Chile 2012: El movimiento estudiantil en la encrucijada
Sergio Grez Toso*
LE MONDE diplomatique | enero-febrero 2012
El 2011 chileno secaracterizó por un renacer de las movilizaciones sociales. Un recuento parcial debe considerar entre las más significativas los paros y protestas regionales y comunales de Magallanes, Arica y Calama; las marchas contra el mega proyecto de Hidro Aysén, las manifestaciones a favor de los derechos de la diversidad sexual; las huelgas de los trabajadores del cobre (de empresas estatales y privadas); los paros de los empleados fiscales; las acciones del pueblo mapuche por la libertad de sus presos políticos, por la recuperación de sus tierras y por la reconquista de otros derechos conculcados; las protestas de los pobladores de Dichato damnificados por el terremoto y maremoto de 2010 y, sobre todo, el gran movimiento por la educación pública encabezado por los estudiantes de todos los niveles de la enseñanza, que durante más de seis meses conmovió al país, concitando interés en el mundo entero.
Este movimiento fue, sin duda, el de más impacto social, político y cultural. Logró muy poco, casi nada en el plano reivindicativo porque el gobierno sólo “concedió” reformas cosméticas al modelo de “educación de mercado” ya que no podía satisfacer el petitorio de los estudiantes y sus aliados, so pena de poner en riesgo todo el modelo neoliberal. Pero fue muy exitoso en términos de instalar en la opinión pública la preocupación por la educación como tema de prioridad nacional, cuestionando características esenciales del modelo imperante como el lucro, la desigualdad y el rol meramente subsidiario del Estado.
Los componentes del movimiento por la educación pública, especialmente los estudiantes, contribuyeron de manera notable durante el año 2011 a deslegitimar uno de los aspectos del modelo neoliberal impuesto por la dictadura y consolidado por los gobiernos de la Concertación. Pero su aporte no se limitó al plano dela educación, también significó una crítica implacable -a veces demoledora- de lainstitucionalidad y de las prácticas políticas imperantes en el Chile postdictatorial. El carácter tutelado, protegido y de baja intensidad de la democracia neoliberal chilena quedó al desnudo en muchas oportunidades. La “clase política” sin distinciones de partidos ni bloques fue sometida a la crítica más incisiva de las últimas décadas y su nivel de desaprobación ciudadana alcanzó porcentajes récords (1). Con todo, los estudiantes no consiguieron los puntos principales de sus petitorios. La intransigencia del gobierno, que apostó a la represión, la manipulación mediática, las presiones políticas y financieras sobre los establecimientos públicos educacionales, además del cansancio y desgaste natural de estudiantes, profesores y funcionarios de la educación luego de largos meses de paros, tomas, asambleas y manifestaciones, puso término a este primer período de movilizaciones con resultados ambiguos y sentimientos encontrados de sus protagonistas. El “empate” con el gobierno era predecible desde el momento en que fue evidente que otros actores sociales no reforzarían al movimiento por la educación pública y que éste, a pesar de las amplias simpatías que concitaba en la ciudadanía, no se traduciría en movilizaciones masivas de trabajadores ni menos en paros productivos.
El fracaso del pseudoparo decretado por la cúpula de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) a fines de agosto fue un indicio claro de que los estudiantes no lograrían sumar refuerzos frescos en esa etapa. La ruptura de conversaciones entre los dirigentes estudiantiles y el gobierno ocurrida algunas semanas más tarde y el descenso escalonado de participantes en las manifestaciones luego del receso de las Fiestas Patrias, fue el anuncio del reflujo que se instaló a partir de octubre. El repliegue: un respiro para agrupar fuerzas venciendo las resistencias de sus sectores maximalistas que proponían una política de “todo o nada” y de inmolación ante la intransigencia gubernamental, el movimiento estudiantil universitario inició en noviembre un repliegue que significó el término de los paros y tomas a fin de salvar el año académico, evitar el colapso de sus universidades, mantener becas y otros beneficios que estaban siendo amenazados por las medidas del Ejecutivo. En diciembre, varios colegios “emblemáticos”optaron por una línea similar que implica un respiro, la recomposición de fuerzas y la preparación para unnuevo ciclo de movilizaciones durante el año 2012. Estas decisiones no fueron fáciles niunánimes. Serias divisiones afloraron entrelos estudiantes, entre estos y los profesores y al interior de las comunidadesy estamentos involucrados. Sin embargo,los estudiantes universitarios mostraron mucha madurez en la resolución de susconflictos internos, procediendo a renovarlas directivas de sus principales federaciones en un clima de competencia reguladaentre distintas corrientes políticas,de acuerdo a normas y procedimientos incuestionablemente democráticos.
La decisión de continuar las movilizacionesde manera unitaria ha sido proclamadapor los líderes de todos los sectores representados en las organizaciones del estudiantado universitario, independientementede sus diferencias. El panorama es más complejo entre los secundarios ya que a las discrepancias entre sus propios referentes (como la ACES y la CONES) se ha sumado la sensación de haber sido“abandonados” por los universitarios. Y hasta comienzos del verano 2011-2012 persiste la ocupación de algunas decenas de colegios por alumnos que no tienen más perspectiva que continuar su acción“hasta las últimas consecuencias” (léase el desalojo policial).
Problemas y desafíos para pasar a una nueva fase de la lucha contra la educación de mercado el movimiento estudiantil necesita resolver varios problemas fundamentales. En primer lugar, debe dotarse de un petitorio unificado que garantice la unidad de todos sus componentes, base para un proyecto educacional alternativo al actual modelo y a las reformas superficiales propuestas por el duopolio hegemónico del poder político (Coalición y Concertación).
Al mismo tiempo debe superar los peligros que lo acechan desde su derecha y desde su “izquierda”. El movimiento estudiantil debe preservar su independencia frente a los cantos de sirena que la Concertación redoblará en un año de elecciones para intentar ponerlo a su remolque y captar el capital político conquistadodurante las movilizaciones (2). Sin aislarse ni pretender una quimérica construcción de “poder” de espaldas a lapolítica real, los estudiantes deberían ser capaces de dotarse de sus propias formasde representación política que, en conjuntocon otros movimientos sociales, les permitan proyectarse sobre el escenarionacional, sin descartar alianzas con referentes políticos contestatarios del actualmodelo de economía y sociedad imperante en Chile. La convocatoria a una Asamblea Constituyente para procederde manera democrática -por primera vezen la historia nacional- a la refundación de las bases de la institucionalidad, proporcionaun horizonte político comúnpara unir fuerzas y movimientos (3). Las condiciones están dadas para trabajar seriamenteen esa perspectiva (4). Pero los estudiantes también deberán hacer un serio esfuerzo por criticar, aislary neutralizar políticamente a aquellas tendencias que surgen como excrecencias “maximalistas” en su propio seno. Los cultores de la violencia ciega, sin mássentido que el desfogue como reacción a su propia impotencia para formular propuestas y dar direccionalidad política,deben ser objeto de una severa crítica. La pirotecnia “revolucionaria” de pequeños grupos incapaces de asegurar conducciónal movimiento y de ganar legítimamente representación en sus organizaciones naturales, sustituyendo la accióncolectiva por los actos “heroicos” de minorías iluminadas, tiene que ser condenada por su colusión objetiva con las políticasdel poder. Igualmente es necesario que el movimiento estudiantil supere aquellas visiones del “todo o nada”, incapacesde distinguir etapas en el desarrollo de un movimiento y objetivos de corto,mediano y largo plazo.
Sin atribuirse roles mesiánicos, elmovimiento estudiantil puede desarrollar acciones pedagógicas de politizaciónhacia el resto de la sociedad chilena. En buena medida ya lo hizo durante las grandes movilizaciones del año pasado. De allí la toma de conciencia ciudadana acerca de la necesidad de cambiar elinjusto y catastrófico sistema educación al imperante en el país. En la nueva fase que se avecina, los estudiantes junto alos profesores y trabajadores de la educación deberían profundizar la crítica al modelo, proponer soluciones alternativas y establecer de manera muy didáctica el vínculo entre los males de la educación, el modelo económico neoliberal ensu totalidad y la democracia tutelada y de baja intensidad que padece la mayoría dela población.En este vínculo reside, precisamente, la posibilidad de tender lazos solidarios entre distintos movimientos sociales enbase a plataformas convergentes en su oposición al neoliberalismo y en torno a la reivindicación de una democraciaplena y sin cortapisas autoritarias. Sólo la conformación de un amplio frente de sectores sociales y políticos opuestos almodelo neoliberal y partidarios de una efectiva democracia política y social,puede aportar las fuerzas adicionalesque permitan derrotar al sistema de educación de mercado, ganando también labatalla global contra el neoliberalismo.Asumir estas tareas implica superar ciertas concepciones que de manera dispersapero persistente se han difundidoen el último tiempo. Las principales y más perniciosas de estas ideas podríansintetizarse en las siguientes proposiciones:“Vivimos un período pre revolucionario,por ende nuestra política debe ser maximalista e intransigente. Los movimientos sociales no deben participaren el juego político institucional, tienen que construir su propio espacio de poder lejos del Estado, en lo posible ignorándolo, para concentrarse en potenciar su identidad y memoria y en el desarrollo de recursos propios. Los movimientos sociales populares (en este caso el estudiantil) sólo deben deliberar (permanentemente),concordar, imponer y no transar. Los partidos políticos no son necesarios-ni ahora ni más tarde- desde elmomento en que las ‘bases ciudadanas’ejercen su soberanía”. Sería absurdo negar que ante el descrédito de la política “oficial” representada por los partidos insertos en el juegoparlamentario de la actual democracianeoliberal, este tipo de entelequias ha encontrado cierto eco en sectores estudiantiles.No obstante su seductora retóricaanti-sistema, este discurso oculta debilidades e incongruencias que es precisodevelar para evitar el desarme ideológicoy político de los movimientos sociales contestatarios, entre ellos el estudiantil.El enclaustramiento en quiméricos “falansterios”,cultivando una inmanente“memoria popular”, tejiendo pacientementela tela de su micro “poder” de espalda a las mediaciones y conflictos dela política realmente existente, ignorandoal Estado y las correlaciones de fuerza entre los actores sociales y políticos,es un espejismo que sólo puede sembrarderrotas y generar impotencia entre sus seguidores. Su único horizonte es la esterilidadpolítica y el cultivo de una eternarebeldía que no puede transformarse en poder efectivo. Para evitar ese callejónsin salida, conservando su autonomía,los movimientos sociales pueden y deben abrirse al juego de la política, procurandogenerar sus propios instrumentospolíticos so pena de verse obligados a retirarse a las áridas tierras de la Utopía fundamentalista o a delegar en otros la representación de sus intereses. Es altamente probable que durante el presente año las movilizaciones por la educación pública asuman formas distintas que en el 2011.
Sacando lecciones de la experiencia acumulada, varios líderes estudiantiles han estimado que la estrategia basada en prolongados paros, tomasde establecimientos educacionales y marchas, si bien dio sus frutos, tuvo sus límites y no necesariamente constituirála mejor línea de acción en los próximos meses. Aunque las marchas y manifestaciones públicas pueden seguir siendo efectivas medidas de presión, los paros de largos meses (acompañados o no de ocupaciones de establecimientos) terminaron por ser inocuos ante la decisión delgobierno de dejar que los colegios municipalizados y las universidades estatales se “pudrieran” como resultado de talesacciones. Peor aún, al cabo de varios meses,las tomas y paros, que habían servido para llamar la atención de la opinión pública, comenzaron a convertirse en elementos funcionales a la política gubernamental de erosión de las instituciones públicas de educación.
Las tácticas correspondena determinados momentosde la lucha, no pueden ser fetiches a los que hay que aferrarse a toda costa. El movimientoestudiantil deberá, pues, inventarotras formas de presión. Creatividad tiene de sobra.
NOTAS
1. Un breve análisis sobre estos temas en Sergio Grez Toso,“Un nuevo amanecer de los movimientos sociales en Chile”, en The Clinic, Nº409, Santiago, 1 de septiembre de 2011.
2. Una buena señal en este sentido la ha dado el nuevo Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidadde Chile (FECH), quien ha asegurado que el movimiento estudiantil no será el “comando juvenil” de la probable candidatura de Bachelet a la Presidencia de la República.
3. Una revisión histórica a los procesos constituyentes enSergio Grez Toso, “La ausencia de un poder constituyente democrático en la historia de Chile”, en Varios autores,Asamblea Constituyente. Nueva Constitución, Santiago,Editorial Aún Creemos en los Sueños, 2009, págs. 35-58.4. Definida acertadamente por Jaime Massardo comola “de un nuevo Chile”, “una Segunda República dondetodos podamos vivir en condiciones mejores, forjandoun futuro construido por todos”. Jaime Massardo,“Lecciones del movimiento estudiantil. Nace una nuevaforma de hacer política”, en
Fuente: Le Monde Diplomatique,edición chilena, N° 121, Santiago, agosto de 2011, pág. 11.
*Historiador, académico de la Universidadde Chile.
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