Bandeirantes y misiones jesuitas

Sergio Guerra Vilaboy

Desde 1580, tras la unión de los tronos de España y Portugal, los límites fijados por el Tratado de Tordesillas (1494) entre Hispanoamérica y Brasil comenzaron a ser ignorados por los bandeirantes. Este era el nombre de bandas armadas, salidas del litoral brasileño, que penetraban al interior del continente enarbolando sus propias banderas o bandeiras en portugués. Al avanzar por los vedados territorios hispanoamericanos, prácticamente desconocidos para los europeos, los bandeirantes buscaban oro, plata, piedras preciosas o incluso indígenas, a los que vendían como esclavos en las plantaciones azucareras de Pernambuco.

Salidas de Sao Paulo, aunque algunas lo hacían de Bahía, estas bandas de aventureros criollos y portugueses, recorrían durante meses las tupidas selvas sudamericanas, aprovechando las redes hidrográficas del Paraná, el Sao Francisco y el Amazonas, hasta encontrar algo de valor que llevar a la costa de Brasil. Ese proceso expansionista coincidió con la aparición en la región de los jesuitas que, autorizados por la Corona española, reunían a los guaraníes en reducciones. En 1610 se fundó la primera misión (Loreto) en el Guairá, en el actual estado brasileño de Paraná. Otros jesuitas les siguieron y ya hacia 1630 la orden fundada por Ignacio de Loyola poseía en la cuenca del Plata cuatro amplias comarcas con miles de aborígenes agrupados en 27 misiones, ente ellas las del Guairá, Paraná medio (Paraguay), Entre Ríos y la del margen izquierdo del Uruguay (Siete Misiones).

Las reducciones del Guairá, por ser las más próximas a Sao Paulo, fueron las primeras amenazadas por los bandeirantes, que preferían apoderarse de los indígenas de las misiones, más valiosos y disciplinados que los que vivían dispersos en total libertad. Los jesuitas no sólo evangelizaban a los pueblos originarios y los concentraban en lugares de más fácil acceso, sino también los enseñaban a escribir en guaraní –para lo cual elaboraron incluso una gramática-así como técnicas y costumbres europeas para la agricultura y la vida cotidiana. En 1628 cientos de bandeirantes, encabezados por Manuel Preto y Antonio Raposo, atacaron y destruyeron varias reducciones jesuitas en la orilla izquierda del Paraná y se llevaron miles de indígenas para los mercados de esclavos de Sao Paulo y las plantaciones costeras.

Imposibilitados de detener las constantes depredaciones de los bandeirantes, los jesuitas alejaron las misiones lo más posible de Brasil. No satisfechos con la conquista del alto Paraná, los paulistaslospersiguieron con saña hasta sus reducciones del Paraguay, Entre Ríos y la Banda Oriental, haciendo caso omiso a las disposiciones oficiales que trataban de impedir sus razzias. Durante la primera mitad del siglo XVII no dieron tregua a los jesuitas ni dejaron de realizar sus incursiones en busca de esclavos, como bien recrea el laureado filme norteamericano La Misión (1986), protagonizado por Roberto de Niro. Incluso los jesuitas, que llegaron a armar y entrenar a los pueblos originarios para su auto defensa, enfrentaron al propio ejército portugués que pretendía desalojarlos de las Siete Misiones en las mal llamadas guerras guaraníes (1753-1756).

Desde 1640 la separación de España y Portugal había hecho más difícil la penetración de los paulistas en el territorio hispanoamericano, por lo que tuvieron que dejar sus ataques a las reducciones jesuitas y conformarse con llevar sus campañas al norte y al oeste, donde su suerte pronto cambió. A fines del siglo XVIII los bandeirantes encontraron los anhelados minerales preciosos en las márgenes de un tributario del río Sao Francisco –das Velhas- y en el río Doce, que desagua en el Océano Atlántico, al noroeste del Río de Janeiro. En las fuentes de ambas arterias, se fundó en 1690 la villa de Ouro Preto, convertida pronto en el centro de la explotación minera en la región que se llamó Minas Geraes. Desde entonces, las actividades de los bandeirantes quedaron en el pasado, dejando como herencia la desaparición de buena parte de los pueblos originarios y un Brasil mucho más extenso que el delineado en el tratado de Tordesillas.

Fuente: www.informefracto.com – 4 de agosto de 2020

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