Giro en la OEA Juan J. Paz y Miño C.

Como bien se conoce en historia, la OEA nació en 1948 como un instrumento de la política exterior norteamericana para unificar al continente en torno a la “guerra fría”. Pero la 46 Asamblea General de esta organización, realizada en República Dominicana (13 al 15 de junio de 2016) ha marcado una ruptura con la trayectoria institucional anterior. La Asamblea concluyó con varias declaraciones. Una, reconoció “que la esclavitud y la trata de esclavos fueron crímenes atroces en la historia de la humanidad”, y apoyó la iniciativa de CARICOM para la creación de la Comisión de Reparaciones de la Comunidad del Caribe, destinada a “corregir las injusticias de la historia”. Otra, afirmó la Carta Social, acordando: “El compromiso de promover y lograr progresivamente la plena efectividad de los derechos económicos, sociales y culturales a través de las políticas y programas que consideren más eficaces y adecuados a sus necesidades, de conformidad con sus procesos democráticos y recursos disponibles”. Aunque en forma tibia, también se reconoció la Cuestión de las Islas Malvinas como “un tema de permanente interés hemisférico”, reafirmando la necesidad de que Argentina, Gran Bretaña e Irlanda del Norte reanuden “las negociaciones sobre la disputa de soberanía”. La Asamblea abogó, igualmente, por la pacífica solución del diferendo territorial, insular y marítimo entre Belice y Guatemala. Reiteró la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, reconociendo que ellos “tienen derecho a la libre determinación” y a perseguir “libremente su desarrollo económico, social y cultural”. Pero hay dos asuntos que merecen destacarse: uno, la “Declaración sobre República Dominicana” que reconoce que los acontecimientos de abril de 1965, cuando bajo orquestación de la CIA se realizó la invasión norteamericana a la isla, “produjeron perturbación y luto, además de indignación” en el pueblo dominicano; de modo que la Asamblea acordó: “Lamentar la pérdida de vidas humanas y expresar al pueblo dominicano las condolencias de la Organización”, así como “desagraviar al pueblo dominicano” por aquellos acontecimientos “que interrumpieron el proceso de restablecimiento del orden constitucional”. Se trata de una posición inédita de la OEA, distinta a la que mantuvo precisamente en 1965, cuando únicamente Chile, ECUADOR, México, Perú y Uruguay votaron en contra de legitimar semejante invasión. El otro asunto es Venezuela: la OEA respaldó a este país contra la posición del secretario general, Luis Almagro, que pretendió una posible intervención orquestada por la derecha venezolana, que habría implicado el retorno a la vieja usanza imperialista. La canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, hizo una brillante y contundente intervención, que detuvo las intencionalidades proclamadas por John Kerry, secretario de Estado de los EE.UU., y que mereció el respaldo de la mayoría de países americanos a la causa de la soberanía y la dignidad plenas de Venezuela. ¡Cómo han cambiado los tiempos! América Latina ha fortalecido sus posiciones en la propia OEA.

 

20 de junio de 2016.

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