Bicentenario del Acta de Rancagua de San Martín

Por Sergio Guerra Vilaboy

Este mes se cumple el bicentenario del Acta de Rancagua, firmada por el General José de San Martín y treinta y cinco oficiales del Ejército de los Andes, negados a obedecer al gobierno de Buenos Aires que los conminaba a regresar al Río de la Plata para combatir a los federalistas. En este trascendental documento, que recoge la histórica desobediencia de San Martín y sus hombres, fechado el 2 de abril de 1820 en la localidad chilena de Rancagua, los firmantes se declaran convencidos “de que la defensa y seguridad de la causa de América es el objeto primario de esta fuerza”, creada para culminar la liberación continental. 

El Director Supremo de las Provincias Unidas en Sudamérica, Juan Martín de Pueyrredón -elegido en 1816 por el Congreso de Tucumán-, encaprichado en imponer el centralismo porteño a las demás provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata, había aprovechado la invasión portuguesa a la Banda Oriental en ese año para desatar su propia ofensiva militar contra los federalistas liderados por José Artigas, atrapados en una guerra de dos frentes. Para aplastarlos, Pueyrredón ordenó el regreso de los ejércitos de San Martín y de Manuel Belgrado, desde Chile y la frontera Norte respectivamente, con la excusa de la próxima salida de Cádiz de una gran expedición española de reconquista. Al final, el empecinamiento porteño determinó el amotinamiento y disolución de las fuerzas de Belgrano en Arequito (7 de enero de 1820), seguido poco después de la desaparición del propio gobierno rioplatense y de la proclamación del Acta de Rancagua.

Hay que recordar que San Martín había renunciado en 1814 a la jefatura del Ejército del Norte, que ocupaba desde el año anterior, a cambio de la gobernación de Cuyo, lo que le permitió levantar al pie de la cordillera de Los Andes un ejército integrado por unos tres mil hombres, en su mayoría campesinos pobres y ex esclavos liberados por sus propietarios.

Después de la derrota patriota de Sipe Sipe (1815), San Martín se convenció de la imposibilidad de avanzar hacia el Virreinato del Perú, verdadero baluarte realista en la América del Sur y amenaza permanente a la independencia americana, por el agreste territorio altoperuano (hoy Bolivia). De ahí su plan secreto: “Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza, pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyando un gobierno de amigos sólidos para concluir también con la anarquía que reina; aliando las fuerzas pasaremos por el mar a tomar a Lima; ese es el camino (…) y hasta que no estemos sobre Lima la guerra no se acabará.”

Con esa finalidad estratégica, tras atravesar laderas escarpadas y grandes alturas, con la artillería a lomo de mula, el Ejército de los Andes venció a los realistas en las serranías de Chacabuco (12 de febrero de 1817), lo que le permitió liberar todo el centro Norte de Chile.  El triunfo de las fuerzas patriotas de rioplatenses y chilenos se consolidó con la victoria del 5 de abril de 1818 en las llanuras de Maipú. Fue entonces que San Martín pudo consagrarse a la reorganización de sus tropas, ahora con el apoyo del nuevo gobierno austral encabezado por Bernardo O´Higgins, mientras se contrataba una flota que los llevara al litoral peruano.

Unos días antes de partir al frente del Ejército Libertador del Perú, nuevo nombre del  Ejército de los Andes, San Martín circuló el 22 de julio de 1820 un mensaje a sus compatriotas desde el puerto de Valparaíso: “Yo os dejo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestras desgracias; vosotros me habéis acriminado, aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque éste habría sido el resultado si yo hubiera tomado una parte activa en la guerra contra los federalistas: mi ejército era el único que conservaba su moral, y lo exponía a perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia armase mis tropas contra el orden. En tal caso, era preciso renunciar a la empresa de liberar al Perú, y suponiendo que la suerte de las armas me hubiera sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas, y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sudamérica.”

Fuente: www.informefracto.com – 24 de abril de 2020