Allende y el Acta de Independencia de Chile

Allende. Cómo la Casa Blanca provocó su muerte

Fragmento del libro de Patricia Verdugo
Santiago de Chile. Catalonia. 2008

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Salvador Allende nació en Valparaíso el 26 de junio de 1908

«11.52 de la mañana. Cayó la primera bomba sobre La Moneda. Y otra y otra más. Una pesadilla de cascotes y polvo, fuego y astillas, humo y destrucción.
El periodista Jorquera recuerda haber corrido escaleras abajo, tratando de manetner el quilibrio ya que el Palacio se remecía como en un fuerte terremoto. Y en un sótano encontró al Presidente, junto aotras personas. ¡Bummmm, bummmm! Seguían cayendo las bombas, anunciadas por el escalofriante silbido del rocket en su trayectoria diagonal.

– Nosotros no tenemos miedo, ¿verdad que no, negro? – le dijo el Presidente al tiempo que le daba un par de suaves palmadas de aliento.

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Se recibió de médico en la Universidad de Chile

-Miedo no, Presidente… ¡lo que tengo es susto! – respondió el periodista Carlos Jorquera, con su acostumbrado modo de hablar medio en serio y medio en broma.

Otro grupo de civiles vivió el bombardeo en un pasillo interior del segundo piso: «Cuando empezaron a caer las bombas, por largo rato nos quedamos sin movernos, sentado en el suelo. ¿Esperando qué? No sé. Esperando la muerte. Esperando un milagro, no sé. Todo se remecía con los rockets. En un momento dado, entre una y otra bomba, el Presidente llegó y se sentó entre nosotros. El ruido era infernal», describe el doctor Jirón.(1)

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Dirigente del Partido Socialista

Ahí lo tenemos durante el bombardeo. El Presidente fue incluso capaz de desplazarse dentro del Palacio, desde el sótano al segundo piso, para saber cómo estaba su gente. Lo hizo sabiendo que cada bomba lo buscaba a él como blanco principal. Lo cierto es que cada pabra, cada gesto registrado esa mañana lo muestran actuando a plena conciencia. Se ha escrito después que a ese aplomo ayudaron unos vasos de whisky. Pero la autopsia, hecha ese mismo día en el Hospital Militar, lo desmiente. Alcoholemia: 0,00g, por mil.

¡Humo y fuego por doquier! El incendio del Palacio elevó al cielo su gruesa y negra columna de humo, anunciando la cruenta agonía de la democracia chilena.

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Presidente de Chile (4 de noviembre de 1970/11 de septiembre de 1973)

¡Esto se va a quemar entero! ¡Va a ser una masacre! ¿Qué hacemos, Presidente? Allende sabía qué hacer. Con una seña invitó a seguirlo y se tendió bajo una gruesa mesa redonda.

«Si cierro los ojos, veo tendidos allí a Jaime Barrios, Arsenio Poupin, Osvaldo Puccio y otros. Todos tendidos junto al Presidente. Hay estallidos cerca, que hacen muy difícil escuchar lo que se habla. El aire está enrarecido por el humo. Creo que es entonces cuando se decide que Flores, Puccio y Vergara vayan al Ministerio de Defensa a parlamentar», recuerda el doctor Jirón.
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Salvar con vida a su gente fue la última misión del Presidente. Y para ello puso a prueba su habilidad como negociador político. Primero, con la excusa de parlamentar;s acó del Palacio al ministro Flores, al subsecretario Vergara, a su secretario Puccio y al jóven hijo de éste. Entremedio, vivió el duelo por la muerte del periodista Augusto Olivares, su amigo y asesor, director de prensa de Televisión Nacional.

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Su «vía chilena al socialismo» fue resistida siendo derrocado por el cruento golpe de Estado de Pinochet

Se disparó en la sien con una metralleta. Junto al cuerpo, el Presidente pidió un minuto de silencio. «Nunca se me olvidará su cara de angustia y tristeza al ver sin vida al amigo querido», dijo la Payita.
.En medio del humo que ya impedía respirar, la muerte de Olivares creó el clima propicio para que todos creyeran las palabras del Presidente cuando anunció «ya es hora de rendirse y salir». Nadie le preguntó si él lo haría. Lo dieron por subentendido. Necesitaban hacerlo. Hasta la Payito quiso creer que podía ser cierto.

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Junto al escritor y poeta Pablo Neruda


13.20 horas aproximadamente. Tras pacto otro alto al fuego con el Ministerio de Defensa, se fue formando la larga fila en el pasillo del segundo piso, enfrentando la esclaera que daba hacia la puerta de Morandé 80. Las pocas máscaras antigas se fueron pasando de mano en  mano. Tratar de respirar; tratar de respirar. Las pocas armas ya estaban amontonadas en el suelo. Había que salir conlas manos abiertas y en alto. Dicen que más de alguien le preguntó, mientras él revisaba la fila, ¿y usted, Presidente? Y él habría contestado «al final, al final».

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E.Foto póstuma: muere el 11 de septiembre de 1973

Estaba tan claro en su quehacer que pidió a Eduardo Paredes que se adelantara en la fila para llevarle a la Payita un pergamino enrollado. «¡Cuidado, que es el Acta de la Independencia!». Anótese que él no quiso entregársela, evitando un último encuentro donde ella pudiera adivinar su decisión. Anótese también que él, sabiendo que vivía sus últimos minutos, destinó unos instantes para asegurar que los chilenos pudiéramos conservar esa reliquia patria que era el Acta de la Independencia.  ¡Cómo iba a imaginar que un soldado la iba a romper en pedazos minutos despues! Dos imágenes – el Presidente preocupado por salvar el Acta y el soldado destruyéndola – como para preguntarse quén era realmente el patriota, quién amaba a su país. La respuesta es obvia…
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Se abrió la puerta de Morandé 80 y la fila de civiles indefensos comenzó a salir. Adelante, un palo de escoba portando el blanco delantar del doctor Guijón como bandera.
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¡Manos arriba, a la pared, a la pared Los gritos de los soldados se escuchaban hasta en el segundo piso. Al final de la hilera, los doctores Guijón y Jirón, el detective Garrido.
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En medio de la confusión y los disparos, del humo y los gritos, nadio lo vio dar los pocos pasos que lo separaban del salón Independencia. Nadie lo vio sentarse en el sofá de terciopelo rojo y tomar la metralleta. El detective Garrido dice que lo escuchó gritar:  «¡Allende no se rinde!». El doctor Guijón dice que volteó la cabeza y vio que el cuerpo del Presidente se movía en un espasmo vertical. Nadie escuchó los disparos.
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El presidente ha muerto…

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La frase se repitiendo en trágica cascada escaleras abajo, mientras los prisioneros de La Moneda iniciaban un recorrido que llevaría a la mayor parte de ellos a la muerte.
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El presidente ha muerto…
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EPILOGO

La porfia memoria

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El general Javier Palacios, teniendo enfrente el cadáver del Presidente Allende, se comunicó por radio con el almirante Carvajal.

.«Mision cumplida. La Moneda tomada. Presidente muerto», dice que dijo en tres lacónicas frases.
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El almirante Carvajal usó el inglés como idioma para avisar por radio la noticia a los otros jefes del golpe.
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«They say that Allende comitted suicid an is dead now«. fue la frase que quedó registrada en la comunicación radial.
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Quizás no fue casual y el almirante sabía que estaban en la estación de la CIA, facilitando así la comunicación de tan importante noticia. Quizás…
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Podemos dar por hecho que lo supieron Nixon y Kissinger antes que el resto de los chilenos…»

Bombardeo La Moneda 11-09-73

Despedida de Salvador Allende

.(1) Reportaje de Mónica González, M. Olivia Monckeberg y Patricia Verdugo, «Así murió Allende», revista Análisis, junio de 1987.

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