeto de predisponer los ánimos de Venezuela; después pasarán a Bogotá y explicarán al Gobierno este golpe de mano ejecutado por un guerrero colombiano, cuya inexperiencia y juventud le sirven de excusa al delito de invadir la Isla de Cuba sin licencia de ese Gobierno.(20)

Por este motivo, Rocafuerte salió de New York rumbo a Maracaibo.  Casi al mismo tiempo partían para la Guayra desde la propia urbe norteamericana, en la goleta Midas, el 23 de octubre de 1823, Gaspar Betancourt Cisneros, José Antonio Miralla, Fructuoso del Castillo, José Agustín Arango y José Aniceto Iznaga, todos ellos vinculados al comité patriótico que virtualmente funcionaba en casa del primero, conocido como El Lugareño (21), y al que también pertenecía Antonio Abad Iznaga, quien permanecería en New York como una especie de enlace entre todos los viajeros.  Para Cuba marchó, antes que los demás salieran para Colombia, José Ramón Betancourt con el objetivo de palpar la situación interna de la isla.  Hay que agregar que en este complot también estuvo involucrado el salvadoreño Manuel José Arce, encargado de conseguir el apoyo de Centroamérica y México –este último país debía contribuir con un millón y medio de pesos procedentes de un reciente empréstito.  Arce salió con ese propósito de New York hacia México el 18 de octubre de 1823.  En carta al Ministro colombiano Pedro Gual, para presentarle a la comisión de cubanos que marchaba a Bogotá, fechada el 21 de noviembre de 1823 en Maracaibo, Rocafuerte confirma estos planes cuando escribió:

Acabo de llegar a este país; y el principal objeto de mi venida ha sido ver este puerto, y anunciar a Ud. una especie de diputación de la Isla de Cuba, compuesta de los señores Arango, Iznaga, Betancourt y Castillo, que a nombre de los jóvenes cubanos vienen a pedir protección a la República y suplicar los libres del yugo godo.  Los acompaña también un joven residente en La Habana: éste se llama Miralla, quien por su talento y viveza tiene un gran influjo en aquella ciudad.  El negociado ha tomado origen de Filadelfia, entre Salazar, el General Dn Manuel José Arce y yo.  Hablando del Castillo de San Juan de Ulúa, se me ofreció decir que el único modo de rendirlo, era conquistar la isla de Cuba y fijar allí el nuevo sistema de Independencia, aprovechándonos del gran partido que se ha formado a favor nuestro, desde dos años a esta parte.  La idea gustó mucho al General Arce, quien contestó que tenía listos en San Salvador los cuatro mil hombres que componían el ejército que él mandó y levantó contra las tropas de Iturbide; que sólo le faltaba el dinero y algunos oficiales de artillería, para realizar la expedición; que para este objeto se podría conseguir en México un millón y medio de pesos, pues acababa el nuevo gobierno de efectuar en Londres un empréstito de 22 millones de pesos, por medio de la Casa Mignoy y Echevarría, de Veracruz.  Salazar, entonces nos dijo, que la República, podría también cooperar a la conquista de Cuba; porque calculaba que las plazas de Maracaibo y Puerto Cabello quedarían evacuadas en todo noviembre, y que sería muy útil a la República, enviar fuera de su territorio, parte de la mucha tropa que le sobraría; que mientras más fuerzas presentásemos, menos resistencia harían los españoles, y mayor estímulo tendría el fuertísimo partido de cubanos independientes.  Después de una larga discusión, resolvimos: que el electo Presidente de Guatemala [se refiere a la recién creada federación centroamericana, SGV], el General Arce, iría a tomar posesión de su empleo, pasando por la ciudad de México, conferenciando con sus jefes y proporcionándose el dinero necesario para alistar 4 ó 5,000 hombres.  Que los cubanos y habaneros que se hallan en los Estados Unidos promoviendo la independencia, y buscando inútilmente auxilios en esos helados países, se pusieran en camino para Santa Fe de Bogotá con cartas de recomendación para usted.  El General Arce salió de New York para Tampico, el 18 pasado.  Yo debí irle acompañando; pero como también salía una goleta que venía a cargar cacao aquí, para seguir inmediatamente a Puerto Alvarado, me suplicó el General viniera a esta plaza, a tomar razón de los oficiales útiles que podría haber y examinar el aspecto del país y espíritu del pueblo. Es probable llegue a México a fines de diciembre.  Estoy persuadido de que se realizará la expedición contra Cuba, en todo el curso del próximo febrero.(22)

En la entrevista de Rocafuerte con el General Manuel Manrique este condicionó la expedición a Cuba a la próxima rendición de Puerto Cabello, la que en definitiva se produjo el 8 de noviembre de 1823.  Se sabe que Manrique ya había enviado a La Habana a José Pierson, quien consideró que con tres mil hombres, preferentemente blancos todos, o al menos los jefes y oficiales, se podría alcanzar el éxito.(23)  Estas opiniones las transmitió Manrique a Carlos Soublette, Francisco Carabaño y Francisco de Paula Santander.  En carta a este último, el General venezolano escribió el 20 de agosto de 1823:

Ahora he tenido el gusto de conocer al Coronel Dn. José Pierson, quién después de habérseme dado a conocer como h.; me ha descubierto los sentimientos más liberales, como si hubiera sido el primer patriota de Colombia; se ha marchado para Cuba, comprometido a trabajar en la libertad de La Habana.  Por la copia que incluyo de la carta dirigida a Carabaño y al General Soublette, tocará Ud. más de cerca mis ideas y si mereciera el concepto de Ud., podría principiarse a trabajar una vez que sea rendido Puerto Cabello, o cuando lo juzgue más conveniente.

Pierson tenía buenas ganas de quedarse para manejar la cosa conmigo y Carabaño, pero después convinimos en que debía ser más util en La Habana, arreglando y preparando el proyecto y comunicándome sus progresos, etc.(24)

GualPedroJose

Derecha – Pedro José Ramón Gual Escandón

Pero el 30 de noviembre de 1823, pocos dias después de la rendición de Puerto Cabello, murió inesperadamente el militar venezolano y el proyecto perdió su principal base de sustentación.  Mientras Rocafuerte se trasladaba a México, con el propósito de conseguir respaldo del gobierno de este país, a donde llegó a principios de 1824 (25), los restantes patriotas, entre los que se hallaban los cubanos Fructuoso del Castillo, Gaspar Betancourt Cisneros, José Ramón Betancourt, José Aniceto Iznaga, José Agustín Arango y el General puertorriqueño Antonio Valero, quien se les había unido en la Guayra, se dirigíeron a Caracas sin conocer todavía de la muerte de Manrique.  Desde 1823 Valero se encontraba bajo las órdenes de Bolívar, después de haber contribuido a la independencia de España y México.  En Caracas se reunieron con el cubano Francisco Javier Yáñez, uno de los promotores de la independencia de Venezuela y entonces Presidente de la Corte Suprema de Justicia de Colombia.  Los emisarios, con excepción de José Agustín Arango, que regresó a Cuba, y ya acompañados por Valero, se concentraron en Puerto Cabello.  De este lugar, por Maracaibo, se trasladaron a Bogotá, a donde llegaron el 19 de enero de 1824.  Aquí se entrevistaron con Pedro Gual, Ministro del gobierno colombiano y con el Vicepresidente Francisco de Paula Santander, quienes les brindaron «una excelente acogida y los alentaron en el proyecto de libertar a Cuba» (26), aunque este último les explicó que los compromisos de Bolívar en Perú impedían por el momento ocuparse de la libertad de Cuba.  Una idea de lo planteado por Santander a los comisionados cubanos nos la ofrece el siguiente fragmento de la carta enviada unos días después por el propio Vicepresidente al General Paèz, fechada en Bogotá el 22 de febrero de 1824:

sobre la expedición a Cuba o Puerto Rico no hay que hablar por ahora: primero, porque estando expuestos a ser invadidos en nuestra casa es locura ir a buscar fortuna a país donde creyéndose que hay jamones no hay ni estacas; segundo, porque el Perú demanda con más urgencia y necesidad auxilios que nos aseguren por el sur; tercero, porque no tengo recursos para expediciones.  El joven que vino con Valero sería mejor si hablara menos.  Ese es mi sentir, salvo meliori (27)

Mapa Cuba

Después de estas consideraciones de Santander, a nombre del gobierno de Colombia, la comisión patriòtica desistió de ir al Perú a entrevistarse con Bolívar y, desalentados, prefirieron buscar en México el apoyo que Colombia por ahora no podía darles.  De todos modos, Miralla permanecería en Bogotá como representante de los patriotas que gestionaban la independencia de Cuba, mientras Castillo se uniría a las fuerzas colombianas con el grado de Alferez.  Por su parte Betancourt Cisneros e Iznaga regresaron a Estados Unidos, via Jamaica, destino al que arribaron a fines de mayo de 1824. (28)

NOTAS

(1) El polémico Tratado anglo‑español, del 23 de noviembre de 1817, fijaba las condiciones para abolir la trata al establecer el 30 de junio de 1820 como fecha límite legal para la introducción de esclavos en las colonias hispanoamericanas.Sin embargo, con la complicidad de las autoridades peninsulares de Cuba se siguió tolerando el tráfico clandestino de esclavos, lo que permitió la consolidación de la producción azucarera de la isla.

(2) Sólo sí la metrópoli afectaba sus intereses este sector acariciaba la idea de romper con España.  Un ejemplo: cuando las Cortes de Cádiz se inclinaron a la supresión de la esclavitud y la trata, así como las franquicias comerciales otorgadas, el aristocrático Cabildo habanero, el Consulado y la Sociedad Patriótica, manifestaron su desacuerdo y valoraron la conveniencia del régimen autonómico o incluso la anexión a Estados Unidos. Esas fueron las motivaciones de la misión de «Mr. Sánchez», misterioso emisario de los ricos plantadores cubanos ante el gobierno norteamericano (febrero de 1822).

(3) Para otros historiadores, como Eduardo Torres-Cuevas, eran miembros de la logia Le Temple des Vertus Theologales, fundada en La Habana el 17 de diciembre de 1804.  Véase su trabajo «De la Ilustración reformista al reformismo liberal», en Historia de Cuba. La Colonia. Evolución socioeconómica y formación nacional. De los orígenes hasta 1867, La Habana, Editora Política, 1994, p. 330.

(4) Véase su proyecto de Constitución en Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1969, t. I, pp. 253-260.  De la Luz, Bassave e Infante, junto a cuatro marqueses y cinco condes de la Isla, habían firmado con anterioridad, el 20 de octubre de 1809, un memorial en protesta por la prohibición española de comerciar con Estados Unidos.  En Venezuela, tras abortar la conspiración cubana de 1810, Infante se unió a la revolución y llegó a desempeñarse como Auditor de Guerra y Marina en Puerto Cabello, a las órdenes del entonces Coronel Simón Bolívar –a cuyo servicio volvería a estar en Cartagena (1815)–, durante la I República que lidereara Miranda.  Detenido, fue enviado prisionero a La Habana en junio de 1813.  Estuvo después en la expedición de Francisco Javier Mina en México (1816), donde terminó encarcelado y deportado a España.  Salió de la prisión tras la revolución de Riego y en 1825 se radicó en Colombia, donde al parecer murió en una fecha no precisada, pues se sabe que en marzo de 1826 todavía se carteaba con Bolívar.

(5) Más datos en José Luciano Franco: Las conspiraciones de 1810 y 1812, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1977 y Renée Méndez Capote: 4 conspiraciones, La Habana, Gente Nueva, 1972.

(6) En 1817 la población de la isla ascendía a 555,998 habitantes: 199,145 esclavos, 238,796 blancos y 115,651 negros y mulatos libres.  Tomado de Francisco Pérez Guzmán: Bolívar y la independencia de Cuba, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1988, pp. 14-15.

(7) Carta a Joaquín Campino del 10 de septiembre de 1823.  En Simón Bolívar: Obras Completas, Caracas, Editorial Piñango, [s.f.], t.I, p. 800.
Ibid., p. 489.

(8) Al parecer el nombre de la conspiración provinó de la frase del propio Bolívar: «Estoy como el sol, brotando rayos por todas partes», escrita a Francisco de Paula Santander el 5 de julio de 1823, aunque lógicamente debe haber sido pronunciada con anterioridad por el Libertador.  Véase Obras Completas, loc. cit., t. I, p. 782.

(9) Lemus se había distinguido como hombre de acción entre los seguidores del Conde de O’Reilly durante los sucesos de 1822 en La Habana, cuando apoyó a los «yuquinos» ‑en su mayoría criollos‑ en los enfrentamientos callejeros con los «godos», pequeños comerciantes españoles capitaneados por el clérigo peninsular Tomás Gutiérrez de Piñeres. Más detalles en Pérez Guzmán, op. cit., p. 46 y ss.  Sobre la conspiración véase la clásica monografía de Roque E. Garrigó: Historia documentada de la conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar, La Habana, Imprenta «El Siglo XX», 1929, 2t.

(10) Ello se deduce de la carta escrita el 14 de marzo de 1823 por el Coronel haitiano L. M. Poisson-Paris, de la guardia personal del Presidente Jean Pierre Boyer, quien le comentó a Bolívar: «[…] el señor Antonio Jurado, quien acaba de presentarse a mí, de regreso de Cuba donde ha estado en misión, según me dice, es una vía tan segura para escribirle, que no quiero desaprovecharla […]»  Citado por Pérez Guzmán, op. cit., p. 57.

(11) Eduarto Torres ha llamado la atención sobre la posible conexión de estas logias con sus similares continentales: «Son numerosos los detalles que relacionan estas sociedades con los independentistas de América Latina.  Por ejemplo, el nombre completo de la logia lautariana, en la cual se conspiraba en el cono sur latinoamericano, era Logia Lautaro o de los Caballeros Racionales.  Compárese con el nombre de la de Matanzas [se refiere a Caballeros Racionales (SGV)]. Más significativo aún era que la leyenda de las logias lautarianas era U.F.V. (Unión, Fe y Victoria) y la de los Soles de La Habana era U.F.V. (Unión, Firmeza y Valor). ¿Simple casualidad? No es de creer.»  En Félix Varela, los origenes de la ciencia y con-ciencia cubanas, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1995, p. 267.

(12) Véase José Fernández de Madrid y su obra en Cuba, La Habana, Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba, 1962 y Julio Le Riverend: «José Fernández de Madrid en Cuba: su obra», en Cuba-Colombia, una historia común, Bogotá, Editorial Universidad Nacional, 1995, p. 59 y ss.

(13) Méndez Capote, op. cit., p. 64.

(14) Tomado de Vidal Morales y Morales: Iniciadores y primeros mártires de la revolución cubana, La Habana, Cultural S.A., 1931, apéndice I.  Al parecer los conspiradores aspiraban a favorecer a los trabajadores negros: «tratemos con dulzura a los infortunados esclavos, aliviando su horroroso destino» (Ibid).

(15) Memorias del General José Antonio Páez, Madrid, Editorial América, [s.f.], p. 452.  Este Rojas aparece en la lista de los miembros de la logia habanera y estuvo entre los que escaparon a la represión desatada por las autoridades españolas.

(16) Sobre su estancia en la isla puede verse, entre otros textos, Rocafuerte y la República de Cuba, Quito, Colección Rocafuerte, 1947, t. X.

(17) Citado por Julián Vivanco: José Antonio Miralla. Precursor de la Independencia de Cuba, La Habana. Editorial «El Sol», 1958, t.I, p. 26.

(18) Véase Francisco J. Ponte Dominguez: La masonería en la independencia de Cuba, La Habana, Editorial «Modas Magazine», 1954, pp. 34-37.

(19) Tomado de Julián Vivanco: José Antonio Miralla. Precursor de la Independencia de Cuba, op. cit., t. I, pp. 30-31.  La versión del origen de este proyecto, escrita por José Aniceto Izanaga en París en 1851, difiere en un punto con la de Rocafuerte.  El trinitario cuenta que fueron los cubanos quienes buscaron a los representantes de Colombia y no a la inversa.  «Acordadas ya las bases del plan de la misión, se dirigieron a los señores Salazar y a Palacios […] Los señores Salazar y Palacios los oyeron con interés y bondad; les hicieron muchas advertencias útiles, los alentaron y ofreciéronles pasaportes seguros para Colombia y cartas de recomendación para personas cerca del Gobierno y particulares convenientes para facilitar el logro de nuestro proyecto y deseos.»  Véase José Aniceto Iznaga: «Peregrinación patriótica a Colombia», en Emilio Roig de Leuchsenring: Bolívar, el Congreso Interamericano de Panamá, en 1826, y la independencia de Cuba y Puerto Rico, La Habana, Oficina del Historiador de la Ciudad, 1956, p. 140.

(20) Sobre su polémica vida véase la biografía de Federico Córdova: Gaspar Betancourt Cisneros. El Lugareño, La Habana, Editorial Trópico, 1938.

(21) Tomado de Ponte: José Antonio Miralla, op. cit., pp. ll4-116.  Debe tomarse en consideración que en estos días México había solicitado ayuda militar a Colombia para rendir la fortaleza de San Juan de Ulúa.  Así el representante colombiano en México, Miguel Gómez de Santamaría, escribía el 12 de octubre de 1823 a Bogotá: «El Gobierno de México me ha pedido suplique al de Colombia su auxilio y cooperación con la marina de que pueda disponer después de la gloriosa victoria de Maracaibo, como en ningún tiempo ni en más oportunas circunstancias pudiera recibirlo, temiéndose fundadamente que el general Morales, con las tropas que evacuaron nuestro territorio, agregadas a las aprestadas por el Gobernador y comercio de La Habana, puedan intentar algo sobre el país, contando con la fortaleza de Ulúa.»  Citado por Ornán Roldán Oquendo: Las relaciones entre México y Colombia 1810-1862, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 1974, p. 70.

(22) Al mismo tiempo un agente cubano, autonombrado «Avila y compañía» le pidió a Manrique mil hombres y seis mil fusiles para la independencia de la isla y el General venezolano estuvo de acuerdo en proveerlos.  Véase Roldán Oquendo, op. cit., p. 79.

(23) Tomado de Vivanco, op. cit., t. II, pp. 113-114.

(24) Véase Emeterio S. Santovenia: Armonías y conflictos en torno a Cuba, México, Fondo de Cultura Económica, 1956, pp. 31-33.

(25) Iznaga: «Peregrinación […]», op. cit., p. 143.

(26) Tomado de Francisco J. Ponte: José Antonio Miralla y sus trabajos, La Habana, Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba, 1960, p. 78. El subrayado pertenece al original.  Ponte considera que al joven que alude Santander en esta carta era el argentino Miralla.  Sobre las consideraciones de Santander a Páez hay que señalar que tres días después de esa carta, el 25 de febrero de 1824, el propio Vicepresidente recibió una misiva del Libertador donde le decía: «Vea Ud. si se puede hacer algo contra la Habana.»  En Obras Completas, loc. cit., t.I, p. 928.

(27) Tomado de Francisco J. Ponte: José Antonio Miralla y sus trabajos, La Habana, Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba, 1960, p. 78. El subrayado pertenece al original.  Ponte considera que al joven que alude Santander en esta carta era el argentino Miralla.  Sobre las consideraciones de Santander a Páez hay que señalar que tres días después de esa carta, el 25 de febrero de 1824, el propio Vicepresidente recibió una misiva del Libertador donde le decía: «Vea Ud. si se puede hacer algo contra la Habana.»  En Obras Completas, loc. cit., t.I, p. 928.

(28)  Santovenia, op. cit., pp. 44-45.

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