Una apasionada martiana: Nydia Saravia

Por Sergio Guerra Vilaboy

No recuerdo bien cuando conocí a Nydia Saravia, aunque me parece que fue mi maestro y gran amigo Francisco Pividal quien me la presentó cuando trabajábamos en la creación de la Sección Cubana de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC), de la que ella fue fundadora en 1986 y dos años después su presidenta, hasta que en 1997 me pidió la sustituyera. Bajo su dirección, la ADHILAC-Cuba brilló en concurridas reuniones académicas respaldadas por Jorge Enrique Mendoza, entonces director del Instituto de Historia de Cuba. Por ello, en el encuentro de Sao Paulo (1990), Nydia resultó elegida vicepresidenta internacional de ADHILAC, cargo en el que fue reelegida en Querétaro en México (1990) y que mantuvo hasta el congreso de Pontevedra (2001) en España.

Nos hicimos muy amigos cuando ella dirigía la Sección Cubana de ADHILAC, cuya directiva se reunía en su apartamento de la calle Línea, donde sus hermanas se desvelaban por atendernos. Habitualmente hablábamos por teléfono o me visitaba en el Departamento de Historia en la Casa Fernando Ortiz. Me encantaba escuchar sus fascinantes anécdotas de los más disímiles temas.

En una ocasión le pregunté si el teniente Pedro Sarria, un oficial negro de la dictadura de Batista que salvó a Fidel Castro después del ataque al Moncada, había estado vinculado al Partido Socialista Popular (Comunista). Me respondió que nunca había oído eso, a pesar de que Sarria le había contado su vida en un largo viaje en autobús de un extremo a otro de la isla. Sin darle mayor importancia, agregó que lo conoció cuando irrumpió, con Fidel Castro y otros dos detenidos, en el Vivac de la capital oriental, donde disparó al aire para dispersar a los periodistas. Así fue como me enteré que Nydia, que ya se había graduado en La Habana (1951) en la Escuela de Periodismo Manuel Márquez Sterling y ejercido como maestra rural en Puerto Boniato, también había estado en el juicio del Moncada, como reportera de Radio Santiago. Impactada con el alegato de defensa de Fidel Castro, quedó convertida para el resto de sus días en una martiana fidelista.

El levantamiento armado de Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956 la condujo a las filas del Movimiento 26 de Julio. Colaboró en diversas misiones, entre ellas la de intentar llevar al afamado escritor inglés Graham Greene a la jefatura rebelde (1957), a la vez que escribía en la prensa clandestina. Al triunfo de la revolución tuvo responsabilidades en el diario Sierra Maestra, hasta que se mudó a La Habana en 1961, donde laboró para diferentes periódicos nacionales y extranjeros.

Fue investigadora del Instituto de Historia de la Academia de Ciencias de Cuba y fundadora, a propuesta de la secretaria de la presidencia Celia Sánchez, de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado, donde tuvo a su cargo la papelería de José Martí. La propia Celia la alentó a escribir su primer libro: Ana Betancout (1970). Su labor historiográfica había comenzado en Santiago de Cuba con el escritor peruano Ciro Alegría, a principios de los cincuenta, con la historia del ron Bacardí. En su bibliografía también pueden anotarse Historia de una familia mambisa. Mariana Grajales (1974); Tras la huella de los héroes (1980); Noticias confidenciales sobre Cuba. 1870-1895 (1985); La patriota del silencio: Carmen Miyares (1990) –que le ocasionó una injusta reprimenda pública del Centro de Estudios Martianos-; Voces en su época (2003); Perfiles. Mujeres de la Guerra Civil Española en Cuba (2006); Días cubanos de Lorca (2007); Pura del Prado, una voz de océano (2011); Martí, más allá de la ternura (2013) y Albores históricos: Cuba-Venezuela (2011), al que a petición suya le hice el prólogo. Muy poco antes de su fallecimiento, el 15 de julio de 2017, la visité con Pedro Pablo Rodríguez, el primero de nuestros martianos, para darle el pésame por la reciente muerta de una hermana y le escuchamos con verdadero deleite algunas de sus fabulosas historias. Siempre me reprocharé no haber grabado los testimonios que retenía en su extraordinaria memoria, que conservó intacta hasta el final.

Fuente: www.informefracto.com – 2 de julio de 2019

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