In memoria. Fallece el historiador latinoamericanista Juan Marchena Fernández.

ADHILAC despide al destacado historiador nacido en Sevilla con una extensa trayectoria.

Doctor en Historia de América de la Universidad de Sevilla (1979) Director del programa de Máster en Historia de América y de las líneas de Historia Latinoamericana en el Doctorado en Historia y Estudios Humanísticos y miembro del Consejo Mundial José Martí de Solidaridad Internacional de la Unesco.

Entre otros cargos fue catedrático de la Universidad Pablo de Olavide, Decano de la Universidad de Sevilla, Director de la Universidad de la Rábida, Vicerrector de la Universidad Internacional de Andalucía. Fue profesor de grado y posgrado de distintas asignaturas de la Historia de América como asi tambien docente e investigador.

Autor de numerosas publicaciones de libros y artículos producto de sus investigaciones entre ellas: La Institución Militar en Cartagena de Indias. 1700-1810 (1982), Oficiales y soldados en el Ejército de América (1983), José Carlos Mariátegui (1987), Fuentes para la historia social de la Florida Española. 1600-1763 (1988), Ejército y milicias en el mundo colonial americano (1992), La Jerarquía de la Iglesia en Indias: el Episcopado americano. 1500-1850 (1992), Pablo de Olavide. El espacio de la Ilustración y la Reforma Universitaria (2000), Las armas de la nación. Independencia y ciudadanía en Hispanoamérica. 1750-1850 (2007), Por la fuerza de las armas. Ejército e independencias en Iberoamérica (2008), Desde las tinieblas del olvido. Los universos indígenas escondidos en la crónica americana de Juan de Castellanos. (2008), Oir la voz de los cerros. Los pueblos andinos en su lucha por la educación (2015), Vientos de Guerra. Apogeo y Crisis de la Real Armada. 1750-1823 (2018).

11 de octubre de 2022

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NOTA DE PRENSA

Muere Juan Marchena, catedrático de Historia de América de la Universidad Pablo de Olavide

El catedrático de Historia de América de la Facultad de Humanidades de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), Juan Marchena, ha fallecido este lunes a los 68 años de edad. Era Doctor en Historia de América por la Universidad de Sevilla (US) desde 1979. Posteriormente, fue Profesor de la US desde 1980 y Vicerrector de la Universidad Internacional de Andalucía, en su sede de La Rábida, en el período 1993-1997. Además, fue Vicerrector de la Olavide entre 1997-1999 y, desde ese mismo año, profesor titular y catedrático de Historia de América de la Olavide. Tanto la Facultad como la propia Universidad han expresado sus condolencias en sus redes sociales.

En el caso de la Pablo de Olavide, han comunicado «con gran tristeza» el fallecimiento de «nuestro querido profesor Juan Marchena». «Todo nuestro cariño para sus familiares, amigos y compañeros en estos difíciles momentos». La Facultad de Humanidades, a la que pertenecía Marchena, ha informado «con gran pesar» de la muerte del catedrático de Historia de América.
«La Facultad de Humanidades está consternada ante una noticia tan triste como inesperada. Acompañamos a su familia y allegados en el dolor. Sit tibi terra levis –que la Tierra te sea leve–«, ha escrito el centro académico en sus redes sociales consultadas por Europa Press. Director del programa de Máster en Historia de América y de las líneas de Historia Latinoamericana en el Doctorado en Historia y Estudios Humanísticos, el profesor Marchena, como vicerrector de Posgrado y Relaciones Institucionales de la Olavide, puso en marcha las primeras maestrías y doctorados en 1998.

Era miembro del Consejo Mundial José Martí de Solidaridad Internacional de la Unesco, coordinador de la Red Mundial de Universidades Magallánicas y recibió el Premio Nacional de Investigación en 1992. Era doctor Honoris Causa por varias universidades. Ha publicado más de 150 trabajos en Europa, América y Asia.

Fuente: www.elcorreoweb.es 10 de octubre de 2022

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Transcribimos tambien una entrevista realizada en 2016 por Luis Sánchez-Moliní

Juan Marchena. Catedrático de Historia de América de la Olavide

Continuador de la gran tradición americanista de Sevilla, este historiador es experto en la Real Armada en el siglo XVIII y en los procesos de emancipación de las colonias españolas.

Luis Sánchez-Moliní

Juan Marchena (1954) nos recibe en su casa del centro de Sevilla, un piso que más bien parece un museo antropológico de América Latina, con todo tipo de artesanías y objetos atesorados en sus numerosos viajes al otro lado del charco. «Aquí guardo una de las mejores bibliotecas americanistas actualizadas de Sevilla», asegura orgulloso el que ha convertido a la Universidad Pablo de Olavide en un auténtico referente para el americanismo. Una camisa blanca con bordados que remiten al mundo indígena refuerzan la atmósfera de la entrevista. Especialista en la Real Armada en el siglo XVIII y en los procesos de emancipación americana, Marchena trabaja y reivindica el papel de las mayorías indígenas y negras en una historia en la que siempre los protagonistas han sido las minorías criollas. Hombre entusiasta y de verbo apasionado, es un gran defensor de la capacidad de la literatura para explicar la historia. «Alejo Carpentier es capaz de resumir en una frase lo que a mí me cuesta párrafos y párrafos», dice con admiración. Actualmente, está volcado en el Centro de Estudios Amazónicos que financia la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo e impulsa la Pablo de Olavide, universidad que, en parte, le debe su nombre.

-Usted es uno de los principales especialistas en el XVIII americano. Un mundo fabuloso y poco conocido por la mayoría.

-En América, hay dos XVIII. Uno es el metropolitano y responde a la idea que tiene la monarquía borbónica de cómo debe ser el continente. Quieren acabar con lo que ellos consideran el desastre administrativo de los Austrias y meter a América en cintura. Con ese objetivo se hacen todas las reformas borbónicas, que son una forma de hacer que las posesiones americanas sean verdaderamente colonias y empiecen a generar dinero. La América fue el gran monedero de la Monarquía.

-¿Y el otro XVIII?

-El del mundo indígena, que en los siglos anteriores había pactado con la Monarquía de los Habsburgo, algo que ahora se quiebra. Los Borbones le dejan claro a los indígenas que tenían que trabajar y pagar, que se habían acabado los grandes señores y familias indígenas. Es por eso que aparece la insurgencia indígena por todas partes (Perú, Bolivia, México…). Sin embargo, la Monarquía, en vez de comprender que su modelo está haciendo aguas, aprieta aún más, produciendo una tensión fortísima que a la larga acabará en el apoyo de los sectores populares a las independencias.

-¿Estos sectores populares buscaban directamente la independencia?

-En principio, no. Más bien piensan en una vía de superación de la esclavitud. Tenga en cuenta que, en esos momentos, en América hay entre cinco y seis millones de esclavos. Media América es negra y esclava. Hay mucha gente en América que empieza a tener conciencia de que, con un machete en la mano, se puede conquistar la libertad. Eso es un hecho extraordinario. Fíjese que no estamos hablando de Bolívar o San Martín. Las independencias terminarán siendo una forma de meter en cintura a todas esas poblaciones negras e indígenas que en esos momentos están en ebullición.

-Normalmente tenemos la idea de que esas independencias son procesos dirigidos por una élite criolla blanca y mestiza influidas por las ideas de la ilustración y la Revolución Francesa.

-¿Usted sabe por qué ardían tan bien las grandes casas de las plantaciones de Haití?

-No.

-Porque estaban llenas de libros: la Enciclopedia, los tratados de Rousseau, Diderot, Montesquieu… Todo eso ardió como una tea. ¿Por qué? Porque para los negros con el machete la libertad de prensa, de comercio o de circulación no era su libertad. Su libertad era librarse de la esclavitud. Ese mundo estalla, se incendió y ¿cómo se apaga? Napoleón lo intentó mandando al general Leclerc, a su hermana Paulina con su cuñado… ¿Y qué les pasó? Los devoró el vudú. La única forma de apagar ese incendio era lo que hicieron las élites criollas, montar la nación. Todo lo que hemos escrito de las oligarquías está muy bien, pero es hora de que veamos la otra revolución: la de los esclavos, los indígenas…

-La integración de las poblaciones indígenas en las naciones americanas sigue siendo algo sin resolver.

-Sí y nos asustamos cuando estas poblaciones entran en ebullición, llamándolo populismo. Lo cierto es que líderes como Chávez han movido lo que podríamos llamar lo pendiente. En América Latina todavía existe una gran cuenta pendiente en la construcción de la nación y de la ciudadanía. Esta cuenta se va saldando poco a poco. En Ecuador, por ejemplo, gracias a la labor de Correa, que ha empleado bien el dinero del país… En Venezuela hemos visto un proyecto interesante muy mal gestionado, especialmente en su segunda fase, con Maduro. Bolivia, por su parte, ha experimentado una mejora considerable en los últimos años.

-Una de las grandes insurgencias indígenas en el XVIII fue la de Túpac Amaru.

-Túpac Amaru es un cacique, un señor étnico con raíces incaicas que sufre esa ruptura del pacto con la monarquía del que hablábamos antes. Su sublevación no fue por la independencia, pero sí contra el mal gobierno, contra los impuestos y en busca de que le reconocieran a los señores indígenas el estatus que tenían con los Austrias. El levantamiento se extendió por muchos sitios de la región andina y acabó en un verdadero baño de sangre. Al final, para acabar con la sublevación, la Corona tuvo que recurrir a otros caciques a los que tuvo que dar privilegios. Todo acabó en una guerra de indios contra indios y en una matazón gigantesca.

-Cambiemos de tercio. Usted también ha estudiado el surgimiento de la Armada en el siglo XVIII.

-En un mes sacamos a la calle los tres volúmenes de Vientos de Guerra. Apogeo y crisis de la Real Armada 1700-1820. La Armada fue la pieza más grande y costosa de la Monarquía borbónica. ¿En qué se gastó todo ese dinero que llegó de las colonias? No en un Versalles o en una gran capital como París y Londres. El dinero se gastó en la Real Armada en dos fases. La primera se desarrolló con Felipe V, quien se dio cuenta de que apenas tenía barcos y que los heredados de los Austrias eran un desastre a los que llamaban las reliquias. Fue fundamental la figura de José Patiño, el perfecto burócrata que puso a funcionar todos los aparatos del estado para construir una armada con dos objetivos: controlar el Atlántico frente a Inglaterra y recuperar la iniciativa en el Mediterráneo para conquistar Italia y ofrecerle a Isabel de Farnesio su antiguo reino, la monarquía irredenta de la que hablaba Felipe V. Construyeron una armada enorme y costosísima y, en diez años, entre 1739 y 1749, acabó destruida o tomada por los ingleses o desmantelada en los puertos. De los cerca de 200 navíos que se construyeron sólo quedan 22 en 1750, y de éstos la mayoría estaba pudriéndose. En la segunda fase aparece otro burócrata de orígenes oscuros, Zenón de Somodevilla, el marqués de la Ensenada, quien construye una gran Armada para Carlos III con el gran proyecto de vencer y desembarcar en Inglaterra. Existieron seis intentos de desembarcos en Inglaterra, primero en colaboración con los reyes de Francia y luego con Napoleón.

-En esa época, la Armada se convirtió en la escuela de muchos científicos.

-Sí, pero había una diferencia muy clara entre los oficiales de guerra, que sabían combatir, y los científicos, que podían hacer cálculos muy complicados pero de los que no se fiaban las tripulaciones, porque carecían de experiencia de guerra. Entre 1770 y 1800 hubo más de treinta expediciones científicas a América Latina y otros puntos del globo, pero toda la información recogida quedó guardada en cajas en diferentes instituciones de Madrid. Todavía recuerdo la emoción de abrir las cajas de la expedición de Malaspina cuando preparábamos una exposición sobre la misma. En 1862, la Armada volvió a organizar otra expedición con la que recorrió toda América y se recogieron más de 50.000 piezas arqueológicas, botánicas, etcétera. Todavía sigue en cajas.

-Tengo entendido que usted fue una de las personas fundamentales para que la Universidad Pablo de Olavide llevase el nombre de este ilustrado de origen peruano. Algo que con el tiempo parece todo un acierto.

-Sí, el nombre de Olavide empezó muy por debajo en una lista en la que se barajaron muchos otros distintos. Sin embargo, poco a poco, fue subiendo puertos hasta que, finalmente, ganó. En América Latina, y especialmente en Perú, tuvo mucha repercusión. Actualmente somos la universidad española más conocida en el terreno de las Ciencias Sociales.

-Aun así, todavía conocemos poco a esta figura, representante de las luces un tanto heterodoxo y perseguido por la Inquisición.

-Para mí fue emocionante leer los interrogatorios del juicio de la Inquisición a Olavide. El Santo Oficio hizo desfilar a toda la ilustración (Jovellanos, Campomanes, los ministros…) para preguntarles por él. Casi todos se lavaron las manos, menos el conde del Águila, a quien, entre otras cosas, le interrogaron si el peruano tenía pinturas obscenas. El conde del Águila dijo que no sabía muy bien, pero que sí conocía otro sitio donde había muchas pinturas obscenas. La Inquisición le preguntó que dónde, a lo que él contestó: «En el Palacio Real». El conde del Águila acabó arrastrado por las turbas acusado de afrancesado en 1808.

-Qué opina de la polémica que hemos visto este año en torno a la Fiesta Nacional del 12 de Octubre.

-Ha sido una pamplina. La ley que la regula es de 1987 y no tiene nada que ver con el franquismo. En el texto no se hace ninguna mención al imperialismo ni a la raza, sino a cuestiones como la extensión de la lengua castellana, entre otras. El 12 de Octubre se celebra en muchos países de América Latina bajo diversas denominaciones. No podemos ser mas papistas que el Papa.

-Hablábamos antes de la gran población negra en América. En Andalucía también hubo mucho esclavo negro, sobre todo dedicado al trabajo doméstico. Sin embargo, apenas se ha estudiado su huella en nuestra cultura, su contribución. Últimamente se han hecho algunos esfuerzos, pero todavía son muy escasos.

-Los negros dejaron una huella racial evidente en los cromosomas de los andaluces. El número de esclavos negros en Andalucía fue muy importante. Sevilla fue, junto a Lisboa, la ciudad negrera por excelencia de Europa. Su número empezó a disminuir en el siglo XVIII porque eran muy caros y los jornaleros empiezan a incorporarse como mano de obra muy barata. Ahora mismo estudiamos un caso muy curioso.

-¿Cuál?

-En mitad de la revolución haitiana, uno de los líderes negros, Jean François, se alió con los españoles para luchar con los ingleses y lo nombraron general del ejército español. Cuando terminó la guerra, el general Jean François y sus más de trescientos negros tuvieron que abandonar la Isla, pero los capitanes generales de Cuba y Venezuela se negaron a recibirlos, conscientes del peligro que podrían suponer en unos lugares donde abundaban los esclavos negros. Finalmente llegan a Cádiz, donde Jean François no desembarcó hasta que le hicieron los honores propios de un general. Lo alojaron en un Palacio cerca de la Plaza de San Antonio. Allí se pusieron a vivir con sus tambores, sus músicas, sus criados… ¡En mitad del Cádiz ilustrado! Gran parte del contingente se trasladó luego a un palacio de Jerez, pero Jean François permaneció en Cádiz y murió de fiebre amarilla en 1802. No sé qué pasó con los que se fueron a Jerez, pero en los archivos debe constar algo…

-¿Pero qué huella en concreto quedó?

-Algunos ritmos y formas de moverse… Pero, sobre todo, los genetistas conocen muy bien que la traza negra en la población andaluza es muy importante. Una prueba más de que el racismo es una gran estupidez. Todos los andaluces tenemos una mezcla formidable.

Fuente: www.diariodesevilla.es 16 de octub re de 2016

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