Oscar Loyola Vega o la franqueza irreverente. Jorge Nuñez Sánchez

Se ha ido un compañero

Izquierda: Oscar Loyola, el tercero desde la izquierda y sus colegas de la ADHILAC en Colombia, 2010. Gentileza de Jorge Núñez Sánchez.

El Dr. Oscar Loyola compartió el camino de construir la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe durante mucho tiempo. Su presencia en esa tarea va a ser recordada por muchos de nosotros. Con él compartimos numerosos escenarios y Oscar nos regalaba su humor y su aguda critica. Cuando los compañeros cubanos nos recibían en La Habana Oscar concurría incansable adonde se lo requiriera.  A continuación transcribiremos el recuerdo de Jorge Nuñez Sánchez. Para finalizar deseo presentar mis respetos a la familia del Dr. Oscar Loyola.

Buenos Aires, 6 de septiembre de 2014

Carolina Crisorio – ADHILAC Argentina

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OSCAR LOYOLA VEGA O LA FRANQUEZA IRREVERENTE

 

Por Jorge Núñez Sánchez

 

Acabo de enterarme de la muerte accidental de mi admirado colega cubano el doctor Oscar Loyola Vega, profesor titular de la Universidad de La Habana. Y el carácter accidental de su fallecimiento explica el suceso, pero no alivia el pesar causado por éste.

 

Oscar era un prestigioso historiador y un cubano a plenitud. Centró su vida en el estudio de las luchas por la independencia de Cuba y de sus héroes fundamentales. Y de ahí nacía su profunda cubanidad, ese deseo de rescatar para las nuevas generaciones la memoria social de aquellas gestas, que redondearon la identidad de la nación cubana y su apasionada vocación de independencia. Me contó que le apasionaba en particular un héroe un tanto olvidado: el generalísimo Máximo Gómez, aquel genial estratega y patriota dominicano que dedicó buena parte de su vida a pelear por la libertad de Cuba, que concebía como parte de la tarea mayor de independencia de las Antillas, y que no dudó en entregar sus hijos a tan noble causa.

 

Precisamente la obra principal de Loyola, titulada “la Guerra de los Diez Años” (1989), fue dedicada al estudio de la revolución independentista de 1868, en la que destacaron la voluntad de independencia del pueblo de Cuba y la personalidad política y militar de Máximo Gómez.

 

Oscar también era un miembro destacado de la comunidad científica de su país. Presidió la Comisión de Doctorados de su universidad y en los años noventas fue Vice-Decano de su Facultad de Filosofía e Historia. También fue autor de otras obras fundamentales para la comprensión de la historia de Cuba, además de la ya mencionada: “Guáimaro y Jimagüayú” (2002), “10 de Octubre de 1868: Revolución social y guerra anticolonial” (2003), entre otras. Como coautor, participó en obras tales como: “Cuba, la Revolución de 1895 y el fin del imperio colonial español” (1995), “Cuba y su historia” (1998), “Historia de Cuba Historia de 1492–1898. Formación y liberación de la nación” (2001), etc.


Derecha: Oscar Loyola primero de la izquierda, junto a colegas.

 

Su labor educativa salió de los linderos de Cuba y se extendió también a México, donde fue profesor invitado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Y el impacto de su tarea pedagógica fue tal, que los graduados del curso 1994 de esa entidad académica tomaron para sí el nombre de “Promoción Oscar Loyola Vega”.

Hace apenas unas semanas, el pasado mes de julio, se nos comunicó que había sido reelecto miembro de la directiva de la Sección Cubana de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), en calidad de responsable de actividades científicas. Y quienes lo eligieron hicieron muy bien en ello, pues Oscar era miembro activo de nuestra organización desde hacía muchos años y había contribuido a su desarrollo nacional e internacional.

 

Recuerdo vívidamente su presencia en el Congreso de la ADHILAC en Santa Marta, Colombia, en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en mayo de 2010, ocasión en la que presentó una lucida ponencia y derrochó, como siempre, su humor y su graciosa ironía. Y es que hablando de historia de nuestra América y compartiendo con amigos y colegas, Oscar se hallaba como pez en el agua, porque la historia era su mundo de investigación y reflexión y la amistad su espacio natural de vida. Y recuerdo también nuestro último encuentro, en diciembre de 2012, durante el Coloquio Internacional Bicentenario de las Primeras Constituciones Latinoamericanas, organizado por la ADHILAC-Cuba y celebrado en La Habana, y donde él participó como ponente y miembro del Comité Organizador.

Recuerdo, en esta hora de tristeza, la viveza de su mirada, su locuacidad incansable, su gestualidad casi teatral y, sobre todo, su franqueza irreverente, que quienes no lo conocían podían tomar como agresividad o cinismo, pero que correspondía a su forma de ser: franco, abierto, irónico y cordial, a la vez.

 

Como historiador era tanto un investigador como un pensador. Consideraba que la historia es “la forma espiritual en que una cultura rinde cuenta de su pasado”. Y agregaba: “Yo me enriquezco espiritualmente acercándome a la historia. A través de ella puedo saber quién soy y por qué estoy orgulloso de estar aquí. La historia otorga un sentido de pertenencia, te impregna una identidad colectiva, te hace sentir que formas parte de un conglomerado humano, situado en tiempo y espacio, con problemáticas determinadas de las cuales no logramos escapar ni aunque vivamos a cien mil kilómetros de distancia.”

Ahora que Oscar Loyola Vega ha muerto, pongo una flor sobre su tumba recién abierta. Y se me une en esta triste tarea mi esposa y colega Jenny Londoño, que era su amiga muy querida.

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