Horacio Lopez. Sobre la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego.

Sobre la demanda de una historia popular

DIARIO TIEMPO ARGENTINO
Publicado el 12 de Diciembre de 2011
Por Horacio A. López
Subdirector del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini

Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego

El ‘iberoamericanismo’, inventado por los propios españoles, viene a ser el espacio de legitimación de los planes neocoloniales de España para América Latina y el Caribe.

Las voces que se levantaron airadas desde el mundo de la “Academia” por la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego aparecieron como una postura de defensa de una paternidad que no les corresponde y de desprecio a los llamados por ellos “divulgadores”, sin tener en cuenta lo mucho que han aportado grandes divulgadores de la historia al conocimiento de la misma, y negándoles el mérito equivalente a muchos que poseen más oficio y conocimientos que muchas de esas voces destempladas.

Imagen: Manuel Dorrego (1787-1828).

Bienvenido el instituto al mundo de los debates y la divulgación de nuestra historia, de la verdadera historia popular que necesita ser desarrollada, reformulada y reescrita. Pero valgan algunas precisiones.

Se puede aceptar la argumentación del director designado para presidir dicho instituto, de que su creación responde a una demanda histórica: “La de la necesidad de una historia nacional, popular y federalista”; pero dicho así solamente daría a entender que hasta ahora no existía una producción capaz de atender dicha demanda; o sea, se ignoraría lo mucho que en divulgación y en producción de investigación histórica se viene desarrollando, sobre todo desde el propio campo popular. Existe una demanda histórica alrededor de reconstruir una historia popular y, sobre todo, poner en primer plano a los verdaderos protagonistas de los procesos de cambios.

En el caso que nos tocó en estos años, de conmemorar el Bicentenario de la guerra de independencia continental, aparece nítida la demanda de hacer honor a los que llevaron adelante dicha gesta y nos dieron la libertad: las amplias masas de criollos postergados, de indios, de esclavos, de mestizos y mulatos y, desde el punto de vista de género, de las mujeres que lucharon y condujeron a la par de los hombres. Hay que rescatar del olvido, en la medida de lo posible, los nombres de esos y esas protagonistas. Dentro de ese proceso de revisionismo histórico, levantar más alto a personajes populares, hoy no tan “honrados” por la historia liberal, como el propio Dorrego, Monteagudo, Artigas, Felipe Varela, Juana Azurduy, etcétera. Esa demanda histórica es parte de la lucha ideológica que se da también en el terreno de la historia, y cubrirla no es una tarea que comenzará desde cero, ya que hay mucho andado.

Un tema que hace ruido es la definición de “iberoamericano” luego de “argentino” en la denominación del instituto. El “iberoamericanismo”, inventado por los propios españoles, viene a ser el espacio de legitimación de los planes neocoloniales de España para América Latina y el Caribe en el siglo XXI. Allí están las reuniones de presidentes, de ministros de diversas áreas, etc, de lo que pretende ser un foro que alternativice a la OEA, y ahora, seguramente y con más razón para ellos, a la CELAC. Uno de los debates actuales en la historiografía, que se planteó con fuerza en el V Foro Internacional de Filosofía, convocado en Venezuela en 2010 bajo el lema “La Historia como herramienta de transformación liberadora de la sociedad”, y que convocó a decenas de historiadores del continente, es el que se plantea si la revolución de principios del siglo XIX en Hispanoamérica fue o no un complemento de la revolución liberal burguesa en España. Rechazar la afirmativa y reafirmar la originalidad y particularidad del proceso independentista en América, sin negar obviamente las mutuas influencias, es una postura ideológica de rechazo del concepto de “colonialismo”. Hay que descolonizar a la Historia que se produce desde este lado, como hay que descolonizar también nuestras propias mentes. Por dicha razón aparece como mal puesto el aditamento de “iberoamericano” en la definición del instituto, si lo que se pretende es producir una historia “alternativa a la liberal, oligárquica, porteñista, antipopular y antiprovincial”, al decir de O’Donnell.

En consonancia con los procesos de cambios que vive Sudamérica, que han puesto en agenda las viejas banderas de la guerra de independencia, como la de la unidad, la de la Confederación de Repúblicas, hoy traducidas en integración económica, política, energética, cultural, en mecanismos de defensa contra los colonialismos de turno, como la Unasur, la CELAC, la producción historiográfica y su enseñanza deben partir de la misma clave continental: la de concebir y difundir una historia de la revolución continental, “el acontecimiento más importante de todos los siglos después de la irrupción del cristianismo”, al decir del polemista y escritor chileno del siglo XIX, José Victorino Lastarria.

Fuente: http://tiempo.infonews.com/notas/sobre-demanda-de-una-historia-popular

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